LOS 25 AÑOS DE LA GORDA AZUL

Compartir la magia del juego

  • El grupo teatral tuvo su primera puesta en 1991 y ganó un lugar en la historia de las artes escénicas locales y en el corazón del público infantil. Casi cuarenta artistas de distintas disciplinas pasaron por sus filas. Y sus obras (descritas por sus propios realizadores como “todoterreno”) fueron presentadas en festivales de todo el mundo.
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La génesis: “Borrón y cuento nuevo”, a principios de los ‘90, tuvo entre sus títeres al personaje que después brindaría el nombre al grupo.

 

Juan Ignacio Novak

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Esta historia no arranca en el palacio de un país lejano ni en lo profundo de un bosque encantado. Aunque la fantasía la sobrevuela. Comienza acá nomás, en Santo Tomé, en 1991, cuando Ulises Bechis, Ana Hillar, Juliana Frías y Hugo Druetta, todos profesores de un taller de arte para chicos en una cooperativa, recibieron como encargo una obra de teatro infantil. “Resultó muy bien y nos decidimos a armar un grupo. Queríamos trabajar, vivir del teatro y viajar”, recuerda Ulises.

La primera obra fue “Borrón y cuento nuevo” y uno de los personajes, un muñeco, era muy singular. Aparecía sólo un momento, para romper la tradición que dicta que al final de los cuentos infantiles debe haber un príncipe azul. “En el nuestro, aparecía una gorda azul. Esa idea vino bien para nombrar al grupo, porque queríamos hacer obras alternativas, con mucho humor. Lo que nos unía era que teníamos buena comunicación con los chicos. Y eso resultó fundamental”.

—¿Cómo la generaban?

Ulises: —Eso te lo da el oficio. Éramos profesores que trabajábamos con chicos que hacían arte, que tenían los mismos intereses que nosotros o tenían inquietudes artísticas. Y la modalidad de trabajar en un taller de arte, más en 1991, rompía con todos los esquemas que había en ese momento en las escuelas. Había mucha formalidad. Era un cambio trabajar sin guardapolvos, sin pupitres, sin hacer filas y proponer a los chicos no una relación de profesor-alumno, sino de compañeros. Donde ellos también participaban con muchas decisiones. Un trabajo bien de taller. Así adquirimos muchos mecanismos y lenguajes de comunicación con los chicos, que después utilizamos en las obras.

Historia sin fin

—Después de la primera obra, ¿cómo siguieron las cosas?

Ulises: —Después fuimos invitados a un festival de teatro en Mar del Plata, donde también viajó otro grupo en el que era productora Gladis Contreras. Necesitábamos alguien que continuara vendiendo las funciones, un trabajo que no sabíamos hacer. Ahí Gladis se integra al grupo. Y ya está la primera anécdota: dijo que todos los títeres eran muy lindos, pero que había que ponerles lentejuelas.

Gladis: —Yo dije brillos (risas). Cuando conocí a La Gorda Azul, que tenía cerca de un año, era todo muy lindo pero todavía estaba muy serio. Y dije: “Pongamos brillo”. Yo venía de la Escuela de Artes Visuales y quería “meter la cuchara” en los títeres. Y empezamos a trabajar. Yo veo ahora los títeres de aquel tiempo y son mucho más rudimentarios que los que hacemos ahora. Pero es verdad que en todos estos años fuimos aprendiendo a prueba y error. Los títeres de “Borrón y cuento nuevo” eran de goma espuma, después con el tiempo nos dimos cuenta de que ese material se deterioraba, empezamos a buscarle la vuelta, y vimos que si los forrábamos con tela antes de pintarlos, eran más resistentes. A veces estamos muchas horas haciendo un muñeco que en escena no funciona. Inclusive a veces tuvimos que dejarlos. Me acuerdo de uno que empecé yo y siguió Ulises: era un gran cocodrilo para una obra en 2008 y debe haber durado tres funciones. Al titiritero le resultaba incómodo y lo tuvimos que dejar.

—¿Cuesta abandonarlos?

Gladis: —Sí, a mí me costaba horrores. Quería seguir probándolo porque nos había llevado mil horas prepararlo. Pero el titiritero iba incómodo, era un incordio. Siempre trabajamos con un staff de tres actores, pero son diez, doce o quince personajes. Tienen que cambiar de muñeco y no tienen tiempo, todo es vertiginoso. Si el muñeco es incómodo, no funciona.

Resistencia

—¿Cómo trabajan en la preparación de los títeres?

Ulises: —Es una gran tradición que el mismo titiritero construya su títere. Primero trabajamos en los diseños, en otro momento los moldeábamos en arcilla. Un primer trabajo es lograr la forma y el segundo conseguir la resistencia, la comodidad, el mecanismo de manipulación, el peso. Ahora sabemos que tenemos que hacer títeres que resistan 200, 300, hasta 400 funciones. Una vez que empieza un espectáculo, si funciona, sigue durante cuatro años.

—Además, La Gorda Azul se presenta en espacios de lo más diversos.

Ulises: —Se construye la escenografía para que sea desmontable y a medida que pasan las funciones le vamos encontrando la practicidad. Hasta reducirla para que entre en cuatro bolsos gigantes, que permitan viajar en avión.

Ideas

En general, la autoría de las propuestas del grupo es de Ulises Bechis. En algunos casos están inspiradas (muy libremente) en otras obras, como “El soldadito de plomo”, “Odisea de tres en triciclo” y “Transforma bestias”. Pero son apenas referencias. “La idea original siempre es de Ulises. Después se maniobra mucho sobre el trabajo de los actores, sus improvisaciones. Incluso las obras se van modificando después de estrenadas, de acuerdo a cómo funcionan con los chicos. El público infantil es de respuesta inmediata, enseguida te das cuenta si algo le interesa o no”, dice Gladis.

—¿De dónde te nutrís para las ideas?

Ulises: —Siempre viene bien participar en festivales internacionales donde hay ochenta espectáculos de diferentes países. Ahí vas mirando mecanismos, tipos de títeres, estilos de actuación, puestas en escena. Ahora, Youtube es también una gran herramienta. Yo soy profesor de expresión corporal, entonces para mí es un gran aporte buscar cómo comunicar con el cuerpo, sin usar la palabra. Así me encontré, por ejemplo, con el expresionismo alemán. Vimos “Nosferatu”, que fue una fuente de inspiración para el último espectáculo, “Transforma bestias”. Pero, como una vez dijo, creo, Lito Cruz: “Los únicos creadores fueron Adán y Eva”. Yo no me puedo dar el crédito. Siempre me inspiré en algo, o tomé cosas de alguien para construir una historia. Es muy complicado encontrar una buena historia. Las primeras ideas que aparecen son chistes o mecanismos. Y hay que ver cómo encadenar esas ideas sueltas.

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“La cantina de los piratas” es, para Ulises Bechis, el espectáculo que mejor comunicación tiene con el público.

Al mundo

Holanda, Alemania, Hungría, Japón, Indonesia y Tailandia fueron algunos rincones del globo donde llegó el arte de La Gorda Azul. Y en pocas semanas se sumarán a la lista Polonia y Bosnia.

—¿Cómo es la conexión con esos públicos internacionales?

Ulises: —Siempre hay que romper el hielo. Tenemos algunos chistes para el arranque que son fuertes y facilongos, porque ése es un momento duro. Si la obra comienza bien, terminará bien. Pero si empezamos cero a cero en el primer tiempo, remontar el segundo es muy difícil.

Que las obras sean “todoterreno” es una decisión grupal. Lo explicita Gladis: “Cuando íbamos a ir Japón, la última función de ‘Gorda a la vista’, antes de viajar, la hicimos en Alto Verde y llevamos el mismo espectáculo. Le sacamos el pasto a los títeres y los subimos al avión. La idea es que los chicos son iguales y tienen derecho a ver lo mismo”.

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“Gorda a la vista” fue otro de los espectáculos que marcaron su historia.

Testimonios

Unos cuarenta artistas pasaron por La Gorda Azul. Muchos de ellos están hoy radicados en distintos lugares del mundo.

Ariel Eier Pic: “Corría 2001 cuando fui convocado para participar como actor para cubrir un reemplazo. Finalmente terminé participando de varios montajes, de los cuales recuerdo ‘El soldadito de plomo’, ‘Planeta menguante’ y la infaltable -hecha por todos- ‘Gorda a la vista’. Esto me permitió conocer y ser parte de un hermoso grupo humano y, a la vez, recorrer gran parte de mi país y lugares como Holanda, Alemania, Hungría y Japón. Siempre añoraré aquella época y estaré eternamente agradecido por la posibilidad de haber formado parte de tan importante y prestigioso grupo”.

Joaquín Lavini: “Es admirable que un grupo de teatro independiente siga vigente después de 25 años con originalidad y frescura, con una mirada auténtica y transgresora. En los diez años que compartí con el grupo, puedo decir que encontró la fórmula en la genialidad de la dislocada visión de Ulises como director y creativo, en la perseverancia y profesionalismo de Gladis como productora y en apostar siempre a sumar actores y actrices que hicieron escuela en el grupo. Por los incontables kilómetros compartidos, por muchos caminos nuevos, felices 25 años”.

Julieta Vigo: “La Gorda Azul significó el encuentro con un intuitivo y talentosísimo teatrero, como le gusta autodenominarse a Ulises. La posibilidad de entrar a la actuación desde el juego y la incorporación del accidente. Una vanguardia infantil, la ruptura de la cuarta pared desde el vamos, sin teorizaciones. Una especie de familia y de comunión. Cuando se sumó Gladis comenzaron los viajes, otra característica del grupo. Ese disfrute por moverse. La Gorda Azul son los Mamellis de mi infancia. Estuve diez años con ellos y son parte de mi forma de concebir el teatro”.

Lucila Gunno: “Mi experiencia con el grupo es la posibilidad de la conexión con lo más puro de los niños. Compartir la magia del juego. Recorrer y llegar a lugares donde nunca habían visto teatro. Dar y recibir alegría. Aprender del gran maestro Ulises y mis compañeros. Disfrutar de lo que uno ama, preparada para recibir el amor, la pureza e inocencia de los más chicos, invitando y entrando en el mundo de los sueños”.

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“Odisea de tres en triciclo” fue una de las puestas que alcanzó mayor cantidad de funciones.

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“Transforma bestias” es el último trabajo desarrollado por La Gorda Azul. Será puesto a consideración del público del mundo, en un viaje a Polonia y Bosnia. Fotos: Gentileza La Gorda Azul