En el Centro Cultural Provincial

La Sinfónica y el Polifónico, en una noche de lujos y emociones

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Los solistas tienen individualmente condiciones inmejorables en sus registros y lo demostraron con lo mejor de cada uno, como la impostación, la emisión y la articulación. Foto: Pablo Aguirre

 

Lilia Bachini

Un concierto realmente de lujo fue el que escuché en el Centro Cultural Provincial. Bajo la dirección del maestro Sergio Siminovich, se presentó en primer término una bellísima de obra de Mendelssohn: “La primera noche de Walpurgis Op 60”, toda una exquisitez, tanto en su contenido como en su interpretación. Causó placer la interpretación coral, aunque es justo aclarar que la Orquesta Sinfónica de Santa Fe jugó un papel importantísimo, como solista y acompañante, porque supo regular su volumen como corresponde.

A continuación, también se ejecutó la Sinfonía Nº 8 en Si Menor D 759 “inconclusa” con sus movimientos “allegro moderado” y “andante con moto”. La “Inconclusa” de Shubert sorprendió a la audiencia, pues fue una obra sinfónico-coral en donde los solistas, Laura Leal (contralto), Roberto Nadalet (tenor), Fernando Morello (barítono), Danilo Baldo (tenor) y Pablo Tavella (bajo) conformaron un quinteto que no siempre ensambla como en ésta oportunidad. Ellos (los solistas) tienen individualmente condiciones inmejorables en sus registros, y lo demostraron con lo mejor de cada uno, como la impostación, la emisión y la articulación, tres elementos que tienen que tenerse en cuenta para ser un buen cantante.

Cuánto me hubiese gustado ser partícipe de esto y de las innumerables obras que ejecuta el coro con mis ex compañeros, pero esa puerta se cerró. La naturaleza es sabia y conoce cuándo hay que hacer un paso al costado. Por suerte se abrió otra: ahora puedo evaluar y también autocriticarme. Seguramente muchas veces he tenido errores y quizás hoy los pueda reconocer, con la experiencia de mis años. Cuando joven, era impulsiva e irreflexiva y no entendía que las correcciones eran para optimizar lo que interpretábamos, como también para mejorar mi carácter. Ya lo entendí y quiero agradecerles a todos lo mucho o poco que aprendí, porque me hace muy feliz poder brindarle a la gente algo para que guarde en su saber y, en lo posible, difundirlo a través de este texto, porque el saber no ocupa lugar.

Quienes escriben obras musicales no tienen límites de tiempo. Hay quienes no cultivan la música, pero nacen con cierta inclinación a ella y también hay quienes teóricamente la conocen pero que no reúnen las condiciones para ejercerla. De allí el dicho “Lo que Natura non da, Salamanca non presta”, nada más exacto para diferenciar a los teóricos de la música de los músicos propiamente dichos.

La música y su poder curativo

Cuando observamos una obra pictórica, estamos viendo arte, que es la habilidad de las personas con su pincel o con su lápiz. Pero hay que circunscribirse a lo que se ve; no se puede elegir, sólo apreciarlo o rechazarlo y nada más. Con la música, la situación es diferente, pues se pueden seleccionar los distintos ritmos que ella presenta y los estilos, que son variados, como por ejemplo la música festiva, alegre, romántica, clásica y triste. Todas tienen su efecto sobre las personas y hasta la virtud de cambiar el ánimo. Para mí, la que puede tener más fuerza, es esa última, la triste; porque es capaz de sacar de adentro de un ser lo que está adherido desde hace mucho tiempo y hacer aflorar una lágrima salada, que más que salada es dulce, porque con ella se nos va el dolor no expresado; la emoción por haber brotado, la felicidad de haber emanado algo que no podía salir; y el alivio resultante al expulsar todo lo que afectaba al físico y al alma. Eso es la música, es muy poderosa, y créanme que es curativa.