Señal de ajuste

¿Llegó la inteligencia a la tele?

¿Llegó la inteligencia a la tele?

El periodista Jorge Lanata es el conductor de “El argentino más inteligente”, en El Trece.

Foto: Gentileza El Trece

 

Roberto Maurer

Aunque suele resultar de mal gusto asociar la palabra “inteligencia” con la televisión, Jorge Lanata debutó como conductor de un programa de juegos titulado “El argentino más inteligente” (El Trece, los miércoles a las 22.30). El famoso periodista se confesó un poco cansado de la política, aunque existan otras opciones para la fatiga que la de animar juegos en la tele. La pesca, por ejemplo, aunque estas excentricidades son, precisamente, las que mantienen viva a la popularidad.

De acuerdo con lo que Lanata venía anticipando, no se trataría de un programa bobo de entretenimientos, sino de un pasatiempo inteligente: algo diferente en el género. No fue necesario esforzarse demasiado en desenvolver el paquete y descubrir que “El argentino más inteligente” es un “Feliz domingo” sin viaje a Bariloche.

Un periodista de volumen anima un programa de juegos al mismo tiempo que un fiscal federal de camperita celeste se adueña de las pantallas capitaneando una caza del tesoro al frente de un ejército con perros entrenados para oler plata, helicópteros y palas excavadoras. Del mismo modo que Lanata no es Marley, el regordete funcionario judicial no es Indiana Jones, y busca botines inhallables porque ha llegado tres años tarde. Así, con su espectacular reality show puede lograr la frustración final del público y los jefes y jefas del ex bancario se sentirán aliviados.

No se necesita una legión de gendarmes, helicópteros y retroexcavadoras con fondo de paisajes de la estepa, sino un buen contador y un lápiz de punta afilada que puedan encontrar la prueba del delito de sobreprecios en la obra pública. Y la Justicia podría convocar como perito al joven contador que en el primer programa de Lanata fue consagrado como el más inteligente entre cuatro participantes y pasó a las finales. De no ser así, debería aceptarse que el argentino más inteligente que busca Lanata es Lázaro Báez.

LA TEORÍA

El programa de Lanata se basa en la teoría de Howard Gardner, que en 1983 reformuló las ideas acerca de la inteligencia humana afirmando que son ocho. El efecto inmediato, suponemos, fue procurar una coartada a los chicos que no se esforzaban en levantar una nota: está bien, ¿pero no me vieron haciendo paredes en el área?, podía ahora contestarle a sus padres. De este modo, la teoría de las inteligencias múltiples penetró en las ciencias de la enseñanza promoviendo a la fama al profesor de Harvard que la formuló. No solamente es de aplicación mundial, sino que también ha resultado útil para montar un show de la tele a la cual llegó luego de que hace unos años Lanata hiciera una entrevista a Gardner en aquel ciclo dedicado a lo 26 tipos que podrían salvar al mundo.

A despecho de Lanata, hay quienes piensan que Gardner no solamente no podría salvar al mundo, sino que sería un farsante, ya que algunos de los métodos que se desprenden de su teoría ya eran usados por las viejas maestras. El psicólogo Robert Sternberg, creador de la teoría triárquica de la inteligencia, se ha preguntado si alguien es mentalmente limitado porque carece del sentido del ritmo, ya que Gardner parece suponer que sus ocho formas de inteligencia son de un valor equivalente.

Por su parte, el especialista en evaluación psicológica Lewis Aiken sostiene que las ideas de Gardner se basan más en la intuición que en los resultados de investigaciones empíricas. Acusan a Gardner de un determinismo biológico que no considera contextos culturales, y que simplemente reemplazó ideas sobre el talento o la habilidad formuladas hace ochenta años para venderlas con un nuevo nombre. El fenómeno es conocido: se llama moda.

EXTRAÑANDO A MARLEY

Los detractores sostienen que no existen tests para medir estas “inteligencias”. En la televisión, sí. Y son útiles para un show de la tele, que justamente consiste en realizar diversos tests a cuatro participantes por emisión, incluyendo un bomboncito en minifalda cuya inteligencia no parece ser lo más importante. También se acude al recurso del invitado famoso, esta vez Mario Pergolini, un antiguo animador picante devenido en empresario con algún negocio escabroso y socios de la mafia.

La edición es tan acelerada que las pruebas dejan afuera al espectador, que no las entiende, pero que tampoco está obligado a sentirse un bruto por ello.

En ese movimiento continuo acompañado por gritos de locutoras en off, los propios participantes se desorientan y sus respuestas parecen dictadas más por el pálpito que por su capacidad mental. Jorge Lanata logra que uno extrañe a Marley. Y algunos, tal vez, al energúmeno de Mariano Iúdica, aunque ambos no reúnan las ocho inteligencias de Gardner, ni siquiera una sola.