Tribuna de opinión

La juventud sin trabajo, delincuencia y droga

HERBERT A. R. NORMAN

Los jóvenes que empiezan su vida con una mala alimentación, sin educación y con múltiples deseos insatisfechos por causa de su entorno, tienen una grave incapacidad para proyectarse hacia a un futuro mejor. Optan entonces por el camino fácil de los malos ejemplos que rápidamente encuentran en la calle y terminan en la droga.

La sociedad, en su desesperación por el aumento increíble de los delitos, empeña enormes sumas en una imposible vigilancia de todos los rincones vulnerables de las ciudades y áreas cercanas, y sufre las consecuencias de su impotencia. Se requieren entonces enormes sumas en aumento del personal policial, armamentos, etc., que implican una suba de los impuestos, costos que a su vez perjudican a los habitantes y conspiran contra una economía sana, competitiva y en expansión.

La sugerencia no es quizás innovadora, pero una posible solución puede iniciar su camino con algunas medidas de fondo, por ejemplo:

* Estimular a las empresas privadas para que contraten menores desde un mínimo de 14 años de edad, sin costo de aportes sociales, excepto asistencia médica.

* En caso de ser necesario el contratante podrá despedir al joven operario sin indemnización alguna.

Cuando el menor cumpla los 20 años de edad comenzará una obligación progresiva de aportes sociales a razón de un 20% anual de la proporción de aportes de los trabajadores mayores, de forma tal que en 5 años esa persona, ya de 25 años de edad, estará aportando como los otros operarios.

La posibilidad de obtener un trabajo remunerado será altamente beneficioso para la juventud que gracias al nuevo sistema podrá ir resolviendo su presente y su futuro. Esos años de trabajo juvenil cumplen varias funciones útiles, tales como el aprendizaje implícito al realizar una tarea regular razonablemente pagada. El joven ingresa en un sistema ordenado con cumplimiento de horarios que además implica la salida del ambiente de calle y promiscuidad. No le resultará difícil comprender que le conviene cuidar el nuevo “status” para no caer en el riesgo de su pérdida.

La sociedad, por su parte, logrará paliar en parte el problema de la desocupación. Es que, en cambio, en ese nivel básico, el joven desocupado busca recursos en el delito para cubrir necesidades non sanctas.

Es verdad que por un tiempo el sistema de la seguridad social no percibirá ingresos por esos contratos juveniles, pero viéndolo bien, tampoco los percibe ahora si los chicos andan sueltos, consumiendo paco y atacando a los transeúntes, para obtener dineros de las formas más espurias que vemos a diario. Pero subrayemos que el sistema propuesto ayudará a minimizar muchos gastos que hoy se erogan en la prevención del delito de los más jóvenes.

Definir esto con rapidez puede beneficiar a todos menguando el drama actual.