A PROPÓSITO DE PETER PAN

¿Crecer o no crecer?, he aquí el problema

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J.M. Barrie, el autor de “Peter Pan” Foto: ARCHIVO

 

Por Nilda Somer

Nuestro tiempo no está de acuerdo con la sentencia de Shakespeare: “La madurez es todo”. La réplica actual (Witold Gombrowicz mediante) ha dispuesto que “la madurez es fea”, y ha encontrado un nombre para definir este fenómeno que ha derivado en patologías varias: el Síndrome Peter Pan.

“Todos los niños, menos uno, se hacen mayores”. Éste es el espléndido inicio de “Peter Pan y Wendy”, la novela de J.M. Barrie que cuenta sobre una familia tipo londinense, con sus problemas económicos y sus singularidades, como la de recurrir a una perra como niñera de los tres hijos Wendy, John y Michel. Los chicos revelan en sus sueños la presencia de un pequeño niño volador que vive en una isla llamada País de Nunca Jamás (que inspiró a Michel Jackson su célebre estancia: Neverland Valley Ranch). En una de sus visitas al hogar de los Darling, Peter Pan pierde su sombra y convence a los niños para que lo sigan a su isla, donde vivirán extraordinarias aventuras entre indios pieles rojas y piratas. Wendy, la hermanita más grande, asumirá el papel de madre para Peter Pan y los “niños perdidos”. Al final de la novela, los chicos regresarán a su casa, y Wendy crecerá y tendrá hijos y nietos que seguirán relacionándose con el niño que no quiere crecer.

James Matthew Barrie (1860-1937), que llegó a colaborar en el libreto de una obra cómica con Arthur Conan Doyle, el autor de Sherlock Holmes, estrenó en 1904 una obra de teatro en la que aparecía por primera vez Peter Pan. Después escribiría con este personaje una serie de novelas (“Peter Pan y Wendy”, que acaba de publicarse en la Argentina con una excelente traducción de Delia Maunás, es de 1911). Aunque los torpes cánones de la alta literatura desplazan a Barrie haciendo notar que escribió sus obras dramáticas “contra” las tendencias establecidas por Shaw e Ibsen, pocos autores modernos tienen el privilegio de haber creado un personaje mítico capaz de competir con los de la antigua Grecia en dar nombre a una tipología psicológica. A dos, en realidad, como hizo notar Dan Kiley, ya que hay otra junto a ese síndrome Peter Pan que nos habla de un estancamiento de la evolución de la personalidad, fijada en la inmadurez, con sus rasgos de narcisismo, irresponsabilidad, caprichos, arrogancia, cólera y sentimiento de impunidad ante las reglas y leyes. Y esa otra tipología es el Síndrome de Wendy, que atañe a aquellas personas (en su mayoría mujeres, por razones culturales) que se empecinan en realizarse a través de otra persona, a quien buscan a la vez satisfacer y controlar. Detrás de cada Peter Pan que se resiste a crecer habría una Wendy que lo cobija y cubre sus responsabilidades.

Más allá de estas consideraciones extraliterarias y de las múltiples y vacilantes versiones cinematográficas y teatrales, las novelas de Barrie con Peter Pan son muy encomiables, llenas de humor, suspenso y encantadores detalles políticamente incorrectos.

Detrás de cada Peter Pan que se resiste a crecer habría una Wendy que lo cobija y cubre sus responsabilidades.