“ARÉVALOS” EN EL TEATRO MUNICIPAL

De víctimas y victimarios

De víctimas y victimarios

El pasado siempre retorna; el presente tiene carnadura y el futuro plantea varias intrigas. Foto: Gentileza Producción

 

Roberto Schneider

Sobre el escenario de la Sala Mayor del Teatro Municipal se oye con nitidez el crepitar del fuego y disparos, muchos, que provienen de ametralladoras. La referencia a la historia negra de los argentinos es clara. En la génesis de “Arévalos”, la última propuesta del Grupo Res estrenada días pasados sobre ese particular escenario, casi se suspenden los privilegios del verbo. No obstante, la historia brota intacta, presentando la situación más humana: el amor entre hombres y mujeres desde una variante singular: la corporalidad elegida como elemento primordial para la conformación de un eje estructurante que luego resultará doloroso. Esencialmente, cuando surja la lucha entre las víctimas y sus victimarios.

Sobre la escena están los actores, dibujando con signos corpóreos universales algo más universal aún: el tiempo a través del amor, el amor a través del tiempo. Seis intérpretes dan vida a los personajes. Sus cuerpos tienen la fuerza necesaria en el espacio y todos, de algún modo, entablan una lucha desesperada por rescatar los sentimientos. A todos los pelea el tiempo. El pasado siempre retorna; el presente tiene carnadura y el futuro plantea varias intrigas.

Hay un verbo siempre insinuado en el devenir temporal. Ese verbo que coquetea y amenaza con aparecer, pero que sobre el final queda inmerso en la escena. Desde la dirección general del espectáculo, Juan Berrón logra una totalidad en la que los aspectos estéticos están sumamente elaborados, obteniendo signos plásticos, musicales —el diseño del mundo sonoro de Esteban Coutaz, interpretado en vivo por el mismo autor, es un protagonista excelente— y una cuidada semiótica corporal que conforman un código efectivo.

La interpretación es correcta. Victoria Roldán, Sergio Trevisán, Lucas Aráoz, Guadalupe Ferrero y Rocío Pagola tienen la suficiente entrega propuesta desde la dirección. Se destaca Julieta Vigo porque resuelve con indisimulable pasión las aristas de un personaje de difícil resolución. La actriz le otorga cuerpo y voz a un rol sumamente ambiguo que resuelve con solidez. Está bien dispuesta la escenografía de Pablo Rolandelli; son buenas las luces de Leandro Osorio y suma aciertos el vestuario de Gisela Budassi.

“Arévalos” propone sobre el escenario una batalla sorda, feroz, minuciosa, que examina aspectos dolorosos de la propia condición humana. Indaga con dolor, a veces con vehemencia. Hace surgir la desazón, el miedo, la inseguridad y los interrogantes que provoca el engaño y la actitud ante la muerte, para construir una alegoría que incluso golpea en el lugar exacto.