¿Qué tiene que hacer para terminar de enamorarnos?

Messi tiene un rival al que debería golear: el exitismo de los argentinos

  • Consiguió lo que hace 57 años nadie podía: tres goles entrando de suplente. Aun pulverizando récords, muchos lo siguen discutiendo en un país donde a la historia la escriben “sólo” los que ganan.
Messi tiene un rival al que debería golear: el exitismo de los argentinos

Imparable. Es difícil que vuelva a tener una efectividad como la del partido ante Panamá, pero con Messi nunca se sabe. Lo concreto es que su debut en esta Copa América genera enormes expectativas en relación al ansiado título para la Selección. Foto: EFE

 

Enrique Cruz (h)

(Enviado Especial a Estados Unidos)

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Pienso en cómo debe estar Marcelo Roffé, el psicólogo que trabajó durante años en la Selección argentina y que se declara “messista” de la primera hora. Pienso en los cinco balones de oro, en los 69 goles que lleva con la camiseta de la Selección (los 53 con la mayor, a uno de batir el récord de Batistuta, más los 16 que convirtió entre la Sub 20 y la Sub 23, cuando logró la medalla olímpica). Pienso en que ya es el jugador argentino con mayor cantidad de títulos ganados. Pienso en que es un jugador que ya le marcó a todas las Selecciones de Sudamérica. Pienso en que si algo le faltaba, era convertir tres goles entrando como suplente, un récord que tenía 57 años de existencia, en poder de Paulo Valentim.

Pienso en todo esto y veo la devoción que existe por él en todas partes del mundo y me pregunto qué más tendrá que hacer Messi para que en Argentina no se lo discuta. Y creo que todo viene por el lado de ese exacerbado exitismo que tenemos impregnado en nuestra piel como si fuese un ADN inevitable. El que gana o sale campeón es el que sirve y del segundo nadie se acuerda, es un perdedor. Esta es la ley primera. Es el principal mandamiento futbolero que tenemos los argentinos.

Hasta Maradona y Pelé se suman a la cruzada, tratándolo de un jugador sin personalidad. Confunden personalidad con temperamento. El de Maradona tenía incorporada esa dosis de prepotencia, de arrebato ante la adversidad. Vienen de cunas diferentes, tuvieron una niñez distinta y una formación diferente. A partir de allí, actúan en consecuencia, porque poseen una forma de ser también diferente. Messi tiene mucha personalidad y la demuestra adentro de la cancha. Pide la pelota, no se esconde y juega. Asume la responsabilidad a su manera. No se lo verá peleando contra los árbitros, protestando o agitando a sus compañeros. Lo hace pidiendo la pelota, cargándose la responsabilidad sobre sus espaldas y haciendo que el juego gire alrededor de él.

Recuerdo que en los 80, Maradona y Passarella se tomaban el avión para venir a jugar un amistoso para la Selección y volverse a Italia. Diego jugaba en el Nápoli y el Kaiser en la Fiorentina. En ese entonces, parecían Batman y Superman, yendo y viniendo a Europa como si fuesen a la esquina de su casa. Messi hace lo mismo. Es capaz de tomarse un avión privado para venir a jugar un partido amistoso en San Juan ante Honduras. Y lo hace con gusto porque disfruta jugando con la Selección, poniéndose esa camiseta y compartiendo con sus amigos.

Pero volvamos al exitismo de este país. Seguramente, si Messi sale campeón de esta Copa América, se sacará un peso de encima. Subcampeón en el Mundial de Brasil y subcampeón en la Copa América. Uno de los partidos definido en el tiempo de descuento y el otro por penales. ¿Cuál fue su error?, quizás no romperla en ese último partido. Contra Alemania, en el Maracaná, tuvo una que en cualquier otra circunstancia, entra. Como entraron las tres de anteanoche

en Chicago. Contra Chile, quedó solo, muy marcado y aislado por un equipo que no tuvo en claro cómo jugar esa final. Argentina le cedió la iniciativa a los chilenos, dejó que el local le maneje la pelota y Messi quedó acorralado entre la presión del rival y la inoperancia de su propio equipo.

En Chicago fueron a verlo a él y nada más que a él. Maradona lo cruzó antes y lo trató de falto de personalidad. Pelé asintió. Él, lejos de pensar en contestarles —jamás lo haría—, lo hizo con lo mejor que tiene: su fútbol y sus goles. A los 28 —casi 29 años— Messi sabe que está en un momento de su carrera en el que empieza a capitalizar conocimientos. Su hábitat es el área y lo demostró el viernes, pero puede ser muy claro jugando detrás del “9”, como intentó hacerlo en la mayor parte de esos fantásticos 30 minutos jugados en el Soldier Field. ¿Definitivamente delantero o tirado atrás para crear? No importa, donde se sienta más cómodo. El tema es que juegue, que esté bien. Lástima que se le cayó uno de sus compadres futboleros adentro de la cancha. Me refiero a Di María. Pero si Banega se le acopla y hay un “9” que la meta, Argentina es un equipo temible. Quizás sea el equipo al que nadie quiere enfrentar, al menos antes de una hipotética final.

Los mismos que creen que Messi no sirve porque no gana un título con la celeste y blanca, dirán que los tres goles se los hizo a Panamá. Vale una aclaración. Cuando Messi entró, el partido estaba 1 a 0, Argentina no podía marcar diferencias en el resultado y eso que el rival tenía 10 jugadores. Él se encargó de hacer esa diferencia y materializar una goleada que no se apreciaba mientras estaba en el banco o haciendo el calentamiento antes de entrar. Su desequilibrio fue preponderante y lapidario para los panameños. Y lo consiguió en media hora, dejando en claro también que su lesión ya forma parte del pasado y del olvido.

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La misma triste historia. Por tercer torneo consecutivo (Mundial 2014, Copa América 2015 y ahora), Ángel Di María sufre una lesión que lo margina de la competencia. Sin dudas, Messi (y toda la Selección) lo van a extrañar. Foto: EFE

LAS CLAVES DEL EQUIPO

— Arranca bien los partidos, metiendo mucha presión y llegando al gol en forma temprana.

— Martino ha encontrado el equipo. Con Messi en condiciones —¡y cómo!— de arrancar de entrada, sale Gaitán. Después, debe resolver un aspecto: ¿sigue con Higuaín o entra Agüero, que marcó el otro día?

— Las subidas de los laterales son un sello distintivo de la estrategia de Martino. Ha crecido Rojo y Mercado está demostrando que es un jugador de Selección.

— Cuando esté Biglia (¿será en este próximo partido?), volverá a la dupla de equilibrio que supo encontrar hace un tiempo. Él y Mascherano se han consolidado y entendido. Todo hace presumir que volverán a estar juntos cuando sea el momento.

— Mascherano está acostumbrado desde hace un tiempo a jugar de central en el Barcelona. Cuando Argentina lo necesita, retrocede y se para de último hombre. Si el equipo lo necesita más atrás para soltar a los laterales, Mascherano lo puede hacer sin problemas. El equipo queda con línea de tres, él como central por el medio y los dos marcadores de punta a la mitad de la cancha. Es un movimiento natural, casi instintivo. Y Mascherano lo sabe hacer porque así juega en el Barcelona y porque es muy aplicado e inteligente tácticamente.

— Hablando de Mascherano, el corte que hace en el contragolpe de Panamá (ayer hizo lo mismo el último hombre de Estados Unidos en un ataque paraguayo de 3 contra 1) es propio de un jugador que sabe jugar mano a mano o inclusive en inferioridad numérica. Jugadas así, debe tener de sobra en el Barcelona.

— Gonzalo Higuaín viene de salir goleador con el Nápoli y de batir también un récord. Estuvo imparable en el torneo italiano pero, como ya le ha ocurrido en otras ocasiones, le cuesta llegar al gol con la Selección. Tiene que mejorar. No tiene entendimiento con sus compañeros.

— ¿Es Lamela el reemplazante ideal de Di María? Por características, hay que decir que sí. Ocurre que Di María es más rápido, más dinámico y ese ida y vuelta lo coloca siempre en posición defensiva rápidamente. Lamela, en cambio, sirve para aquietar un poco el ritmo y para que el vértigo no domine al equipo.

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No encuentra el arco. Gonzalo Higuaín le sacó la titularidad a Agüero por su impresionante campaña goleadora en Nápoli. Sin embargo, sus dos primeros partidos en la Copa terminaron en blanco y para él es una deuda importante. Foto: EFE