Editorial

  • La Argentina parece condenada a caminar en círculos y reiterar errores que costaron caro.

El país de las recetas mágicas

La Argentina parece empeñada en sostener su histórica costumbre de buscar soluciones surrealistas a los problemas concretos y palpables.

En los noventa, la sociedad disfrutó de la fantasía de la paridad cambiaria entre el peso y el dólar gracias a un descomunal endeudamiento externo. Sin embargo, en un momento determinado la falta de competitividad desembocó en el desempleo creciente y en la imposibilidad de hacer frente a los compromisos. Un cóctel trágico que terminó estallando durante el gobierno de la Alianza, que no fue capaz de sincerar a tiempo el rumbo económico.

A lo largo de los últimos años, los argentinos se convencieron de que los servicios públicos debían ser un regalo del Estado a través de subsidios insostenibles que contribuyeron a incrementar el déficit, a multiplicar la emisión monetaria y a potenciar los niveles inflacionarios. Hoy, la sociedad paga las consecuencias de haber creído en este espejismo. Y lo hace a partir de incrementos tarifarios drásticos que, a su vez, alimentan la inflación.

Pero la lección sigue sin ser aprendida. Frente a la crisis del momento y al enfriamiento evidente de la economía, amplios sectores del sindicalismo y de la oposición impulsan medidas tendientes a evitar posibles despidos de trabajadores.

Sin embargo, no lo hacen a través de proyectos que tiendan a incrementar las inversiones, abrir nuevas fuentes de empleos o motorizar de manera genuina la economía nacional. La salida, una vez más, apunta a una suerte de receta mágica: una “Ley Antidespidos”.

El Senado de la Nación acaba de aprobar un proyecto que declara la emergencia ocupacional. El objetivo es prohibir los despidos por 180 días en el sector privado y en el Estado nacional; y fijar la doble indemnización como opción para el trabajador, mientras dure la emergencia.

Pronto será el turno de discutirlo en la Cámara de Diputados de la Nación. Sin embargo, el presidente Mauricio Macri adelantó que, en caso de que este proyecto termine siendo aprobado, lo vetará, por considerar que no se trata de una solución de fondo a los problemas reales y porque, además, representaría un nuevo “cepo” en una Argentina que necesita de manera imperiosa de inversiones que permitan recuperar el dinamismo de la economía.

Esto no significa que el gobierno deba asumir una actitud pasiva frente a posibles conflictos laborales o despidos de empleados. Todo lo contrario.

Será imprescindible que, frente a este tipo de escenarios, la Nación apele a herramientas efectivas para contribuir al sostenimiento del empleo. Por ejemplo, a través del apoyo económico temporario para empresas en dificultades.

De hecho, el gobierno prorrogó la vigencia del Programa de Recuperación Productiva (Repro) hasta el 31 de diciembre próximo. Se trata de un mecanismo que comenzó a implementarse hace 14 años, a través del cual el Estado se compromete a abonar a los trabajadores beneficiarios el dinero necesario para alcanzar su salario. Como contrapartida, las empresas se comprometen a mantener la dotación total de personal.

Líderes sindicales que no fueron capaces de levantar su voz mientras el kirchnerismo se negaba a dar respuestas a los mismos reclamos que hoy plantean, adelantaron un “plan de lucha” en caso de que Macri vete la “Ley Antidespidos”.

La Argentina parece condenada a caminar en círculos y reiterar errores que costaron caro. La realidad, tarde o temprano, termina por imponerse. Los atajos y recetas surrealistas, irremediablemente llevan al fracaso.

La realidad, tarde o temprano, termina por imponerse. Los atajos, irremediablemente, llevan al fracaso.