Señal de ajuste

Paciencia, cordobeses. Calma, Echarri

E4 - NINA Y MANUEL.jpg

El papel de Nina le ofrece a Griselda Siciliani la oportunidad de emborracharse con un histrionismo sin límite. Foto: Gentileza Telefe

 

Roberto Maurer

En las filas de las ficciones argentinas se disimula un sentimiento de derrota o de virtuosa resignación, al asumir con realismo que un promedio de 12 puntos para una telenovela diaria resulta aceptable en estos tiempos de transformaciones que ha afectado a la televisión de aire castigándola con un descenso gradual de sus audiencias. Con un lenguaje neutro, el desastre es denominado “los parámetros actuales”.

“Los ricos no tienen permiso” y “La Leona” dieron el más reciente testimonio del fenómeno: nadie puede discutir que El Trece y Telefe no mezquinaron fichas a la hora de apostar a la temporada 2016. Sin embargo, ricos y leonas arrojaron índices mediocres de audiencia, según criterios de antaño y que ahora se consideran normales. El éxito de las tiras turcas, coreanas y brasileñas fue un síntoma que pudo ser tomado como aviso, y ahora el suceso bíblico carioca cayó como una bomba: ¿Quién pudo imaginar que el público argentino estaba clamando por Moisés y sus andanzas en un Egipto de chocolate?

EL MALDITO PÚBLICO

Faltaba otra sorpresa, y la produjo la irrupción en Telefe de “Educando a Nina” que, como dato secundario, presenta la paradoja de que la protagonista de la tira de Telefe es la esposa del mandamás de El Trece. Como se sabe, arrancó muy bien y en lugar de bajar, como ocurre habitualmente -porque el público primero la mira para ver qué onda-, mantuvo o casi mejoró su perfomance en la medición. Al parecer, y nadie lo suponía, el maldito público estaba esperando una tira entre la comedia y el grotesco, y a Griselda Siciliani, cuyo destino de figura central de la tele nadie había sospechado. Ni su propio marido, Suar.

Como se sabe, la actriz interpreta a mellizas separadas al nacer. El destino dispone de una cuna de oro para la insufrible Mara, en tanto Nina ha crecido en un hogar humilde y es corista de un ídolo del cuarteto inspirado muy visiblemente en el difunto Rodrigo.

El papel de Nina le ofrece a Griselda Siciliani la oportunidad de emborracharse con un histrionismo sin límite, mientras la trama explora con clara vocación caricaturesca el mundo de la bailanta de habla hispano-cordobesa. Y sin esfuerzo. No abundan las sutilezas y el uso del término “culiao” es un recurso imprescindible.

El universo de la clase pudiente, en cambio, repite las convenciones del género, y apela a la receta conocida de colorear la acción con algunos personajes gays o amanerados.

LOS OFENDIDOS

“Educando a Nina” fue favorecida con el handicap de la polémica: el pueblo cordobés salió a defender la pureza de su habla y atacar la tonada artificial de los actores, mientras los cuarteteros se declaraban ofendidos por su exposición al ridículo.

La primera en reaccionar fue Coki Ramírez, a quien recordamos como a la mimosa cantante protegida de Tinelli, que manifestó que deberían haber contratado a cordobeses auténticos. Por su parte “la Tota” Santillán se quejó por que “están mostrando a los cuarteteros como si fueran todos cuadrados y no es así”. En efecto, no son todos cuadrados, aunque no sabemos en qué lado ubicar a “la Tota” Santillán.

Griselda Siciliani contestó razonablemente. “La verdad -dijo- es que la actuación es exactamente eso, es actuación. Es como si uno dijera: ‘Y para hacer de la cheta, ¿por qué no llaman a Esmeralda Mitre?’. No, lo hago yo, porque soy una actriz que voy a componer eso. Y esa piba es así. Alguien me podría decir: ‘Bueno, pero la gente de clase alta no habla así, no dice esas cosas pero es así’. Cuando uno cuenta algo en ficción, cuenta la historia de esos personajes, no contás cómo es el cordobés”.

Verónica Llinás anima a la madre del cantante símil de Rodrigo -o sea que se inspira en Beatriz Olave- y pidió calma. “Téngannos paciencia, cordobeses. Ya nos va ir saliendo mejor, o se van a ir acostumbrando, los admiramos mucho”, tuiteó, mientras la verdadera Beatriz Olave, apenas emitido el primer capítulo, pidió respeto para su malogrado hijo.

Además, defendió enérgicamente a la cultura cordobesa: “Nunca pensé que se podían burlar de esa manera de los cordobeses. Yo tengo humor, pero nosotros no hablamos así. El humor cordobés es muy lindo y sano. Si me están imitando a mí, no me llega porque yo no hablo así y nunca traté así a mi hijo. Yo miro ‘Los ricos no piden permiso’, que está cada vez más hermosa. No me da para cambiar de canal y mirar una estupidez en otro lado”.

Tan significativo resultó el éxito del Viejo Testamento a la brasileña y el picante mundo cuartetero, que entre Moisés y Nina sepultaron a “La Leona” en el horario de las 23.30 y explotó Pablito Echarri.

“Esas cosas siempre te tocan cuando hacés algo que te cuesta tanto como producir un programa de televisión y que uno hace con muchísima pasión. Entrás en un horario y después empieza a cambiar, sí, te impacta, te duele. Después entendés que responde a necesidades de programación, vas tragando el sapo. Hay una forma de medir el rating en Argentina que está bastante obsoleta, hay clases sociales que no se miden y que en los últimos años han accedido al consumo, y que son muchos de los consumidores de ‘La Leona’ y Telefe”, dijo el lastimado Echarri acudiendo al manual básico de sociología K para justificar un vulgar rating desfavorable.