¿Existe un plan B?

El actual sistema productivo tiene baches que requieren de la intervención de productores, empresas, entidades, técnicos y del Estado. Llegó la hora de dialogar para encontrar caminos superadores para la producción.

Federico Aguer

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Charlando con colegas y técnicos en la tradicional picada de CREA en Expoagro, nos cuestionábamos la necesidad de “parar la pelota” para analizar el trasfondo que subyace detrás de la evolución tecnológica en el agro.

Es por todos conocido que el actual sistema productivo representa una avance importante en materia de aumento de rindes, incorporación de agricultura de precisión y de tecnología de fierros y genética sin igual.

Sin embargo, lo que para muchos es un hecho esperanzador para el campo y para el país, es mirado con profunda desconfianza y crítica desde sectores urbanos, preocupados por el impacto ambiental que ese modelo puede llegar a producir.

Sin embargo, las alternativas que asoman, de la mano de los cultivos orgánicos o de la agroecología, no terminan de conformar todavía a las necesidades cortoplacistas de mercados, consumidores, y países emergentes.

El Manejo Integrado de Plagas, eje temático de este informe central, plantea beneficios productivos y ambientales, aunque encierra el desafío de un trabajo exhaustivo campo adentro: conocer al detalle el funcionamiento de los productos pero también aprehender los secretos del cultivo, el que reclama la mano de la ciencia agronómica y de la presencia en el lote.

Los paquetes tecnológicos, si bien representan una enorme evolución, a veces implican un aumento considerable en los costos, sobre todo para los productores de menor escala.

Un plan B al actual modelo, adaptado a las necesidades del país y con la vista en el largo plazo, requiere del compromiso ético de los productores, los técnicos y los gobiernos de turno, los que deben postular la importancia del cuidado del recurso suelo, de la salud humana y de la eficiencia productiva y sustentable de alimentos.