llegan cartas

Opinión sobre un artículo publicado

Una concatenación de confusiones podría ser la mejor descripción del artículo de opinión del Sr. Alberto Estrubia, publicado hace unos días, con relación al artículo de fe católica “Creo en la resurrección de la carne”. Aunque es libre de tener su opinión al respecto, y de lamentar, como lo hace, la decisión del Papa Francisco de prohibir la dispersión de las cenizas de los difuntos, me parece oportuno hacer algunas aclaraciones: a) Por lo que respecta al documento vaticano parece evidente que no lo ha leído del todo o no lo ha comprendido bien, ya que, contrariamente a lo que afirma Estrubia, nunca se dice que la dispersión de las cenizas impida la resurrección, ni que Dios vaya a estar recolectando dichas cenizas. Simplemente se dice que no deberían esparcirse en el aire, la tierra o el agua, “para evitar cualquier malentendido panteísta, naturalista o nihilista”. Es decir, evitar un gesto que alude simbólicamente a la disolución de la persona en la indeterminación cósmica (algo más cerca de las espiritualidades orientales). Además se aconseja no guardar las cenizas en las casas, sino llevarlas a lugares consagrados, a fin de evitar los riesgos de “olvido, falta de respeto y malos tratos, que pueden sobrevenir sobre todo una vez pasada la primera generación, así como prácticas inconvenientes o supersticiosas”. La Iglesia piensa a largo plazo: las cenizas que hoy cuidamos con afecto pueden llegar a ser objeto de juegos, descuidos y hasta profanaciones por parte de futuros herederos. En cuanto a la fe cristiana en la resurrección, el artículo de Estrubia argumenta de un modo bastante confuso que no se trata de un acontecimiento que afecte al mundo material, sino que se refiere a un hecho puramente espiritual. Llegando a asegurar que cuando San Pablo dice “cuerpo” en realidad quiere decir “espíritu”. Añadiendo que el caso de Jesús es una excepción: Él sí resucitó con un cuerpo material y glorioso.

En general sus afirmaciones son bastante peregrinas (como cuando dice que los ángeles tienen cuerpo, o que la Congregación para la doctrina de la fe “supone, sin fundamentos...” lo cual parece harto temerario). Basta echar una mirada al Catecismo de la Iglesia Católica, publicado por San Juan Pablo II, para conocer con bastante exactitud el contenido de la fe, en cuanto a la resurrección (del pgfo. 998 al 1014). Y sí, el catolicismo -desde el siglo I al XXI- sostiene que el hombre es la unión sustancial de cuerpo y alma y que la resurrección es la restauración y glorificación de la completa naturaleza humana: “En la muerte, separación del alma y el cuerpo, el cuerpo del hombre cae en la corrupción, mientras que su alma va al encuentro con Dios, en espera de reunirse con su cuerpo glorificado. Dios en su omnipotencia dará definitivamente a nuestros cuerpos la vida incorruptible, uniéndolos a nuestras almas, por la virtud de la Resurrección de Jesús” (Catecismo Iglesia Católica, 997). Porque contra los espiritualismos que siempre se nos cuelan, los cristianos afirmamos la bondad de todo lo creado, y que la redención de Cristo alcanza todas las dimensiones del universo, también la material.

La broma final sobre la densidad poblacional de la tierra a la hora de la resurrección de los muertos sólo demuestra que muchos de nuestros contemporáneos creen que Dios está limitado por su pequeña imaginación, y no llegan a avizorar aquellos los “cielos nuevos y tierra nueva” de los que hablaba Juan en el Apocalipsis 21,1, o las misteriosas realidades que San Pablo en 1a. Cor 2,9 describía diciendo “ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni pensó el corazón del hombre, lo que Dios ha preparado para los que lo aman”.

ALEXIS LOUVET

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