LOS NO OLVIDABLES

Juana de América, Juana de Ibarbourou

Por María del Carmen Villaverde de Nessier (*)

Sabemos que para un buen lector, las palabras tienen olor, sabor, color, distancia, historia y presencia; desplazamientos significativos desde lo personal y lo social. Así, una mujer de armonía poética y espiritual, verdadera amante de la trascendencia y la belleza, tiñó con todos estos sentidos sus palabras sonoras, fue una Mujer-Poesía.

Tuve la alegría de conocerla en su casa de la calle 8 de Octubre de Montevideo donde después cerró los ojos a la vida. La sentí plena, total, con admiración y asombro porque había sido invadida por la luz de sus palabras desde muy chica. Pude de verdad sentir el olor a manzanas de sus aparadores.

Intercambié con ella varias cartas y guardo con emoción los libros que me obsequiara. Siempre admiró la belleza, diciendo de ella en una de las últimas entrevistas: “Rosa recién abierta sin premoniciones ni fallas”. Amaba el mar, el amanecer, la luz, la vida.

Decía que “la naturaleza, la vida de los hombres y las mujeres que habitan este gran mundo de vivir todas las horas en comunicación ardiente, objetiva y subjetiva debía ser asumida desde sus realidades y esencias”: “He tendido la mesa/ ¡Dios quiera que esta noche él no demore,/ y que como otras veces/ con sus amigos por el centro cene/ mientras yo aquí tan sola!/ Concluyo por llorar si es que no viene”. (“Las lenguas de Diamante”).

Su amor por todo la hizo derramar a cada paso de su “ir siendo”, naturaleza, tierra y cielo: “Hemorragia de luna sobre el parque,/ una brisa de encanto pasa el ala por mi frente.../ Luz, luz, la del día y de la noche/ para llegar a María, nuestro fervor de siempre” ( En “Loores de Nuestra Señora”).

Juana fue un anticipo de la poesía y de la prosa post-romántica; costumbrista y real, armónica y sonora: “El alma duerme en lo alto del monte que guardan los arcángeles.../ Volveré al alba cuando crezca la montaña de los cantos/ y en la pupila se me encienda el día”. Que reaparezca entre nosotros la Juana de todos los días, del amor y de la naturaleza reverdecida; que nos renueve la esperanza en la mirada de lo posible, de lo bueno que nos guardamos en secreto en el corazón.

Ella nos llevará como una “estrella matutina”, al decir de Ventura García Calderón, porque fue una heroína de anticipación que supo resumir con armonía todos los perfumes de la tierra y el cielo: “Soy libre, sana, alegre, juvenil y morena...”.

Así nos habló y nos dejó sus palabras para tener presentes, esta enorme Juana de América. No siempre fue comprendida entonces pero siguió en la ruta, sin anclajes, siempre viva: “La rosa desnuda de mi boca está allí...”.

Leyéndola se siente una constante invitación a ascender, a subir por el plano terreno de lo cotidiano y repetido a un lírico estado de superioridad y espiritualidad común a todos los mortales. Cada elemento, cada situación nos va llevando a una realidad nueva, recreada, a la vez personal y universal (“Raíz salvaje”, “El cántaro fresco”).

Todos los capítulos de “El cántaro fresco”, cada uno fácilmente identificable por parte de los niños (“Los sueños de Natacha”), los jóvenes, los adultos; tiene luz propia, anuncio de lo posible, pensable, deseable: vida-amor-ternura, que en estos tiempos “líquidos” e indiferentes, debemos recuperar para el logro de una clara identidad, con la participación necesaria, concreta, de lo cotidiano, sin falsedades, ni desalientos, ni marginaciones. La conquista de lo ascendente desde lo real y tangible con la propia fuerza expresiva que viene de adentro del ser y se comparte.

Es imposible, tanto ayer como hoy, no compartir y reanimar, las vivas y entusiastas vibraciones de la vida palpitante en “Chico Carlo”; seguro que todos sentimos alguna vez con el corazón las ilusiones despertadas por una mancha en la pared o el paso de un vendedor de naranjas.... “Yo sé que existieron todos los seres que veo moverse en ese tiempo casi inconcebible de antes, de hoy... Yo sé que Feliciana fue tierna, feliz.., yo sé que todo lo que narro aquí es verdad y se lo dejo a todos”.

Ella fue un paladín, una adelantada del amor y la belleza para sentir y compartir. De cada uno de sus textos se escapa el hechizo de una belleza espléndida sublimada por los atractivos laberintos de su imaginación y espiritualidad: “Aquí la tierra ni siquiera es tierra; no tiene azul, ni libertad, ni aurora. Se han vuelto acero hasta las golondrinas...”. Lo vio y lo sintió todo, la vida, la muerte, el amor, la esperanza: “Qué montón de polvo seré cuando muera, el sol calentará mis huesos”. “Hoy me pesa la carne, hoy el alma se va y me curva el cansancio de soñar y soñar”. Y ella está allá, en la luz de Dios y las estrellas. Leámosla juntos.

(*) Pte. de ASL- Ex Delegada Argentina del Ibby- Unesco.