Rosario

Una caricia por un dramático rescate

  • Un pequeño de apenas 3 años quedó atrapado colgando del chapón de un ascensor, entre los pisos 17 y 18 de un edificio. El bombero que le salvó la vida recibió su recompensa en el momento.
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Luego de momentos de gran tensión, los rescatistas entregaron el niño a la mamá. Foto: Relaciones Policiales

 

Joaquín Fidalgo

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Eran las 18.50 cuando sonó la alarma en el cuartel central de la Agrupación de Bomberos Zapadores de Rosario. Un llamado a la Central de Emergencias 911 alertaba sobre un pequeño en una situación de extremo peligro. Aparentemente, había quedado atrapado fuera de un ascensor, entre los pisos 17 y 18 de un edificio de calle Chacabuco al 1300, casi en la esquina con 3 de Febrero. Un minuto después, salió para allá una dotación, con todo el equipo necesario para rescate en altura.

“Al llegar, ya había algunos policías. El chiquito estaba colgando de sus ropas que habían quedado enganchadas a una delgada chapa, debajo del ascensor. Milagrosamente, por escasos centímetros, no había caído al vacío. Se escuchaba que lloraba y pedía a gritos por su mamá”, relató esta mañana Rafael Santa Cruz, uno de los rescatistas.

Con arneses y cuerdas tubulares especiales, los uniformados trataron entonces de llegar hasta el menor por dos vías alternativas. Previamente, trabaron el ascensor para evitar todo tipo de movimiento. “Subí al techo del ascensor y traté de deslizarme por el costado para llegar hasta la víctima, pero me fue imposible. Entonces, hicimos descender el otro por debajo del nivel del nene. Desde allí pude colgarme y llegar bastante cerca de él. Nos movimos con seguridad, pero con mucha prisa, porque no sabíamos si la chapa iba a resistir o si la ropa del niño podía romperse. Me estiré hasta que logré pasar un lazo por uno de sus pies. En ese momento nos tranquilizamos, porque ya no iba a caer al vacío. A lo sumo, podía golpearse un poco, pero iba a quedar colgando”, recordó esta mañana Rafael.

Recompensa

El bombero siguió aproximándose hasta el menor hasta que pudo aferrarlo. Lo desenganchó y lo estrechó contra su pecho. Más sereno y sin decir palabra alguna, el niño acarició la cara del bombero que acababa de ponerlo a salvo. “Con la adrenalina del momento, prácticamente no pude reparar en el gesto del chiquito. La emoción llegó después, una vez que lo entregué en brazos de mis compañeros, que se lo devolvieron a la madre”, contó Santa Cruz.

Se llama Filipo Cétola, tiene 3 años y ayer nació de nuevo. Una vez junto a su madre -María Cétola, quien no encontraba palabras para agradecer a los uniformados- los médicos lo revisaron y constataron que increíblemente había resultado ileso.