A las 20 de nuestro país, en la ciudad donde está la Universidad de Harvard

Argentina quiere “doctorarse” en ganador

Boston, una de las ciudades más antiguas de Estados Unidos, es la nueva parada del equipo de Martino en la Copa América del Centenario. El rival es Venezuela, que ya no es la “Cenicienta” de otras veces. Messi irá de arranque, jugaría Augusto Fernández y también Gaitán. Martino no dio el equipo, pero continuaría Higuaín de centrodelantero, a pesar de sus bajas actuaciones. Si ganamos, jugaríamos el martes en Houston ante los locales.

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A cambiarse la ropa. Messi estará por primera vez en el torneo como titular, algo sin dudas increíble, pero que fue obligado por una lesión. Igual, entrando como suplente, ya deslumbró con su jerarquía. Foto: EFE

 
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Enrique Cruz (h)

(Enviado Especial a Boston, Estados Unidos)

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“Argentina es enorme”, dijo Klinsmann, el entrenador de Estados Unidos, futuro rival si ganamos esta noche. “Argentina es un campeón del mundo... Preparen la hoja en blanco que a la historia la queremos escribir nosotros”, señaló Dudamel, el entrenador de la Selección de Venezuela. “Tenemos que salir campeones así de una buena vez se los reconoce a estos chicos, que hace dos años están en lo más alto y jugando definiciones”, sentenció Martino, el DT albiceleste.

Klinsmann y Dudamel le quieren tirar presiones a Argentina. Y Martino las acepta. No debe haber una sola Selección, máxime ahora que se fueron Brasil y Uruguay, que asuma el protagonismo y la candidatura como Argentina. Por un lado tiene sobrados motivos: viene de jugar dos finales (una del mundo y otra de América), prácticamente con los mismos jugadores. Por el otro, la exigencia está. Y hasta uno se pregunta qué puede pasar, incluso con el mismo Martino, si se pierde esta noche. No pensemos en eso, pero es una posibilidad. Lo dijo el propio Tata antes del torneo, cuando le preguntaron qué pasaba si no ganaba la Copa. Y él respondió: “Que Dios me ayude”. En realidad, los dirigentes de la AFA no están en condiciones de nada. Demasiados problemas tienen e incapacidad demostraron en todo este tiempo, para andar con la mente puesta en el técnico de la Selección. Pero esto no quita que haya presiones, urgencias y autoimposiciones totalmente justificadas: Argentina tiene el equipo más jerarquizado, más cotizado y con mayor tiempo de trabajo de esta Copa. Y tiene a Messi, el mejor de todos.

Boston es una ciudad que le resulta familiar a los argentinos. Ahí concentró la Selección de Basile y ahí ganamos el último partido con Maradona en la cancha. Fue ante Nigeria, el 2 a 1 en el que Diego jugó muy bien y se inmortalizó aquel increíble ingreso a la cancha de una médica para llevárselo directamente a la sala del doping. Como si supiera que iba a ser positivo y sin dejar lugar a ninguna “maniobra”. Derechito a la sala y final del Mundial para Diego, con aquella famosa frase: “Me cortaron las piernas”. A él y al equipo. Luego de eso, fue derrota ante Bulgaria y posteriormente eliminación ante Rumania. Quedamos afuera en octavos cuando estábamos para campeón, máxime de un torneo en el que Brasil se lo adjudicó por penales ante Italia con apenas dos delanteros brillantes y un par de atributos más.

En este estadio ubicado en las afueras de Boston, Argentina comenzará a jugar la verdadera Copa, la que arranca en cuartos de final y te lleva cada vez más alto o te manda a casa. Que Argentina es más que Venezuela, no hay dudas. Pero en la cancha hay que demostrarlo. Máxime con esta clase de selecciones en crecimiento. Venezuela no es ni Panamá ni tampoco Bolivia. Ya no es esa “Cenicienta” a la que todos goleaban. Tiene jugadores militando en las mejores ligas europeas, juega de igual a igual y lo ha demostrado en esta Copa. Su mayor virtud fue dejarlo afuera a Uruguay, pero casi gana el grupo. México le terminó empatando el partido con justicia, pero fue en el final. Venezuela se defendió bien, contragolpeó, sorprendió en una pelota quieta y cuidó durante mucho el resultado favorable. Es un equipo para respetar. No para temer.

Martino no dio pistas del equipo, pero en las pruebas en Boston, trabajó con Augusto Fernández (Biglia seguiría en el banco) y con Gaitán en la posición de Di María. Se encogió de hombros en la conferencia cuando le preguntaron por Higuaín y Agüero. Destacó lo que todos sabemos, que son dos delanteros de una indudable jerarquía. Y que los diez goles del equipo fueron convertidos por ocho jugadores, con lo cual deja en claro que no es necesario tener un goleador. Pero también Martino sabe que el “9” tiene que meterla. Higuaín no lo consiguió y jugó los tres partidos como titular. Aparentemente lo dejará. Estaba para sacarlo y darle la chance desde el arranque a Agüero. Ojalá, como pasó con los belgas en los cuartos de final del Mundial de Brasil, Higuaín nos tape la boca.

Del medio para atrás nadie habla, porque el equipo está sólido. Notable hallazgo de Martino con la dupla Otamendi-Funes Mori. El primero viene bregando por tener sus chances y continuidad desde la época de Maradona, a veces hasta relegado a jugar de “4”, como en aquel fatídico partido en Ciudad del Cabo ante Alemania en el Mundial de Sudáfrica. Y Funes Mori, desde que se calzó la celeste y blanca, demostró que es un jugador de Selección. No lo achica la camiseta, se hace respetar y juega. Mercado y Rojo completan el cuadro defensivo cumpliendo esos preceptos tan propios de Martino: los laterales tienen que defender, pero también deben ser salida y llegada por los costados.

No hay que ser erudito ni recibido en Harvard —ya que estamos en Boston— para darse cuenta de que Argentina tendrá el terreno y la pelota, y que Venezuela se replegará, quizás armando una doble línea de cuatro o cinco volantes dispuestos a achicar espacios, para luego jugar de contra, como lo hizo ante los mexicanos (favorecido también por la ventaja tempranera que habían alcanzado). Messi irá de entrada, Banega anda bien y entiende cuándo jugar en la corta y cuándo meter un pelotazo o un cambio de frente, Mascherano y Augusto Fernández serán la contención, el equilibrio y también la sorpresa, en el caso de Augusto. La cuestión pasa por tener esa contundencia de la que Argentina hizo gala en estos tres partidos. En distintos momentos, pero igualmente efectivas.

 
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Sin perder detalle. Aunque todo el mundo ve el camino de Argentina abierto rumbo a la final (sus rivales son Venezuela en cuartos y Estados Unidos en semis), Martino sabe que confiarse puede ser un error fatal. Foto: Télam

Aquel 11 a 0 en Rosario... Irrepetible

Fue el 10 de agosto de 1975. En ese momento, no se llamaba Copa América, sino Campeonato Sudamericano. El Flaco Menotti se había hecho cargo del equipo el año anterior. Y armó tres selecciones. Una de ellas fue para jugar ese torneo. Y decidió que los partidos de local no los juegue en Buenos Aires, sino en la cancha de Rosario Central. No le fue bien al equipo, porque después del 11 a 0 a Venezuela, llegó una derrota de local con Brasil por la mínima diferencia y quedamos afuera. El torneo no tenía una sola sede. Se jugaba en toda la geografía de Sudamérica.

Si se repasa aquella formación, la mayoría de los convocados por Menotti jugaban en Unión, Newell’s y Rosario Central. El “Perro” Killer (defensor de Central) hizo tres goles ese día, algo improbable para un defensor.

Unión aportó dos jugadores de los titulares: Gatti y Luque. El “Loco” atajó en el 75 en Unión y Leopoldo, cuando terminó el Metropolitano, fue vendido a River en una cifra récord para el fútbol argentino.

Varios de los jugadores titulares luego fueron campeones del mundo: Killer, Ardiles, Gallego, Valencia, Luque y Kempes. Pocos días después de ese partido, se jugó el segundo clásico del año 1975. El 3 a 2 en cancha de Colón.

Ese día en el Gigante de Arroyito —que empezaba a remodelarse para el Mundial de 1978— Argentina jugó con Gatti; Rebottaro, Pavoni, Daniel Killer y Mario Killer; Ardiles (reemplazado por Asad), Gallego y Zanabria (luego ingresó Valencia); Bóveda, Luque y Kempes.

Lo dicho. Killer en tres ocasiones, Gallego, Ardiles, Kempes (2), Zanabria (2), Luque y Bóveda fueron los autores de los goles de un partido histórico... Y también irrepetible.

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El Litoral, presente. El enviado especial del diario, Enrique Cruz, en un lugar emblemático de Nueva York, el Times Square.

diario de viaje vii

por Enrique Cruz (h)

(Enviado Especial a Estados Unidos)

Recién llegado a la Gran Manzana, primera satisfacción de bienvenida al Primer Mundo. ¿Recuerdan que les conté que por una cola de más de dos horas en el aeropuerto de Seattle, perdí la combinación de vuelos y me lo reprogramaron?. Pues bien. La valija llegó 11 horas antes que yo. En ese trayecto, mail de la empresa aérea indicando que la maleta había llegado, que estaba bien (parecía un ser humano a esta altura) y que me esperaba en el aeropuerto de La Guardia (más céntrico que el Kennedy). Efectivamente, cuando arribé a Nueva York me condujeron al sector de maletas perdidas y me preguntaron si reconocía a alguna de las maletas que “descansaban” contra la pared, allá en el final del aeropuerto. Y ahí estaba. Impecable. Al mismo tiempo pensaba: ¿y si me pasaba en la Argentina...?. Mejor no pensarlo.

Algunas cuestiones interesantes para comentar. Los picaportes de las puertas se abren al revés. Es decir, hay que girar para adentro para abrir, y para afuera para cerrar. Todo un problema. Si la mitad de la llave no quedó adentro de la cerradura todavía, fue por puro milagro. O porque realmente es muy fuerte.

Primera noche en Nueva York, impactado por tanta luminosidad y majestuosidad, entre rascacielos e invasión visual de publicidades. Con Luis Núñez —tremendo anfitrión en esta ciudad—, su hijo Diego, el arquitecto Luis Ingerman y su hija Katia, armamos un combo santafesino que se dio un gusto: comer algo típico de Nueva York en Time Square. El menú fue hamburguesa, claro. Gigantesca. Y de entrada, un plato majestuoso de alitas de pollo para comer con la mano. Diez en total (dos para cada uno; sino, terminábamos a los ganchos) y las manos convertidas en una asquerosidad, porque a eso le sumamos las súper hamburguesas después. Ah, y cerveza. Como no podía ser de otra manera.

A todo esto, hombres y mujeres de todos los colores y de todas partes del mundo, artistas callejeros, el Madison Square Garden (en breve se llamará Mohamed Alí) y esa magia de una ciudad única. A la que, Argentina mediante, tendremos tiempo de recorrer bastante en los días que faltan.