XXIV CONGRESO AAPRESID

Barajar y dar de nuevo

  • El tradicional evento realizado en el Salón Metropolitano de Rosario vuelve a instalar los paradigmas de la producción que se viene. Claves para resolver la paradoja de una mayor producción, que a la vez preserve y fomente la biodiversidad.

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Federico Aguer Juan Manuel Fernández

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Según la Real Academia Española, la Resiliencia es la “capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”. También lo denomina como “la capacidad de un material, mecanismo o sistema para recuperar su estado inicial cuando ha cesado la perturbación a la que había estado sometido”.

Para el campo argentino, luego de casi un siglo de agricultura intensiva, el camino hacia la resiliencia parece ser largo, y requiere de un cambio de actitud frente a cuestiones de fondo.

Por eso, AAPRESID planteó el desafío como eje de su Congreso, que en su XXIV edición, pretendió instalar las maneras de lograrlo.

En el acto de apertura, el presidente de la entidad organizadora, Pedro Vigneau, enfatizó los logros alcanzados detrás de esa meta. “La Agricultura Certificada fue incluida en dos plataformas de EE.UU que proveen información transparente sobre los estándares en la producción sustentable de insumos. Nuestros sellos están catalogados como los de mayor excelencia ambiental, económica y social”. También puntualizó una prueba piloto desarrollada en Bandera (Santiago del Estero) para generar una certificación de aplicaciones periurbanas. “Hemos generado con CASAFE una nueva norma IRAM para las prácticas agrícolas que incluyen pulverizaciones aéreas y terrestres, siembra y cosecha. Estamos orgullosos de tener grupos diseminados en todo el país y hasta uno en el sur de Brasil”.

Vigneau también enarboló los logros del sistema Chacras “donde como productores aprendemos produciendo”, y que permite llevar adelante la investigación y desarrollo -junto a muchas universidades y el INTA- para poner foco en temas como los excesos hídricos, el manejo integrado de malezas resistentes, el balance de carbono, la integración de la ganadería y la agricultura, cómo fabricar suelo en nuevas zonas de riego, las brechas de rendimiento en los distintos cultivos, y el uso eficiente del agua”. Además, describió los detalles de un estudio realizado con Universidades sobre trazas de restos de fitosanitarios en sangre en distintas poblaciones urbanas y rurales “con resultados muy alentadores que serán publicados en poco tiempo. Generamos nuevos conocimientos como herramientas fundamentales para seguir transitando el camino de la sustentabilidad”.

El titular de la entidad adelantó que el año próximo, serán anfitriones del Séptimo Congreso Mundial de Agricultura de Conservación.

Finalmente, también hay algunos aspectos que los mantienen en alerta. “La vuelta del trigo y el maíz nos alegran, pero necesitamos aumentar la reposición de nutrientes y nos preocupa el uso inadecuado de las nuevas tecnologías. Roturar lotes con malezas resistentes no hace más que multiplicar los problemas. Las soluciones obsoletas nos alejan del ecoprogreso, nos hemos acostumbrado a convivir con un altísimo porcentaje de compatriotas sumidos en la indigencia y esto es inadmisible, es horade tenderles la mano. Pero se respira esperanza en estos pasillos, después de mucho tiempo tenemos las herramientas que necesitamos”, manifestó.

Todo está en la chacra

La grilla de disertaciones estuvo cargada de especialistas en los temas más diversos, pero casi todos ligados a la sustentabilidad, y al concepto de “resiliencia”.

En el marco del sistema Chacras que desarrolla Aapresid, se desarrolló un panel denominado “la próxima revolución verde: productividad más ambiente”. Julio Galli, de la UNR, planteó la necesidad de una re visión de los sistemas integrados a través de nuevos paradigmas. “¿Es posible intensificar siendo amigables con el medio ambiente? ¿Hay opciones para los modelos productivos?”, se preguntó. Para ello, destacó que los modelos físicos protocolizados obligan a replantear el sistema, a través de sus funciones, objetivos y límites precisos. “Incorporar el concepto de agroecosistema, una interfase entre el sistema natural y el social. Esto refleja una cosmovisión, un paradigma que atraviesa los saberes a través de las experiencias, las creencias y los valores. Una visión holística, un enfoque de sistemas, interacción, biodiversidad, tecnología de procesos, reciclaje de nutrientes”. Para Galli, los sistemas integrados son más sustentables y estables. No son sistemas complicados, pero son complejos, y eso genera incertidumbre. Para ello, lo mejor es pensar en estrategias flexibles. “Si no cambiamos la visión, no vamos a tener alternativas”, finalizó.

A su vez, el francés Gilles Lemaire, enfatizó la diversificación en los agroecosistemas, ya que la agricultura moderna enfrenta la contradicción de producir más disminuyendo el impacto en el suelo, el agua y la biodiversidad. La intensificación de los últimos 70 años junto a la simplificación aumentan la erosión. “La introducción de praderas de corto plazo en la rotación evita la disminución de carbono en los suelos y mejora el ecosistema. La alfalfa es un buen ejemplo de ello”.

En el mismo panel, el ingeniero agrónomo Santiago Sarandon, titular de la cátedra de Ecología de en la Facultad de Ciencias Agrarias de la UNLP (Universidad Nacional de La Plata), planteó el agotamiento del actual modelo agrícola y postuló la necesidad de un cambio de paradigma. “La Revolución Verde está agotada”, afirmó. Surgida en los años 60, cuando se imponía el consumo como motor de la economía mundial, se fijó como objetivo el potencial de rendimiento y para lograrlo se debió apelar a la incorporación de insumos, básicamente energía y agroquímicos, generando una simplificación de los procesos. Entre los resultados indeseables que generó, además del incremento en los costos de producción o las alteraciones biológicas (malezas o insectos resistentes), destacó la “erosión cultural” por la cual los agricultores olvidaron los conocimientos y tecnologías tradicionales. Citando al historiador y filósofo Thomas Kuhn, que planteó -para la actividad científica- la necesidad de un nuevo paradigma cuando el existente se vuelve obsoleto, propuso impulsar un nuevo horizonte, basado en la sustentabilidad, la complejidad y la incertidumbre. “La agroecología es un enfoque sistémico; no hay que renunciar a nada, sino encontrar respuestas en la diversidad”, propuso. “El secreto -dijo- es aprovechar los procesos naturales”.

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Certificada. La entidad desarrolló junto a CASAFE una nueva norma IRAM para las prácticas agrícolas que incluyen pulverizaciones aéreas y terrestres, siembra y cosecha. Foto: Archivo

Producir, derecho y obligación

En simultáneo se desarrolló en otra sala un panel bajo el título “El derecho de producir”, con la participación central del Senador por el estado norteamericano de Nebraska, John Kuehn, quien presentó un proyecto de su autoría para darle rango constitucional a este postulado. “Hay un esfuerzo global de desinformar a la población”, aseguró, en relación con la circulación de mensajes basados en el miedo para demonizar a la agricultura moderna. Al respecto planteó que “la academia debe garantizar que la discusión política se base en argumentos científicos”. En ese sentido nombró “la estigmatización sobre los OGM (transgénicos) que lleva adelante Greenpeace”. Y frente a la necesidad de “tener sistemas de producción viables a largo plazo”, lo que implica garantizar también la “salud y vitalidad de las comunidades”, reclamó determinación para el debate: “hay que explicar (a la opinión pública) porque si no (los discursos anti producción) van a hacer retroceder a la actividad”. De hecho mencionó que ya existen políticas gubernamentales de restricción a la agricultura moderna. “Se produce más que nunca en el mundo, pero las técnicas son criticadas y la política se usa para hacernos retroceder”, dijo el legislador por el primer estado maicero de EE.UU. y cuarta generación de “farmer”.

La respuesta que idearon en Nebraska fue aplicar una enmienda a la constitución local, “Right to farm” (Derecho a Producir), que plantea varias acciones: garantizar que todas las políticas para el sector se basen en comprobaciones científicas y “lo contrario debería estar prohibido”; establecer normas legales de “escrutinio estricto” por las cuales ningún legislador puede “ir en contra del bien común”; y un mensaje político claro, alejado del discurso sin sustento de las redes sociales y basado en argumentos científicos.

En el escenario también estuvieron el Senador por Entre Ríos, Alfredo De Angeli, y el Diputado Nacional Gilberto Alegre, quien planteó la importancia de las obligaciones, tanto como los derechos. “Necesitamos un Estado inteligente para poder vender al mundo; hoy el derecho al producir es una complicación que desafía la sustentabilidad”, dijo el referente del Frente Renovador, pero aclaró: “con el gobierno anterior era imposible (un planteo sustentable)”.

 

Certificaciones, sustentabilidad y valor de origen

En la conferencia “Certificaciones y sustentabilidad: Oportunidades y desafíos en captura de valor”, de la que participaron el Dr. Maximiliano Moreno, director de Negociaciones Multilaterales del Ministerio de Agroindustria ,un representante de RTRS, Javier García Moritán, Gerente de Relaciones Institucionales y Sustentabilidad en Nidera, y Alejandro O’Donnell (AAPRESID), se señalaron los beneficios de la certificación en el proceso productivo, tanto por razones internas (el impacto que tiene en la producción y cómo se traduce en sustentabilidad económica y ambiental) como externas (la presencia de una auditoría otorga una mayor transparencia, entre otros aspectos) y la aplicación del estándar RTRS en la producción de soja.

“El punto es que la sustentabilIdad se distribuya en toda la cadena de valor, más que pensar en qué quiere el productor o el mercado (à) Las empresas que hacen negocios de manera responsable encuentran oportunidades para innovar en torno a la sustentabilidad”, se sostuvo en la disertación de la Sala 2.

A su turno, el Dr. Maximiliano Moreno, recordó que el mercado externo demanda una mayor producción de alimentos, a partir de una disminución de pérdidas, y al mismo tiempo, por medio de una garantía productiva sustentable; “respetando los pilares económico, social y ambiental.”

El funcionario dijo que Argentina “es un país agro exportador que quiere dejar de ser el granero del mundo para ser el supermercado del mundo”. Y que en ese camino, la gestión apunta al incremento en la producción de alimentos con valor agregado de origen y a la diversificación de mercados demandantes: “Aumentar la oferta pero, en paralelo, disminuir el factor de riesgo por destino.”

Para cumplir con las metas es necesaria la cooperación técnica y, también, la articulación entre los sectores público y privado.

Moreno destacó los “avances” a la hora de ampliar la matriz exportadora en este primer semestre en materia de “acciones bilaterales con Brasil, China y Filipinas”, así como “las acciones regionales desde y hacia adentro del Mercosur”. La agenda también incluyó la “profundización de acuerdos bilaterales existentes con México, Perú e India” al tiempo que “se evalúa el inicio de las negociaciones con el EFTA, Canadá y Corea”.

En este punto, la certificación es vista “como una herramienta de trabajo y no como un problema” a la hora de consolidar al país como un productor de alimentos sustentable.

" La vuelta del trigo y el maíz nos alegran, pero necesitamos aumentar la reposición de nutrientes y nos preocupa el uso inadecuado de las nuevas tecnologías. Roturar lotes con malezas resistentes no hace más que multiplicar los problemas. Las soluciones obsoletas nos alejan del ecoprogreso

Pedro Vignaud Pte. Aapresid

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El potencial de los drones

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Andrés Méndez, especialista en drones, remarcó que en una primera etapa, esta tecnología se utilizó para relevar información a través de las imágenes de una cámara fotográfica multiespectral. “Aspectos como la variabiliad en el cultivo, si se podía fertilizar diferente, para generar prescripciones de cosecha por calidad, etc. Pero ahora vemos que el dron empieza a tomar parte de la acción, como una pulverizadora sectorizada, o para generar en parcelas de semillas una mejor polinización del cultivo, etc. El dron es parte de la robotización del agro, que los productores ya incorporaron. EE.UU prevé una inversión anual en drones de U$S 100 mil millones y que el sector generará 150 mil puestos de trabajo”, anticipó.