editorial

Un paso clave en el Congreso

  • Lo sucedido en la Cámara de Diputados es una muestra del nuevo contexto político.

Mientras los senadores de la Nación se aprestan a debatir en el recinto parlamentario el proyecto de derogación de las leyes Cerrojo y de Pago Soberano, que habilitaría la posibilidad de emitir deuda y pagarle a los holdouts, el gobierno de Mauricio Macri respira aliviado luego de la media sanción obtenida en Diputados.

Es que, más allá de la importancia que reviste el proyecto aprobado, Cambiemos acaba de apuntarse un contundente triunfo político al obtener 165 votos a favor, y 86 en contra de la iniciativa.

Lo logró gracias al apoyo de sus socios radicales, de un sector del peronismo no kirchnerista, del Frente Renovador, el socialismo e, incluso, algunos legisladores del kirchnerismo. En la otra vereda se ubicaron el Frente para la Victoria y los partidos de izquierda.

Lo sucedido es apenas una muestra de lo que ocurrirá de ahora en adelante en el Congreso de la Nación. Luego de años de hegemonía kirchnerista en los que el entonces oficialismo tenía la potestad de legislar a su antojo, Cambiemos deberá hacer gala de su capacidad negociadora para alcanzar acuerdos imprescindibles.

Paradójicamente, esta supuesta debilidad del actual gobierno puede convertirse en su mayor fortaleza, pues deberá generar el clima de consenso que desde hace tantos años reclaman amplios sectores de la sociedad argentina.

El kirchnerismo, fiel a su costumbre, intenta simplificar el debate en una supuesta contraposición entre soberanía y endeudamiento. Sorprende que lo haga el mismo sector que se vanaglorió de pagar al contado al Fondo Monetario Internacional (2005) y avanzar luego en el pago de la deuda con el Club de París (2014).

Durante parte de los últimos 13 años, la economía argentina se vio favorecida por una serie de factores endógenos y por el contexto internacional. El gobierno de Néstor Kirchner no sólo logró acordar con la mayor parte de los acreedores externos, sino que además fue cuidadoso en mantener una situación de superávit entre los gastos y las erogaciones del Estado.

En gran medida, esto fue posible gracias al crecimiento sostenido de la economía brasileña. Sus 200 millones de habitantes se transformaron en una verdadera locomotora que traccionó la producción argentina.

Pero eso no fue todo. Además, el precio internacional de la soja se disparó hasta alcanzar niveles récord, lo que aseguró al país un ingreso constante y creciente de divisas.

Fueron los años de gloria en la economía kirchnerista. Sin embargo, durante el último tramo del gobierno de Cristina Fernández al poder este ciclo virtuoso comenzó a agotarse. La cotización de la soja se derrumbó en un 50 %, mientras Brasil iniciaba una etapa de estancamiento que derivaría en un proceso recesivo que se mantiene -y agrava- en el presente.

En este contexto internacional adverso, Cristina Fernández incrementó los gastos del Estado de manera extraordinaria, favoreciendo un proceso inflacionario cuyos efectos siguen haciendo verdaderos estragos al país.

Si el gobierno de Cambiemos decidiera recortar dichos gastos para equilibrar las variables macroeconómicas, produciría un ajuste brutal.

La única forma de obtener recursos, sin pagar por ellos tasas astronómicas de interés, pasa por salir de una vez por todas del default que se mantiene vigente desde diciembre de 2001.

Es verdad que el paso dado por la Cámara de Diputados de la Nación no soluciona ninguno de los problemas actuales de la economía argentina. Sin embargo, habilita la posibilidad de que el gobierno obtenga una herramienta válida para comenzar a tomar decisiones. El futuro, en definitiva, dirá si éstas fueron acertadas.

Paradójicamente, esta supuesta debilidad del actual gobierno puede convertirse en su mayor fortaleza.