El problema y la solución

Las cifras publicadas por Unicef disipan polémicas absurdas y sacan a la luz la peor de las crisis: la del futuro de un tercio de los argentinos. Se impone un replanteo de la política y sus métodos de gestión.

Federico Aguer

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El 30 por ciento de los niños argentinos de hasta 17 años es pobre, y más del 8 por ciento es extremadamente pobre, según un informe de la entidad transnacional. Su pobreza es “multidimensional”, según las 28 variables utilizadas para mensurarla. Es decir que no solo les falta plata, sino que carecen de acceso a una salud digna, y están expuestos a la violencia de forma cotidiana.

El campo, que sostuvo con su aporte la salida de la crisis del 2001, ya no tiene la misma espalda para repetir la historia. Pero es a todas luces el único sector de la economía en condiciones de plantearse el desafío.

El mundo es un mercado ávido de nuestros productos. El consumo de carne se va a multiplicar por 6 hacia 2050, motorizado por el crecimiento demográfico de Asia. Las energías renovables (solar y eólica mayormente) son un nicho dormido, y el país dispone de ambas en abundancia. Una sola granja solar y eólica de California provee de energía a 255.000 hogares, mientras que en Argentina sólo el 1 por ciento de nuestra energía es de ese origen.

Se impone un nuevo orden dinámico en la división del trabajo, donde la web transparenta y desnuda los delitos de corrupción o lavado de dinero; y donde las plantas son fábricas de alimento y también de insumos industriales.

Pero la política necesita menos anuncios y chicanas y más gestión. En 2012 hicimos un informe central donde el gobierno socialista anunciaba soberanía energética en 5 localidades provinciales en base a los efluentes ganaderos y la biomasa a partir de los rastrojos o el bagazo de caña. Puros anuncios que hasta ahora no quedaron en nada.

En este país tan poco eficiente, lleno de recursos y potencialidades, esta realidad es una vergüenza nacional. El campo es parte de la solución, y requiere ponerse a trabajar.