editorial

  • Lázaro Báez acaba de advertir que Cristina Fernández no puede quedar al margen de la investigación por la que permanece detenido.

La corrupción como método

Lázaro Báez acaba de dar una señal perturbadora para quienes ejercieron el poder hasta diciembre del año pasado.

Leandro, uno de los hijos del empresario, encabezó un intento por apartar al juez Sebastián Casanello de la causa conocida como “la ruta del dinero K”, aduciendo que sólo investiga a su padre y a su hermano Martín -el que aparece en videos contando millones de dólares, y no hace lo mismo con funcionarios del gobierno anterior.

En otras palabras, Lázaro Báez le está diciendo a Casanello que Cristina Fernández y su entorno político y familiar no deberían estar al margen de las investigaciones. O, lo que es lo mismo, le está advirtiendo que la ex presidente podría tener responsabilidad penal en los hechos investigados.

Los antecedentes en este sentido resultan realmente alarmantes para el kirchnerismo. El último detenido en haber dado señales de estar dispuesto a hablar fue Leandro Fariña, quien finalmente se acogió al régimen del “arrepentido” y brindó a la Justicia información clave para desentrañar esta madeja de corrupción que alcanzó escalas realmente escandalosas.

Frente a estas circunstancias, el fiscal federal Guillermo Marijuán le ofreció a Leandro Báez declarar como “colaborador” en el caso. Esto significa que desde la Justicia se le están ofreciendo condiciones similares a las de Fariña, quien pudo así recuperar su libertad tras estar dos años en prisión.

La última vez que Cristina Fernández debió rendir cuentas a la Justicia por sus actos, el kirchnerismo montó un acto político frente a los Tribunales de Comodoro Py. Allí estuvieron miles de militantes, quienes escucharon un discurso con el mismo tono que la ex presidente solía utilizar mientras comandaba los destinos del país y un puñado de empresarios amigos del poder se enriquecía de manera obscena.

Cuesta comprender cómo, en nombre de una supuesta ideología política, puede tolerarse la corrupción como modo de ejercer el poder.

De todos modos, en los últimos días se conoció una posible respuesta para este “acertijo”. El periodista Hernán Brienza -conocido durante los últimos años por su acérrima defensa del kirchnerismo- publicó un artículo en el diario Tiempo Argentino en el que aseguró: “La corrupción aunque se crea lo contrario democratiza de forma espeluznante a la política... Sin la corrupción, sólo pueden llegar a las funciones públicas aquellos que cuentan de antemano con recursos para hacer sus campañas políticas”.

“No hay que ser ingenuos. Sólo son decentes los que pueden darse el lujo de ser decentes. Sin el financiamiento espurio sólo podrían hacer política los ricos, los poderosos, los mercenarios, los que cuentan con recursos o donaciones de empresas privadas u ONG de Estados Unidos”, sostuvo.

Un dato que no resulta menor es que Brienza publicó esta nota en un diario que se sostuvo durante la última década con los recursos del Estado, pero que fue vendido por sus dueños apenas Cristina Fernández abandonó el poder. En definitiva, se trata de un medio que sólo puede seguir funcionando porque sus trabajadores decidieron recuperarlo y transformarlo en una cooperativa.

Pero el punto esencial es que, desde la mirada kirchnerista, la corrupción es la única alternativa para que personas sin dinero -no era justamente el caso del matrimonio Kirchner- puedan hacer política. La reflexión, que podría traducirse en el eslogan “Sólo la corrupción nos hará libres”, se asocia con la teorización de la burguesía nacional como vector de la economía patriótica. Los resultados efectivos de esta perversión conceptual están a la vista: las fabulosas fortunas amasadas de la noche a la mañana -los Kirchner, Lázaro, Cristóbal, Ferreyra y Chernajowsky, entre otros- y el sostenido aumento de la pobreza, por el otro.

Un periodista K dijo que la corrupción “democratiza” a la política.