De domingo a domingo

Entre el sinceramiento o el ajuste, la gente duda si eligió bien

Por Hugo E. Grimaldi

DyN

A estas alturas, resulta imposible cristalizar la situación y retrotraerla al 22 de noviembre pasado. Ese día, más de la mitad de la ciudadanía se decidió a votar nada menos que por un cambio de paradigma que desactivara de cuajo el modelo populista de cierre de la economía y de preeminencia del Estado-dador, de cortoplacismo y de consumo, y por poner en marcha un nuevo modelo que enterrara todos los cepos y el aislamiento internacional, que combatiera la delincuencia y el narcotráfico y, sobre todo, que ayudara a recuperar la esperanza a millones de personas que, aunque asistidas, habían perdido el tren del progreso personal y familiar. Aquel domingo, Mauricio Macri fue respaldado como ejecutor de esta acuciante necesidad que expresaba la sociedad y hasta allí nadie puede sentirse estafado, ya que es lo que se había prometido en la campaña.

Hoy resulta inevitable contrastar aquellas ilusiones, aún las de muchos de quienes habían votado por Daniel Scioli, con la realidad que ha impuesto la dinámica de la ejecución, que hizo lo suyo en los bolsillos y, sobre todo, en el interior de las personas durante estos cuatro meses. “Es el precio que estamos pagando por el cambio, pero creemos que después de mitad de año esto se da vuelta”, se sinceró esperanzado el último viernes un alto funcionario del gobierno nacional ante DyN, no sin antes hacer alguna velada autocrítica sobre los defectos del funcionamiento interno del gobierno en materia económica. La esperanza en el segundo semestre aún está latente en varios referentes, pero esta última semana el ministro de Producción, Francisco Cabrera, corrió el arco: “en agosto o setiembre terminará el proceso de normalización de la economía y empezará a bajar la inflación”, sostuvo.

El legado

Ya sea porque la herencia que recibió Macri fue más que venenosa o bien porque al nuevo gobierno le vienen fallando los tiempos, las secuencias elegidas, las formas de comunicación, el modo de gerenciar la situación económica o aun los ejecutores, lo cierto es que hoy, ya se quiera bautizar la cuestión como “sinceramiento” o como “ajuste”, muchos de aquellos votantes se sienten más que defraudados porque las dificultades objetivas de su vida de todos los días han empeorado y aquellas esperanzas de prosperidad vuelven a desvanecerse en el corto plazo.

Del legado deberían hacerse cargo quienes aún defienden de forma irrestricta el modelo anterior y aquellos que, cuando se les habla de la corrupción, miran para otro lado o lanzan frases hechas al estilo de “sólo veo gente contando plata”. En este sentido, el kirchnerismo está bastante jaqueado desde el lado de la Justicia, ya que todos los días aparecen causas que involucran a ex funcionarios, a los amigos del poder y hasta a la ex presidenta Cristina Fernández, algunas más escandalosas que otras y determinantes durante las últimas semanas para que la opinión pública haya levantado su confianza en el gobierno.

Más allá del resto de la oposición, que hace su juego desde la lógica de la crítica, en estos días de gran confusión por lo impresionante de los ajustes se ha visto y escuchado a muchos simpatizantes del kirchnerismo operar para eludir aquellos temas que involucran el desvío de fondos públicos, tal como si fuesen iluminados, haciendo gala de altas dosis de hipocresía y como si no tuvieran nada que ver con el desaguisado económico, financiero, político e institucional que recibió el actual gobierno. Estos cultores del oportunismo, quienes recién hoy salen a pronunciar la palabra “inflación” y se llenan la boca con el término “tarifazo”, después de haber mantenido demagógicamente pisados los precios de los servicios públicos durante años o que hablan del “desempleo” como si ellos no lo hubieran disfrazado con masivas designaciones en el Estado, usan esos argumentos para tratar de salvar del incendio de disgregación política al kirchnerismo y han conseguido por estos días aliados impensados, una de ellos, la gestora de Cambiemos, Elisa Carrió, quien para deleite K, le pegó duro a su propio gobierno.

Más pobres

Pero, también, resulta que ahora son fervientes creyentes de las lapidarias estadísticas de la UCA sobre la pobreza que, de modo sorpresivo, esta vez extendió la medición de 2015 al primer trimestre de este año con “ejercicios de simulación y proyección de las tasas de indigencia y de pobreza... bajo una serie de supuestos sobre el comportamiento de la Canasta Básica Alimentaria y otros factores de política social”. Por supuesto que la paranoia siempre típica de los gobernantes ha creído ver en esta movida del Observatorio de la Deuda Social la mano del papa Francisco, pero en todo caso es un condimento que no debería ocultar lo que plantea la realidad de estas proyecciones.

Bien leídas, indican que desde que se supo que Macri sería presidente, los agentes económicos empezaron a mover los precios y que a cada acción de sinceramiento de la economía, los formadores le respondieron con retoques al alza. La contrapartida fue que, por motivos de calendario, en los bolsillos de la gente no entró ni un solo centavo más vía paritarias. Si se sigue la secuencia, el fin del año pasado marca que las políticas del kirchnerismo habían dejado un país con más 11,5 millones de pobres y que por lo sucedido durante el primer trimestre de 2016 en materia de inflación y de ajustes macroeconómicos, ya bajo el nuevo gobierno, la cifra aumentó según las confiables “simulaciones” de la UCA en 1,4 millón más, subiendo el nivel a cerca de 13 millones de personas en situación de pobreza.

Para quien ha dicho, como Macri, que uno de los objetivos esenciales de su gobierno es llegar a la cota de “Pobreza cero” la vara se le eleva un poco y no parece estar mucho peor desde lo práctico, pero el contraste con la realidad y el hecho de que se afecta cada vez a más gente, no deja de ser seguramente para él una frustrante primera batalla perdida, sobre todo tras los éxitos internacionales y tras haber mostrado su gobierno una estimulante muñeca política para hacer aprobar la Ley que permite el pago a los holdouts.

En este aspecto, la tarea cumplida por el ministro del Interior, Rogelio Frigerio, resultó impecable, ya que la mayoría de los gobernadores, necesitados de fondos como en tiempos de Cristina, olieron la nueva chequera, fueron al Congreso a convencer y acompañaron sin tapujos la sanción. Pero, no sólo eso, aislaron a los 16 senadores kirchneristas, quienes prefirieron expresarse en contra, por más que su jefe de bancada, Miguel Pichetto, colaborando positivamente con la gobernabilidad, dijo públicamente que “Néstor (Kirchner) también hubiese votado la Ley”.

Más allá de que el gobierno parece estar decidido a no contestar políticamente las irrefutables estadísticas de la UCA y aunque se ensayen justificaciones, esta Agencia pudo averiguar que el propio presidente está analizando cómo contrarrestar no sólo los efectos de las desgracias que padece tanta gente, sino el dar ya mismo algunos pasos necesarios para mejorar las expectativas económicas del resto de la ciudadanía.

Es evidente que el problema central es la inflación y que las medidas tomadas en materia de tarifas le van a poner más pimienta a la cosa, por lo que es probable que para llegar al tercer cuatrimestre se anuncien rápidamente algunos proyectos de Ley que vayan directamente a mitigar algo los bolsillos, sobre todo la baja del IVA a los alimentos, la universalización de la AUH y hasta un aumento del mínimo no imponible y también de las escalas más cercano a lo que quieren los sindicatos en materia de impuesto a las Ganancias, sobre todo después de la reunión que tuvieron las cinco centrales con diputados de todo el arco opositor.

Pero también hay dos cuestiones sobre las que se está trabajando en el gobierno y que no consta que hayan llegado al despacho presidencial: la posibilidad de que las empresas hagan ya mismo a sus empleados un pago extra o un adelanto a cuenta de futuros aumentos y un cambio en la toma de decisiones en materia económica, ya que el esquema de cinco ministerios y dos coordinadores en la Jefatura de Gabinete parece que no funciona tal como se lo había imaginado para no depender de un súper ministro de Economía como en otros tiempos.

Llamó la atención el viernes que la vicepresidente en ejercicio del Poder Ejecutivo, Gabriela Michetti, lo haya llamado a la Casa Rosada a Alfonso Prat-Gay, titular de Hacienda y Finanzas e impulsor técnico de la negociación con los fondos buitre, para hacerle preguntas sobre una decisión que, aunque sus efectos impactarán positivamente en el déficit, él no piloteó desde lo práctico, como fue la suba de las tarifas, ya que las de colectivos y trenes estuvieron en el área de Guillermo Dietrich y las de gas y agua en el ministerio de Juan José Aranguren.

Recuperar la confianza

Ahora viene la etapa de salir a buscar fondos al exterior para pagar los bonos caídos y llegará la inserción en los mercados de provincias y empresas que, junto a los dólares de la cosecha van a ponerle cierta tranquilidad al mercado de cambios, hasta estos días bastante reprimido por la acción de las tasas del Banco Central. Tras lo sucedido en el Congreso y como forma de mostrarle a los inversores externos mayores datos sobre planes ciertos en materia fiscal y monetaria se espera que, en los próximos días, se den a conocer públicamente dos programas más afinados al respecto.

El largo desierto está aún por delante y al gobierno le faltan estaciones muy difíciles para que retorne la confianza que bien pudo haberse quedado por el camino en estos días en muchos de sus votantes, sobre todo considerando que algunos ajustes de tarifas no cubren aún los costos de los servicios y que hay resistencias en las empresas, sobre todo porque el proceso de parate productivo, con Brasil de por medio, amenaza con extenderse demasiado.

El propósito de Macri y de su gente es seguramente cruzar ese desierto sin más ampollas en los pies, pero al igual que en el gerenciamiento de compañías o tal como pasa en una ciudad tan grande como Buenos Aires, hay piedras por delante. Sin embargo, éstas de la política nacional son enormes y hay cascotes que llueven de todos lados. La lección que debe haber sacado el presidente es que la fama es efímera, tanto como la adhesión social a cuestiones que, cuando tocan el bolsillo y varía el humor, pueden tornarse irrealizables. Lo bueno para él es que aún tiene 45 meses por delante para recrear la mística debilitada.

El largo desierto está aún por delante y al gobierno le faltan estaciones muy difíciles para que retorne la confianza que bien pudo haberse quedado por el camino en estos días en muchos de sus votantes.