Sin justicia

El impune crimen de Digno Fantelli

Este hombre fue asesinado brutalmente en febrero de 2014. Tenía 86 años cuando un ladrón lo apuñaló. Su esposa Cledy también sufrió graves heridas, pero se recuperó. “Ya nos resignamos. Nunca vamos a saber quién fue el asesino”, aseguró su hija Marcela.

25-01-IMG-20160929-WA0019.jpg
 

Joaquín Fidalgo

[email protected]

Digno Fantelli saboreó solo su última cena en su casa de Colastiné Norte. Su esposa “Pocha”, Cledy Giovanini, había salido con amigas y volvió cerca de la medianoche de ese sábado 22 de febrero de 2014. Ella era la que se encargaba del mantenimiento del extenso parque. Ése había sido el arreglo diez años antes, cuando se mudaron a esa quinta de calle Las Talas al 6800, un par de cuadras al oeste de la Ruta Provincial 1, a la altura de la conocida pescadería El Lele. Él, a pesar de sus 86 años, se mantenía muy activo. No había día que no fuera en colectivo a la ciudad, para hacer trámites y gestiones. Quería aprender a manejar una computadora. Digno era jubilado desde hacía varios años, luego de una extensa carrera como empleado del Banco Provincia de Santa Fe. Su trabajo le había dado gran cantidad de amigos.

Esa noche, cuando la mujer regresó al hogar, ambos se acostaron para ver televisión. Sus tres pequeños nietos siempre aguardaban ansiosos los sábados para ir a dormir con ellos, pero ese día no estaban allí por una serie de coincidencias.

Aproximadamente a las 5 de la madrugada del domingo, un delincuente llegó por el patio. Con una barreta, destrozó la cerradura de la pesada reja de hierro que protegía una puerta-ventana. Cledy despertó sobresaltada con los gruñidos de Tito, su perrito, que estaba echado a un costado de la cama. Inmediatamente se dio cuenta de que un peligro los acechaba. Entonces caminó sigilosamente en la oscuridad hasta el pasillo y activó la alarma. En ese momento una sombra se abalanzó sobre ella, la empujó y la hizo tropezar. Una lluvia de cuchillazos y patadas cayó sobre su cuerpo, tendido en el suelo. No podía ver nada, sólo sentía los pinchazos y la sangre que comenzaba a mojar su ropa. “No me mates”, suplicó la mujer. No hubo piedad.

Luego, el criminal fue por su esposo. Digno alcanzó a ver que alguien venía para atacarlo y le lanzó un puntapié, pero no pudo hacer mucho más para defenderse. El intruso lo apuñaló ocho veces. Los “puntazos” fueron “tirados” para matar. Uno impactó en su cuello y otro le perforó un pulmón.

Con el matrimonio fuera de combate, el ladrón -que nunca emitió sonido alguno- cargó en un bolso unas pocas cosas de manera apresurada. Seguramente la alarma que sonaba fuerte precipitó sus planes. Salió por la puerta del frente, saltó una reja y abordó una moto en la que un cómplice lo esperaba.

Malherido, Digno se arrastró hasta el teléfono y llamó a su hijo Leonardo. Una ambulancia trasladó a las víctimas hasta el hospital Cullen, desde donde luego fueron derivados a un centro privado de salud de nuestra ciudad. Digno murió tres días más tarde. Cledy logró recuperarse de sus graves lesiones luego de meses de tratamientos.

“La investigación del caso no llegó a ningún lado. Hubo medidas, allanamientos, algunos sospechosos. Mi mamá no pudo describir físicamente al homicida. Se tomaron huellas, pero todo quedó en eso nomás. Yo ya perdí las esperanzas de encontrar a los culpables. Sigo yendo a las marchas para reclamar seguridad, pero esas manifestaciones me dejan un sabor amargo. Hablamos las víctimas. Sólo somos un puñado de personas”, se resigna Marcela, hija de Digno y Cledy. Sus pequeños, hoy de 13 y 8 años, extrañan a su abuelo.

25-02-IMG_1599.jpg

“Mi papá tenía mucho para dar todavía, a pesar de sus 86 años”, se lamentó Marcela, una de sus hijas. Foto: Pablo Aguirre

El peor robo

Marcela Fantelli, hija de la víctima

Mis padres tenían su escape los fines de semana en Colastiné Norte... en su quinta. Vacaciones, veranos, reuniones con amigos... Mis hijos -con 10 y 6 años en ese entonces-, a veces se quedaban a dormir con los abuelos, para después el domingo desayunar juntos en el supermercado que había abierto allí. Pero la terrible noche de febrero de 2014 un mal nacido terminó abruptamente con todo eso. Les robó, les quitó a mis hijos para siempre lo más querido... su abuelo, que con sus 86 jóvenes años disfrutaba plenamente su merecida vida de jubilado junto a mi mamá. Ese sábado mis hijos no fueron. Esa noche ocurrió LO PEOR. El asesino, por comentarios (porque así se desenvolvió toda la investigación, que por supuesto quedó en la nada,) merodeaba la zona haciendo changas, mirando la casa. Y otros comentarios sostienen que ese tránsfuga tuvo vía libre para cometer semejante aberración. Nadie se animó a hablar por miedo. Hay asesinos conviviendo con nosotros, no les importa su vida, menos la nuestra.