CARLOS BERNATEK

“En el interior se torna difícil el progreso de la escritura”

  • El ganador del Premio Clarín Novela pone de relieve las dificultades que existen en Santa Fe para la producción literaria. Admite que el reconocimiento le dará más visibilidad a su obra, aunque asegura que no lo necesitó para sentirse escritor.
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“Ojalá que esto sirva para que se lean más otras obras que no tuvieron la misma suerte. Tengo libros que no volvería a escribir y otros que defiendo, porque pienso que algún valor tienen”, sostiene el autor.

Foto: Archivo El Litoral

 

Juan Ignacio Novak

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Carlos Bernatek, flamante ganador del Premio Clarín Novela por “El canario”, asegura que Santa Fe (donde residió muchos años, desde los 70) está muy presente a lo largo de su producción literaria. “Inclusive la última novela que publiqué, ‘La noche litoral’, ocurre en Santa Fe. Además mi primer libro lo publiqué viviendo allá, en 1994. Fue ‘La pasión en colores’, primera parte de ‘El canario’, que llega veinte años más tarde”, recuerda.

—O sea que en ella también hay algo de Santa Fe.

—Tiene más que ver con el lenguaje y las vivencias que con lo estrictamente argumental. Lo argumental estaba en “La noche litoral”, una novela de Santa Fe, en Santa Fe, con personajes de Santa Fe, que lamenté que no se lea más en Santa Fe. Tal vez ahora que tuve la suerte de ganar este premio se lea más.

—Por ahí surgen prejuicios en el lugar de uno.

—Pasa. Pero a mí me había hecho una excelente crítica Enrique Butti, muy aguda y puntual. Era un libro raro, difícil de catalogar, que no entraba en el canon tradicional. Y como tantas cosas en Santa Fe, pasó sin pena ni gloria.

—¿Qué autores santafesinos te influyeron?

—Muchos, partiendo del más grande la provincia, que es (Juan José) Saer. Históricamente, creo que no hay un caso similar, aunque haya enormes autores que no tuvieron la repercusión que tuvo él. Hay poetas enormes como (Juan Manuel) Inchauspe que merecerían un espacio mucho más grande que el que ocupan.

—Saer tuvo una gran difusión, no todos tienen esa suerte.

—Pero se tuvo que ir de Santa Fe, del país, para tenerla. Ganar el premio Nadal. Si se hubiera quedado en Santa Fe, probablemente su destino hubiera sido igual al de Inchauspe, a quien recién muchos años después de muerto se lo empieza a valorar nuevamente. No es un gran momento literario de Santa Fe, aparecen algunos autores nuevos como (Francisco) Bitar y les cuesta mucho, no sólo producir literatura sino difundirla.

—Es como si hubiera que exiliarse para ser valorado.

—Es una realidad que no afecta sólo a Santa Fe. Pero en Santa Fe existe una ley de jubilación del escritor según la cual si te vas, perdés el derecho. Una cosa absurda, porque muchísimos autores siguen siendo santafesinos, representan a Santa Fe, se tienen que ir a vivir a otro lugar por necesidad y en ese momento pierden la posibilidad de la única ley que los beneficia. Al revés de lo que ocurre en Entre Ríos, donde existe el premio Fray Mocho y una vez que el escritor lo gana, cuando llega a su edad jubilatoria, cobra una jubilación esté donde esté. Eso es bastante injusto con los escritores del interior, porque se les exige representar a la provincia cuando hay que ponerlos delante de un estrado, en la Feria del Libro o en otros espacios, pero al mismo tiempo se les niega la posibilidad de crecer en su obra, de difundirla, lo cual torna muy difícil el progreso de la escritura. Yo fui funcionario de la provincia e intenté por todos los medios que se modificara esta ley. La modificación no es una cosa compleja, ya que ni siquiera hay que modificar la ley, sino las normas de aplicación de la ley. Le escribí muchas veces a la ministra de Cultura sobre este tema, se lo recordé de una y otra manera y nunca encontré el eco. No sé si porque no había posibilidades políticas de hacerlo o qué era lo que ocurría. Pero durante mi gestión mandé una cantidad de notas importantes sobre esto. Porque yo veía que, de golpe, personajes menores que ni siquiera tenían una existencia literaria, tenían derecho a reclamar el premio por haber figurado en un concurso remoto que había tenido un auspicio de la provincia. Eso es una falencia muy grave en la legislación, porque un derecho conseguido con gran esfuerzo terminó en una norma que es muy perjudicial. Por ejemplo, si Saer viviera, no podría cobrar esa jubilación. Es una cuestión que tiene que resolver el Ministerio de Cultura. Es muy sencillo hacerlo, pero no hubo voluntad y tampoco reclamo de los escritores.

—Es cierto que depende mucho de la movilización del sector.

—Sí, porque en Santa Fe hay dos asociaciones de escritores y en realidad ninguna representa a escritores. Representan a aficionados que tienen una proximidad con la literatura. Pero si le preguntás a cualquier escritor que esté desarrollando una obra, no te va a decir que se siente identificado con esas asociaciones. En realidad no tienen ningún interés en modificarla. Es raro que dos organizaciones gremiales no se movilicen por un interés común. En Buenos Aires tampoco existe eso. La Sociedad Argentina de Escritores o la SEA, que fue otro intento de innovación en la materia, fracasaron y ningún escritor más o menos destacado está en ninguna de ellas ni se siente representado.

—¿Y entonces dónde se pueden canalizar los reclamos del sector?

—Creo que no es ahí. Es que no hablamos de un trabajo rentado. Eso es lo que hace diferente a la escritura de cualquier otra disciplina laboral. No hay sueldo, correlatividad de ingresos, ni vacaciones. Entonces le pedís a un escritor que se asocie en base a nada. Ninguna empatía más que la amistad con uno u otro. No la defensa de los derechos de gente que reclama un reconocimiento. Es muy complejo.

Obra contra obra

—Este premio te da la posibilidad de publicar y difundir la obra.

—Habría que instalar una gradación de importancia. Yo no me puedo quejar de haber tenido dificultades para publicar. Hace muchos años que publico. Con épocas mejores y peores, tengo editores y mis libros aparecen. Obviamente, si publicás en una editorial grande o una multinacional que invierte una cantidad importante de dinero en difusión, promoción y distribución, es distinta la llegada que si publicás en una editorial chica. Pero yo no necesité ganar este premio para sentirme escritor. Yo ya lo era antes. También ocurre que en este concurso llegan autores inéditos.

—No pesan los antecedentes.

—No califican. Podés haber escrito el “Ulises” de Joyce, te presentás con otra obra y participás con esa obra. Es obra contra obra. Es equitativo, si no nunca aparecerían autores nuevos. Lo que tampoco significa que todos los autores nuevos que hayan ganado el premio luego se hayan instalado como autores.

—¿Qué sensaciones te produjo ganarlo?

—Una gran alegría, siempre es un reconocimiento al trabajo, más allá de que sea muy difícil calificar que una novela es mejor que otra. Es una cosa muy compleja de dirimir, no es deporte. Siempre es un análisis subjetivo. A un jurado le puede gustar lo tuyo y a otro no. Es el albur de los concursos, vos lo aceptás y participás o no lo aceptás y te quedás en tu casa.

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Bernatek fue funcionario del Ministerio de Innovación y Cultura. “A los escritores del interior se les exige representar a la provincia cuando hay que ponerlos delante de un estrado, pero al mismo tiempo se les niega la posibilidad de crecer en su obra”, critica.

Foto: Archivo El Litoral

Literatura y dictadura

—¿Por qué elegiste en “El canario” esos personajes y ese contexto, el de la dictadura militar?

—Estábamos en la entrega de premios y los periodistas tenían que cerrar las notas, mandar las cosas, colgarlas en las páginas. Y a veces hay un apresuramiento en la calificación de gente que no leyó la novela. Los únicos que la leyeron son los jurados. Agarro el diario y leo “una novela de la dictadura” o “un libro sobre las heridas del pasado”. Las heridas del pasado no son sólo de la dictadura. Por el tiempo en que se desarrolla la novela y una circunstancia argumental específica, como es que uno de los personajes está haciendo la colimba en la Esma, uno no se puede hacer el zonzo con lo que ocurría en el país. Pero eso no significa transformarse en un cronista de guerra o en un denunciador profesional, que es lo que la gente intuye cuando le decís “novela de la dictadura”.

—¿Cuál sería tu síntesis de los temas de la novela?

—Creo que es la circunstancia particular del protagonista, Javier, quien vuelve al país tras autoexiliarse. No se afincó en ningún lado, recorrió Brasil durante veinte años, vivió distintas aventuras y en determinado momento siente que se le fue la juventud y vuelve al país. Ésa es la historia. Después, en el país encuentra lo que encuentra. Con esto no quiero menoscabar la enorme importancia de la dictadura y el genocidio en la Argentina, que fueron determinantes y marcaron a generaciones, como el franquismo en España.

—O sea que no te planteaste hablar sobre la dictadura.

—No, jamás me lo planteé. Tampoco me planteé que, como este tipo hace la colimba en la Esma, iba a hablar de la Esma con metáforas, porque eso me parece más rastrero que llamar a las cosas por su nombre. La crónica está mejor narrada en otros lados, no en la ficción. Me cuesta encontrar una gran novela argentina que hable que la dictadura. Hay buenas novelas, pero no existe la gran novela de la dictadura. Creo que, sobre este tema, se hizo mejor literatura en el ensayo que en la narrativa.

Más visible

—¿Qué va a pasar con tu producción literaria a partir del premio? ¿Va a cambiar?

—Mi forma de escribir, no. Evidentemente uno no escribe toda la vida igual. Lo que cambia es la visibilidad que puede tener lo que vos escribís. No es lo mismo sacar un libro que está hasta en la última librería de la Argentina o Latinoamérica, que uno que está en contadas librerías de Buenos Aires. Ojalá que eso sirva para que se lean más otras obras que no tuvieron la misma suerte. Tengo libros que no volvería a escribir y otros que defiendo, porque pienso que algún valor tienen.