“MI MUNDO PRIVADO”, DE ELVIO E. GANDOLFO

Un corazón al desnudo

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Mi mundo privado juega con elementos autobiográficos, más allá del axiomático “Madame Bovary c’est moi”, que podría sostener todo creador de personajes.

Foto: Télam

 

Enrique Butti

En la nueva novela de Elvio E. Gandolfo, “Mi mundo privado” (Tusquets Editores), el narrador se ve asaltado por una iluminación que le revela que todas las cosas del universo “en realidad estaban total y detalladamente en el interior” de su cabeza. Los amigos interpretan que hay allí una variación de las fantasías paranoides del gran autor de ciencia-ficción Philip K. Dick, o una adopción de la doctrina idealista para la cual el sujeto -su interioridad- es lo único que existe, o intentan quizás aludir a Freud y la regresión al “sentimiento oceánico” de los neonatos sin que el narrador les permita siquiera expresarlo.

A partir de esa revelación, el personaje pasa a recordar “con pasión, con mala gana o hasta con miedo” episodios de su vida, reflexionando sobre el tiempo y el espacio, la infancia, Rosario, los viajes entre Rosario y sus dos ciudades de adopción (los ómnibus son un detonante central en la ficción de Gandolfo, como lo detalla su anterior novela titulada precisamente “Ómnibus”), los contactos de diversa índole con el “mundo privado” de los otros (entre ellos, en especial, las mujeres, un nieto y, en las últimas páginas: dos ángeles femeninos, una bruja obsesionada con las lacras de una universidad del Litoral, y un colega “metepúa”, buscador del enchastre sistemático...).

Todo eso comprobando lo “chúcaro” que resultan el mundo y lo privado, sobre todo cuando las dos palabras se juntan. Mientras tanto, el chiste estalla cuando entre tantas formidables cuestiones aparecen presionando las irritables contingencias de lo pedestre, como el deficiente funcionamiento de la banda ancha de Internet y los infructuosos intentos por solucionarlo, o la inquietante permanencia de los sueños (“una noche, por ejemplo, me despertó la presión de la vejiga, y mientras demoraba el momento de ir al baño pensaba intrigado en cuál de mis dos penes usaría para orinar”).

Sabemos que el personaje es escritor, que vivió su infancia y su juventud en Rosario, que se inclina hacia la ciencia-ficción y aledaños, que vive alternadamente en Montevideo y Buenos Aires, que es traductor y que la lectura le da para vivir. Habrá más elementos para quien conozca a Elvio E. Gandolfo, pero esos datos son suficientes para sospechar (como se asevera además en la contratapa) que “Mi mundo privado” juega con elementos autobiográficos, más allá del axiomático “Madame Bovary c’est moi” que podría sostener todo creador de personajes. La cuestión es, desde luego, espinosa, tanto que Marcel Proust, que apenas si cambió las tendencias sexuales y el sexo mismo de sus personajes para disfrazar su autobiografía, escribió el Contra Saint-Beuve para disparar que es infame estudiar la biografía de un autor para entender algo de su escritura. Es probable que conocer a un autor sea más bien un impedimento para juzgarlo, sostenía Proust, y lo probaba con el hecho de que habiendo estado relacionado con Stendhal, Saint-Beuve cayó en calificar sus novelas como “francamente detestables”.

Las “aguas inciertas” de la autobiografía tienen una firme tradición en la literatura argentina y ha sido practicada con algunos felices resultados en los últimos años (por citar uno: Guerra conyugal, del santafesino Edgardo Russo). ¿Novelas en clave? Lo que importa no es eso sino que el resultado redunde en la exposición de un “mundo privado” que tenga la fuerza de lograr instituirse como una “realidad entera” y se confunda en inmensidad con el universo. Que es lo que logra la pericia estilística y el eficaz humor de Gandolfo.