Por el arte, por la sangre... Por derecho

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Saray Cortés, Farruquito, Antonio de Verónica y La Salinera.

Los bailaores Antonio de Verónica y Saray Cortés, con su espectáculo “Por derecho”, conquistaron una vez más el Teatro Cervantes de Málaga, con “el corazón latiendo a golpes de flamenco”

.TEXTO. FLAVIA CATELLA ZANCADA. FOTOS. FÉLIX RAMOS.

Poseedores de una capacidad artística y una captación asombrosas y acompañados por una percusión que han adoptado como parte de su cuerpo, los bailaores Antonio de Verónica y Saray Cortés, junto a su compañía de baile, llevan el arte flamenco desde Málaga, a través de espectáculos de producción propia, a todos los teatros y festivales flamencos de España y demás países europeos.

El pasado 16 de noviembre, y coincidiendo con el Día del Flamenco (que conmemora el día en que fue nombrado Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco), los espectadores que agotaron las entradas y abarrotaban los palcos del precioso teatro malagueño tuvieron la oportunidad de disfrutar de una nueva actuación de este encantador matrimonio de artistas, acompañado por un reconocido exponente del baile, Farruquito.

LA VIDA, LA MEJOR ESCUELA

Un bailaor suele subirse a los escenarios muy pequeño y la familia le brinda la oportunidad de comenzar a bailar allí donde suene una guitarra y donde se reúna un grupo de amigos al compás de las palmas y de un cante racial que pone en pie hasta al más ajeno a sus costumbres.

Así fue como Juan Manuel Fernández Montoya, Farruquito, un bailaor sevillano de una estirpe de reconocida trayectoria artística y dueño de un estilo puro que hipnotiza al público con su imagen sobre el escenario, se subió a ellos a los cuatro años de edad, en Broadway; con solo ocho años se presentó en Madrid y con quince, creó su propio espectáculo.

Es entonces cuando se percibe que lo que aparentemente se ha aprendido, en realidad es como si se hubiera descubierto, como si siempre hubiera estado allí, gestándose a través de una juventud amante de sus raíces, costumbres y legados familiares, permitiendo que la vocación encuentre un sitio a través del trabajo constante y de un empeño cargado de carácter y actitud.

Hoy, Antonio de Verónica y Saray Cortés, llevan su propia compañía de baile junto a la experiencia y el arte indiscutible de María Emma Giménez Ruiz, “La Salinera”, madre de Saray, e incluyendo a su pequeño hijo de tres años, Azael, que desde que ha dado sus primeros pasos en la vida sube a los escenarios acompañando a sus padres, cerrando los espectáculos que se ganan, por derecho, la ovación de un público de pie, cargada de reconocimiento.

EL LEGADO DE LAS RAÍCES

Hacen suyo cualquier lugar en el que actúan y te sientes parte de ellos.

Y cuando te marchas y el teatro vuelve a ser solo un recinto silencioso que espera, es inevitable que extrañes el taconeo persistente, fuerte y armónico de Antonio de Verónica, su delgada silueta adueñándose del escenario, devorando hasta el último centímetro con la profundidad de una mirada cargada de escuela; la sensualidad de Saray Cortes, envuelta en volantes, el hechizo de sus manos acariciando el aire oscuro de un teatro repleto hasta la exageración, la sutileza de su femineidad priorizada en los movimientos aguerridos del compás flamenco ondulándose sobre las tablas; la dócil imagen de Azael inaugurando el final, con su atractiva inocencia que emula todo lo que se desarrolla delante de él y la figura prodigiosa e incomparable de “La Salinera”, sumergida en la eternidad como un artificio del arte, como un espejismo que crea percusión e imagen apoderándose de tu atención hasta el absoluto silencio. Mientras los acordes suaves de las guitarras amanecerán contigo entre los recuerdos más entrañables de un día que no habrá sido igual a otro vivido junto a ellos, sino que, por el contrario, habrá sido insuperable.

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Antonio de Verónica.

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Saray Cortés.

Un bailaor suele subirse a los escenarios muy pequeño y la familia le brinda la oportunidad de comenzar a bailar allí donde suene una guitarra.