llegan cartas

A los ciudadanos sólo nos queda la palabra

MARÍA BEATRIZ VERA CANDIOTI

DNI. 20.283.184

“Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos”. Estas líneas expresan el apoyo incondicional mío y de mis hermanos a nuestro padre.

Él siempre creyó en las instituciones, en las leyes, en el orden social, y llevó su vida adelante respetando los principios que devienen de ellos, a rajatabla. Como persona, su actitud ha sido intachable. Seguidor de Mons. Zazpe, “porque estaba con los pobres”; generoso; siempre movido por la rectitud de sus principios cristianos, tratando de colaborar para aliviar el dolor de los demás desde donde le tocó actuar en la vida.

Su actitud, es como la de Sócrates, que aun sabiendo que no era culpable por lo que se lo enjuiciaba, eligió someterse a la Justicia griega, bebiendo la cicuta; así hasta su muerte pasó a ser un ejemplo de coherencia entre su prédica y su obra.

El pedido de condena a quince años de prisión a una persona de 76 años de edad es prácticamente una cadena perpetua, un destierro en vida.

Las instituciones también se equivocan, sobre todo cuando actúan por intereses políticos. En este juicio ha estado totalmente e intencionalmente ausente la verdad.

¿Será necesario seguir sacrificando inocentes en orden a saciar el odio y los intereses políticos de un grupo? ¿Será que los argentinos no aprendimos que la guerra, el rencor, las armas, no llevan más que a la desolación y a seguir un camino de nunca acabar de unos contra otros? ¿Cuándo podremos dar punto final realmente desde nuestros corazones a toda rivalidad?

Éste es un llamado a la solidaridad, a ablandar nuestros corazones.

Cuando las instituciones encargadas de mantener el orden y de perseguir el Bien Común fallan, a los ciudadanos nos queda sólo la palabra, que nos deja la posibilidad de decir nuestra verdad, aunque sea sin grandes titulares ni sensacionalismo.

Los hijos del condenado nos sentimos impotentes, tristes y desilusionados ante la realidad, pero no queremos que este mal ejemplo cunda en la juventud, ya propensa al individualismo.

¿Cómo explicarles a nuestros hijos que el buen comportamiento y la rectitud, que el jugarse por las personas y las familias, a pesar de los procedimientos y la burocracia, se premia con una condena?

Para ubicarse en el tema, sólo tienen que ver las noticias acerca del juicio que se está desarrollando en los tribunales federales por “delitos de lesa humanidad”, donde se lo enjuicia a nuestro padre por “ocultamiento de identidad” de una niña en el año 1977, a la que él, como juez, en realidad la salvó de agonizar, entregándola a la familia que le dio abrigo, amor y sin la cual hoy ¡no existiría! Mi padre se jugó por esa niña, especialmente teniendo en cuenta su estado de salud delicado.

Es posible suponer entonces que el Dr. Luis María Vera Candioti haya tenido alguna animosidad para ocultar la identidad de la niña, cuando es el único caso en miles que pasaron por su juzgado.

Los padres de la niña decidieron en su sano juicio “tomar las armas”, sin medir las consecuencias que eso le traería a su familia. Si ellos hubiesen sobrevivido a la guerrilla, ¿estarían siendo enjuiciados del mismo modo?

Si entre los lectores de esta carta se encuentra alguien que acuerda conmigo, sería bueno que lo expresara del modo que pueda. Nuestro padre lo vale y nuestra sociedad lo requiere. Todos tenemos derecho a la verdad.