la política en foco

Sobre barones, varones, caballeros y ciudadanos

Luis Rodrigo

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Una inesperada ley, votada esta semana en la provincia de Buenos Aires, viene a derrumbar el nada cortesano título de barón del Conurbano. Los intendentes del primero, el segundo o el tercer cordón del lugar más poblado -y más conflictivo del país según esa escala- tienen un récord: ganaron sus reelecciones en el 79% de los comicios en que lo intentaron, desde 1983 hasta ahora.

La norma bonaerense ordena que los intendentes, los legisladores, los concejales y hasta los consejeros escolares puedan tener sólo una reelección. Y encima se cuenta el actual período, así es que a todos los actuales les queda sólo una re. Luego, para poder volver deberá existir un intervalo de un período.

A nivel de las provincias se ha pateado el tablero. La ley que impulsó el massismo, apoyó Cambiemos una parte del peronismo y rechazó el kirchnerismo, constituye una de las reformas políticas más profundas desde que Santa Fe se quitó de encima la antidemocrática ley de lemas.

La pregunta es ineludible: ¿se parecen el primero y el segundo Estado? La respuesta queda abierta, pero a continuación se ofrecen algunos datos, en apariencia desvinculados.

La Constitución de Santa Fe fija la duración de los mandatos de los cargos y sólo les prohíbe la reelección al gobernador y al vice. Y, tal como se repite en la Casa Gris, “todos los demás cuentan con reelección indefinida”.

En Santa Fe hay pocos barones en las intendencias, aunque sean varones en su enorme mayoría. El juego de palabras no es gratuito: el Congreso de la Nación tiene en carpeta una suerte de súper cupo femenino, llamado de paridad electoral, que fijaría cuotas iguales para las listas electorales, en todos los distritos.

¿Será el turno de las baronesas? ¿Cuántas esposas de pueden ganar elecciones?

En las ciudades santafesinas se ven menos reelecciones que en los pueblos, donde los presidentes comunales -además- tienen que revalidar títulos con una frecuencia inusual, y casi por imperio constitucional. Como se pone a prueba la gestión cada dos años, las comunas viven una suerte de excitación política constante y una carrera difícil de abandonar por al menos un par de elecciones.

En la Legislatura, en cambio, es donde más se parecen bonaerenses y santafesinos. La Cámara de Diputados tiene nombres que se recitan de memoria porque estuvieron en otros cargos o porque permanecen en ellos, desde el período anterior, en 18 de las 50 bancas.

Sobre la Cámara de Senadores es justo decir que no se trata de barones, sino de caballeros (hoy hay sólo una senadora) que, a nivel provincial cuentan con los márgenes del poder que proviene de sus propios territorios. Y que, a nivel local, con unas jefaturas políticas territoriales más consolidadas según las características sociales, poblacionales y económicas de cada departamento.

¿Hay un primer, segundo y tercer cordón en la Cámara Alta? De ninguna manera, pero tampoco los nodos pudieron sustituir los liderazgos de quienes llevan más de un período.

Este año, apenas cuatro representantes departamentales estrenaron sus bancas. En cuanto al resto de la Cámara, la mayoría sabe lo que es ser un senador desde hace más de ocho años: de los diecinueve, ocho tienen sobre sus espaldas cuatro períodos, o más.

Es verdad que los subsidios de medio millón por año a instituciones del departamento y la boleta única -que los hace eventualmente independientes de partidos y referencias provinciales- dan a los senadores más poder, pero sin dudas es el voto popular el que los empodera.

Más allá de reelecciones y reformas, la construcción de ciudadanía es el desafío para una sociedad más democrática y menos nostálgica de los caudillos.