Criminología mediática: pensar con los ojos

por Osvaldo Agustín Marcón

Después que Sartori propusiera al homo videns (1997) como noción crítica del dominio de la televisión sobre los sujetos modernos, surgieron otros aportes de gran valor para comprender distintas dimensiones de la realidad. Zaffaroni propuso (2011) la Criminología Mediática, categoría que manifiesta en este campo aspectos de aquella formulación del politólogo italiano. Refiere a las configuraciones del pensamiento social en relación con las situaciones de conflicto penal, pero mediado por la influencia de los medios masivos de comunicación social.

En este marco interesa analizar el avance del “pensar con imágenes” (retomando la expresión utilizada por Enric Jardi en 2012). Dicho modo de pensar involucra procesos cognitivos muy distintos a los que funcionan durante la lectura de un texto. En este último caso predominan las operaciones de análisis-síntesis (letras, palabras, frases y párrafos), mediante secuencias que articulan antecedentes y consecuentes. Ante la imagen, en cambio, el sistema cognitivo se aproxima predominantemente de manera simultánea, sintética y global. Lo percibido es el todo antes que las partes por lo que su sentido no resulta, en general, del laborioso proceso analítico-discursivo exigido por lo escritural. Como puede deducirse, estos procesamientos vinculados a la imagen involucran tiempos mucho más pequeños que los exigidos por lo escrito. Tenemos entonces que, dado lo vertiginoso de la actual cotidianeidad, tienen más posibilidades de ser atendidas las rápidas imágenes que los más lentos y pesados constructos lingüísticos (el éxito de los “memes” en las redes sociales son una expresión práctica de ello).

En “El ojo absoluto” (2011) el psicoanalista francés Gérard Wajcman escribe que una de las características de las águilas son sus ojos más grandes que el cerebro. Alude metafóricamente a un particular modo de estar en el mundo, sesgado por la disponibilidad de muchísima información, desproporcionada con la capacidad de procesamiento. Advierte que no se trata de modos idiotas de pensamiento sino de la instalación de lo que denomina pensar con los ojos. Por ejemplo (y obviamente sin comparar personalidades), gran parte de la población adulta en la Argentina podría reconocer a primera vista tanto una imagen del General San Martín como otra del “Chapo” Guzmán. Sin embargo es muy posible que esa población tenga más posibilidades de recordar datos del prócer que del narcotraficante. En términos cognitivos esto no es casual pues, en general, mientras que al prócer esa población lo conoció a través de la lectura, al narcotraficante accedió por los caminos audiovisuales. Sobre ambos tiene opinión pero la información que la sustenta es cuali y cuantitativamente muy diferente en cada caso.

Esto puede explicar cómo es que unos crímenes se emplazan rápida y eficazmente en el sistema de representaciones sociales de la ciudadanía mientras que otros, de igual o mayor gravedad, casi no dejan huella. Aquella imagen del niño sirio muerto en las playas de Turquía (septiembre de 2015), mientras con su familia trataban de escapar de la guerra, tuvo un impacto que muchas páginas no lograron con sus escrituras. Pero ese registro no incluye, en general, el análisis del genocidio subyacente. La noticia que da cuenta de la contaminación generada por la alemana Volkswagen mediante la adulteración de datos de automóviles por ella producida, o el escándalo mundial conocido como Panama Papers no incluyeron -casual o causalmente- una imagen que les garantizara ese alto impacto. Se conoce bastante sobre estos hechos pero no llegan a constituir una marca en la sensibilidad ético-ciudadana. Y tienen, entonces, un impacto de menor densidad en términos de construcción de opinión pública.

Según parece el hecho de que en muchos casos la imagen del delito sea subjetivamente más fuerte que el delito mismo constituye un rasgo de época. Si se pretende aumentar la eficacia de las políticas, parece razonable tomar nota de ello.

El hecho de que en muchos casos la imagen del delito sea subjetivamente más fuerte que el delito mismo constituye un rasgo de época.

Ante la imagen, el sistema cognitivo se aproxima predominantemente de manera simultánea, sintética y global. Lo percibido es el todo antes que las partes.