El sábado, en El Solar de las Artes

Canciones para esperar el alba

Luciana Jury llega a solas con su guitarra para mostrar las canciones de “La madrugada”, su último disco, y repasar su discografía. En diálogo con El Litoral, la cantante plantea una puerta de entrada a su personal universo estético.

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“Me doy cuenta de que mi impronta con la cuestión musical es reescribir canciones que ya están escritas; pero escribir una propia historia”, afirma la cantante. Foto: Gentileza Alejandra López

 

Ignacio Andrés Amarillo

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Luciana Jury se presentará por primera vez a Santa Fe este sábado, en El Solar de las Artes (9 de Julio 2955). En formato solista (guitarra y voz), mostrará temas de su reciente disco “La madrugada” (2015) y un repaso por su discografía. Las entradas anticipadas a $ 100 pueden solicitarse a [email protected] o por Facebook a Andrea Bolcatto; en puerta tendrán un costo de $ 130. Las reservas de mesas en El Solar se pueden hacer al 154 861395 (de 8.30 a 14).

Recorridos

Luciana se crió con la guitarra cerca: su padre, Jorge Zuhair Jury, siempre fue cantor además de escritor y, por supuesto, su tío Leonardo Favio cultivó la música a la par del cine (Jorge, “el Negro”, es la pluma detrás de las dos versiones del “Aniceto” y “El dependiente”, y coguionista habitual de Favio).

Después de que Carlos Moscardini la llamara en 2008 para grabar a dúo “Maldita huella”, y que dos años más tarde Quique Sinesi hiciera lo propio para “Cuchichiando” (homenaje a Gustavo “Cuchi” Leguizamón), Jury se le animó en 2011 al despegue solista en “Canciones brotadas de mi raíz” (trabajo que tenía una personal interpretación de “Yo no sé qué me han hecho tus ojos”, el tremendo vals que Francisco Canaro hizo para Ada Falcón) que fue seguido por “En desmesura”.

El año pasado, Acqua Records editó “La madrugada”, que va de obras anónimas de transmisión oral como temas de reconocidos compositores como Simón Díaz, Violeta Parra, Lhasa de Sela y Canaro. Además, incluye una pieza propia, “Me desprendes del suelo”, a dúo con Edgardo “Goyo” Grasso (también su compañero de la vida) y “A quién”, de Gabo Ferro, con quien compartió en 2014 “El veneno de los milagros”, un disco impactante que fue nominado a los premios Gardel como Mejor Álbum del Año y como Mejor Álbum Canción Testimonial y de Autor. También en 2015, fue premiada por la Fundación Konex con el Diploma al Mérito por Mejor Cantante Femenina de Folclore de la década.

Antes de su llegada, El Litoral se contactó con la intérprete para adentrarse en ese universo particular de la emoción a voz en cuello.

Reescrituras

—¿Cómo elegiste las canciones de “La madrugada”?

—No pienso en las canciones desde los autores; pienso en las canciones desde lo que ya son en sí. Justamente por eso vienen las canciones hacia mí de una forma casi espontánea, natural. Vienen de acuerdo a los estados de ánimo que voy viviendo. “La madrugada” es un disco de alguien que, abocado a la música, se siente en un estado de insomnio, de vigilia. Son canciones que tienen que ver con un momento de mi vida en donde los últimos años viví prácticamente de noche para poder encontrarme con mis cosas, con mi mundo, mis gustos personales y mi vida personal, por fuera de la vida de madre.

Y es el resultado sonoro de vivencias, donde me encuentro más abierta en los géneros: es un disco (si bien ya lo había hecho con “En desmesura”) en donde me doy cuenta de que mi impronta con la cuestión musical es reescribir canciones que ya están escritas; pero escribir una propia historia, una historia personal de esas canciones en mí. Tal es el caso que puedo llegar volviendo cualquier canción de cualquier género con una impronta de raíz telúrica y a la vez con una interpretación que en general me convoca a la explosión o al drama.

Libertad

—Abriste “En desmesura” con una versión de “Post crucifixión” de Luis Alberto Spinetta. Lograste darle un color folclórico a una de las piezas más rockeras del Flaco.

—Lo que me doy cuenta es que me animo a cualquier género porque no abordo las canciones desde los géneros, no le tengo miedo a los géneros, en tanto entienda de qué estoy hablando cuando la abordo. Básicamente, el rock y el folclore son las dos raíces musicales que me han construido, y (sobre todo en el rock) a toda una generación de toda esta región y el mundo entero: ya sabemos que el rock nos ha interpelado a todos fuertemente. Entonces lo que me doy cuenta es que sí, lo terminé de confirmar en “En desmesura”: un tema tan emblemático del rock nacional como “Post crucifixión” puede volverse en mí con colores distintos, con abordajes musicales que por supuesto conllevan una fuerte raíz telúrica, porque mi género musical de cimiento es el folclore. Siento que cualquier género musical lo puedo reconvertir hacia esas estéticas.

—Tuviste un paso por el rock. ¿Qué marca te dejó en tu desarrollo como artista?

—La marca que nos deja creo que a todos es el sentido de la libertad; esto de sentirse autorizado estéticamente a poder pegar un grito, o subirle el volumen a una forma de decir que podría ser de otra manera o no: por ejemplo en el folclore, que es tan riguroso, así como el tango, para decir, para contar, para cantar. Haber hecho un tiempo rock, me hizo poder volver al folclore más desinhibida, y también poder cambiar (no creo que lo haya hecho yo sola, pero en mí por lo menos) una forma de canto acartonada, con la impronta del rock que me da la posibilidad de ser más libre en la manera de decir.

De raíz

—Hay mucho de cante jondo en tu manera de interpretar. ¿Cómo se incorporaron esas influencias?

—No se incorporan, o lo hacen misteriosamente: la verdad es que no quisiera ni saber cómo. En realidad vengo de familia española y árabe, y está en mi genética cantar como canto. Siento que no está construido, es mi manera de cantar natural. Aunque a muchos les parezca raro o distinto, las influencias genéticas son parte de nuestra identidad como argentinos.

—Dijiste que la literatura de tu padre es una de las claves de tu forma de cantar. ¿Cómo hacés esa transposición?

—Pienso que básicamente la literatura de mi padre es un mensaje de libertad. Es una propuesta, una invitación al otro a mirar el mundo como un niño eterno, asombrado, maravillado de las pequeñas cosas que hacen este mundo, hasta las más grandes maravillas. De ser testigos asombrosos e inquietos de la perfección de la naturaleza. De estar en constante conmoción ante el milagro de la vida. Siento que la raíz de la literatura de mi padre apunta hacia esos paisajes, hacia esos sentires, y estoy convencida de que mi canto se parece cada vez más a eso. Por eso tengo esa hipótesis de que parte de mi forma de cantar tiene estas connotaciones.

Veneno sanador

—¿Cómo se dio la colaboración con Gabo para hacer “El veneno de los milagros”? El desgarro de su poesía se lleva muy bien con tu voz.

—Gabo me conocía desde mi primer disco, “Canciones brotadas en mi raíz”, y a partir de ahí él sintió una fuerte atracción hacia mi forma de cantar. Como todo artista creador, poeta, intuyó, o más bien tuvo una certeza, y me tomó como musa inspiradora para parir estas canciones que pudimos plasmar en este disco. Todas hablan de sentimientos muy profundos: de rencores, de adioses, de soltar aquello que nos ha atado amorosamente a la vida (y soltarlo de una vez, cuando eso otro también se va yendo, se va despidiendo).

Él me propuso grabar estas canciones al tiempo que hicimos una amistad; y fue todo muy fácil, muy bello, muy particular. Siento que sí, es verdad, su poesía se lleva con mi voz.

—¿Cuánto más difícil se hace para los artistas que, como vos, no se encasillan fácilmente (y menos en el contexto del folclore)?

—Realmente se hace muy difícil, pero seguimos luchando por nuestro propio arte, y por la libertad en la creación. Si es así, bienvenida sea la lucha.

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