editorial

  • Fue una medida de fuerza de carácter extorsivo, que afectó a millones de personas que necesitan del transporte público para movilizarse.

Un paro que perjudicó a los que menos ganan

Resulta cuanto menos contradictorio -por no decir inaceptable- que los mismos sindicatos que se dicen defensores de los trabajadores, no duden en complicarles la vida a los que menos ganan, en su intento de presionar al gobierno en las horas previas a un encuentro clave para destrabar las discusiones sobre el Impuesto a las Ganancias. En esta Argentina convulsionada y donde prima el sinsentido, la víspera se inició con una medida de fuerza que paralizó a los servicios de colectivos, subtes, trenes, aviones, contenedores portuarios, empresas de carga por tierra, recolección de basura y transporte de combustibles.

Las grandes ciudades sintieron con fuerza el impacto. En Santa Fe, hasta cerca de las 8 de la mañana no circularon los colectivos urbanos, por lo que miles de personas debieron ingeniárselas como pudieron para llegar a sus lugares de trabajo. Mientras tanto, los trabajadores de las empresas recolectoras de residuos -Cliba y Urbafé- amagaron con prolongar la medida de fuerza durante toda la jornada, a pesar de que inicialmente había sido convocada hasta el mediodía.

Frente a esta situación, el municipio anunció que descontaría el canon diario correspondiente a las firmas prestatarias del servicio. Pero con el correr de las horas, desde la Federación de Camioneros llegó una orden para que la medida de fuerza fuera suspendida y, poco a poco, las tareas comenzaron a normalizarse.

La situación de Capital Federal y el conurbano bonaerense fue caótica. Se calcula que alrededor de un millón de personas se moviliza cada día a través del subte. El paro abarcó también a los colectivos y a los trenes, por lo que las calles de la ciudad se tornaron intransitables.

Hubo personas con el poder adquisitivo suficiente para pagar un taxi, que se vieron obligadas a bajarse de los vehículos y dirigirse caminando a sus lugares de trabajo porque el tránsito estaba paralizado debido a la cantidad de automóviles.

Para los más pobres, la situación fue todavía peor. Los trabajadores informales, seguramente debieron permanecer en sus hogares y, por lo tanto, se quedaron sin su ingreso diario. Y en el caso de los empleados con relación de dependencia que se vieron imposibilitados de movilizarse, probablemente perdieron el presentismo. Lo sentirán a fin de mes, cuando reciban sus sueldos.

En líneas generales, ninguno de los que soportaron las consecuencias del paro de transporte pagan Ganancias, pero fueron utilizados por los sindicatos a modo de amenaza contra el gobierno nacional.

Es que la medida de fuerza no se produjo sólo para que se alcance un acuerdo en las negociaciones. De hecho, los servicios pararon antes de la reunión que estaba prevista para después del mediodía de ayer entre la cúpula de la Confederación General del Trabajo (CGT) y representantes del gobierno nacional.

Fue un paro con el mero objetivo de presionar y advertir sobre las implicancias que podría provocar la falta de acuerdo. Quienes se quedaron sin colectivos, trenes y subtes en Buenos Aires, difícilmente se vean beneficiados por el resultado de la cumbre de los gremialistas que decidieron ocasionarles un verdadero trastorno a sus vidas.

Se supone que la huelga constituye un mecanismo legítimo de protesta o reclamo. Sin embargo, en este caso terminó siendo utilizado en medio de una negociación y con el mero propósito de presionar a la contraparte.

Lamentablemente, y como suele suceder en la Argentina, nadie asumirá la responsabilidad por lo ocurrido.

La situación de Capital Federal y el conurbano bonaerense fue verdaderamente caótica. Se calcula que alrededor de un millón de personas se moviliza cada día a través del subte.