editorial

Ganancias, en el peor de los escenarios

  • El debate por el impuesto a las Ganancias se produce de la peor manera y en el escenario menos propicio.

Lo que debió ser una discusión técnica y responsable desde el punto de vista impositivo, terminó convirtiéndose en un enfrentamiento político en el que cada uno de los sectores que pugnan por espacios de poder en la Argentina intentan obtener alguna ventaja.

Es verdad que el kirchnerismo dejó activadas verdaderas bombas de tiempo en cada pliegue del Estado nacional, y que lo sucedido con el impuesto a las Ganancias no es una excepción. Sin embargo, también es cierto que el debate sobre este tributo se produce en el momento menos indicado y de la forma más desacertada.

Como primera medida, se debe reconocer que el actual esquema de Ganancias resulta inconcebible luego de un proceso inflacionario que terminó destruyendo de manera absoluta durante los últimos años la progresividad y la proporcionalidad de este impuesto. Tanto es así, que fue el mismo Mauricio Macri quien durante la campaña electoral dijo que “ningún trabajador” pagaría esta carga en su gobierno. El presidente quedó preso de sus palabras, tal como le hubiese sucedido a Daniel Scioli.

Pero al llegar al poder, Cambiemos se encontró con un verdadero desastre en las cuentas públicas. Decidieron postergar el tratamiento de este tema. Y abrieron el debate cuando 2016 termina y comienzan a dirimirse las primeras batallas de cara a un año electoral como será 2017. Así, Sergio Massa, hasta hace poco un opositor modelo para el gobierno -presentado en Davos como una garantía de institucionalidad-, terminó convirtiéndose en una especie de traidor serial al aliarse al kirchnerismo y a otros sectores políticos para dar media sanción a un proyecto que genera un tremendo impacto fiscal.

En el caso de la provincia de Santa Fe, por ejemplo, la suba del mínimo imponible de Ganancias que se produjo en la primera parte del año representó un recorte de recursos de aproximadamente 2.500 millones de pesos. Si el proyecto aprobado por la Cámara Baja fuera implementado, implicaría la pérdida de otros 4.300 millones anuales, según acaba de advertir el ministro de Economía, Gonzalo Saglione.

Las contradicciones son tan evidentes, que el ahora diputado Axel Kicillof defiende las modificaciones, cuando hasta el año pasado -cuando era ministro de Economía de Cristina Fernández- se mofaba de todo aquel que se atreviera a proponer algún tipo de actualización a este impuesto.

También existen incongruencias entre lo que declaran públicamente algunos gobernadores y lo que hacen los legisladores nacionales que pertenecen a sus mismas provincias y partidos. Sólo a modo de ejemplo, mientras Miguel Lifschitz asegura que sería inconveniente la aplicación del proyecto aprobado en la Cámara Baja, los diputados nacionales socialistas de Santa Fe votaron a favor.

Incluso, Saglione dejó entrever que antes de votar, estos legisladores no consultaron al gobierno provincial cuál sería el impacto fiscal generado por las modificaciones propuestas.

Lo mismo sucedió en Salta. Mientras Juan Manuel Urtubey pide que no avance el proyecto de Diputados, los legisladores de su provincia y su partido votaron todo lo contrario.

En definitiva, se plantea el peor de los escenarios. Lo que en principio se anunciaba como una verdadera reforma impositiva, terminó convirtiéndose en un parche para el impuesto a las Ganancias en el que, lo fundamental, parece ser quién paga el mayor costo político.