la política en foco 

De marchas y contramarchas

18-DSC_7155.jpg

Miguel Lifschitz. El gobernador, durante el acto conmemorativo de la creación de la Policía.

 

Ivana Fux

[email protected]

“Mientras se estaba gestando la marcha, el Frente Progresista discutía a quién habíamos votado en el 83, si íbamos con Cambiemos o no sé que otra cosa”. La honestidad brutal de la diputada nacional por el socialismo, Alicia Ciciliani, fue muestra cabal de que aun cuando el drama de la inseguridad copaba la mayoría de los discursos de los diferentes poderes, en la práctica, la atención estaba centrada en torno de otros ejes. A dos semanas ya de la conmovedora movilización clamando seguridad y justicia en la ciudad de Rosario y a poco de que se concrete la segunda, los distintos actores públicos siguen transitando los días haciendo más catarsis que definiendo medidas específicas. Por imposibilidad, por limitación, por ¿especulación?

La provincia debió recurrir a la Nación para solicitar el arribo de las fuerzas federales, que en otros casos funcionó como calmante de un diagnóstico desesperante. Pero la Nación, consciente de la situación de debilidad en la que se encuentra Santa Fe, le quitó la posibilidad a Miguel Lifschitz de irse de la Casa Rosada con anuncios concretos. El gobierno central, que mide y tiene estudiado “científicamente” el impacto político de cada movimiento, exigió que se planifiquen acciones y que sea la cartera nacional la que tenga mayor injerencia a la hora de tomar decisiones. La jugada, que puede generar diversas lecturas según se piense en quién va a capitalizar el rédito del eventual “éxito”, tiene antecedentes concretos. Ambos, provincia y Nación, experimentaron en la práctica los efectos de la desconfianza mutua entre las fuerzas de uno y otro; la persecución de los hermanos Lanatta a principios de año en territorio santafesino dejó muestras acabadas de ello. Por eso, el gobernador se vio obligado a ratificar su confianza ante la institución policial, amenazada de un eventual desplazamiento a segundo plano. Públicamente, sostuvo que la provincia “no resignará el lugar que le corresponde” a su policía.

Lifschitz no soslayó en su discurso ante los efectivos de la fuerza -a propósito del 152º aniversario de su creación- la función que también tiene la Justicia, otro de los pilares esenciales para revertir la situación actual. Pero como conductor político de la institución que tiene “el monopolio del uso legítimo de la fuerza”, les renovó la confianza; les habló de “comprensión” cuando se sienten asediados por las críticas injustas, y les prometió no “escatimar recursos” para equiparla mejor.

Lifschitz defendió el rol de las fuerzas de seguridad y trazó así límites ante el eventual arribo de gendarmes. “Cada uno debe hacerse responsable de lo que le corresponde”, arengó. E intentó levantar la autoestima de una policía que, según el censo cuyos resultados comenzaron a trascender recientemente, no encuentra a todos convencidos de la profesión que escogieron. De ese relevamiento surgió, entre otros datos, que el 40 por ciento de los efectivos o se arrepintieron de haber elegido este trabajo o evalúan positivamente el ingreso, pero dudan respecto de volver a tener la misma elección en caso de que pudieran hacerlo.