Estructuras en la playa

Estructuras en la playa
 

TEXTOS. NÉSTOR FENOGLIO ([email protected]). DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI ([email protected]).

Si me apuran (igual ya tengo mi ritmo), soy de los que prefieren ir casi con lo (no) puesto al mar: agenciarme una necesaria sombrilla y estar allí horas practicando un prístino alpedismo, con la única preocupación de ir y venir al mar, o determinar cuándo es el momento de levantarse y caminar hasta un chiringuito en busca de provisiones ocasionales.

Pero eso no quiere decir que no aprecie las mejoras que puede aportar una heladerita bien provista, una reposera, y algún que otro artículo para pasar el día.

Pero en el otro extremo, de modo creciente (literalmente) están los estructuralistas: los tipos no entienden que la playa es un espacio ancho, abierto y común y le agregan entonces cosas grandes, postulando un precario monumentalismo que choca con la idea de despojamiento de la playa y del mar. ¡Que te ponen de prepo una carpa o un gazebo gigante, quiero decir, estos guachos!

Antes de avanzar, quiero diferenciar desde el vamos a quienes hacen eso de manera obligada (porque son muchos, porque tienen hijos pequeños, porque llevaron al tío Carloncho que ni se mueve, porque es más práctico y barato que andar alquilando una multitud de sombrillas...) de quienes sólo pretenden ostentar, marcar diferencias, establecer jerarquías.

Esos tipos no se conforman con la playa solamente. No señor: quieren tener algo lo más parecido a una casa, a un chalé, a una quinta, a un castillo -no de arena- allí donde debería sólo reinar la brisa marina y la tersa playa. Esas personas llegan y se apropian de generosas porciones de la playa de todos, instalan sus carpas, pérgolas, gazebos y lo acompañan con más estructuras: galerías pretensiosas, carritos para llevar sillones de todos los tamaños, mesas, heladeras. No alfombran de casualidad, pero pueden tapizar metros y metros con lonas que minimicen la presencia de la molesta arena. ¡Si fuiste a un lugar con arena bolú! Y todo, además, con ese insoportable tonito superior de yopuedo y yolatengomásgrande (justo ante mí: yonocompito) que incluye una despreciativa mirada superior. ¡Si estamos todos en la misma playa!

Llevado al extremo esta misma impronta es la que detecta los lugares bellos del mundo y hacia allí llevamos la estructura: hemos visto aquí y allá crecer a espaldas de playas casi vírgenes, año tras año, la cantidad de edificios. Y ese mismo espíritu llenaría con gusto y rápidamente de estructuras estables las mismísimas playas si no fuera que en general hay todavía legislación que atribuye al borde costero como un bien de todos, al que todos pueden tener acceso, desde el feliz lugareño que sólo tiene un pantalón corto, hasta el susodicho poseedor de la súper carpa.

Yo entiendo también esa necesidad humana (que comparto y hasta practico en parte, algunas veces) de tratar de reproducir allá donde vamos más o menos las mismas condiciones y estándares que nos gustan, nos dan placer, nos identifican y, en el fondo, nos dan tranquilidad. Es una forma envasada de viajar. No vamos a un sitio nuevo; más bien, llevamos nuestras cosas y entorno para adaptar ese sitio a nosotros y no al revés. Al final, quizás disfrutaste, pero no conociste (ni te interesa tampoco, realmente) nada. No querés compartir ni intercambiar nada; sólo posicionarte, sólo imponerte.

Así que al señor de al lado, tres cosas le voy a decir:

1) - No corro nada mi vieja sombrillita amarilla y blanca porque estoy orgulloso de ella, va y viene conmigo; así que ahórrese sus miradas superiores o sobradoras.

2) - A media tarde la sombra de su gazebo viaja varios metros, justo donde yo estoy desde el comienzo del día: lo siento y muchas gracias.

3) - Me gusta andar por la vida con poca estructura, puedo llegar e irme rápido. Usted también, pero lo ignora o no lo asume.

Yo sigo en la playa (ustedes laburen) y en ella no dejo de asombrarme con el intento consistente de dotar de infraestructura a aquello que por definición es básicamente mar y arena. No se trata de estilos de vida; son directamente nociones existenciales diferentes. Algunos van sólo con la sunga; otros con carpas gigantescas. los dos presumen; allí se libran batallas, justo donde sólo deberías descansar. Parece algo pesado, pero es ligero.