Crónica política

Todo estaba sucio

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El ex jefe del Ejército, César Milani, en una fotografía de 2015. Foto: DYN/ARCHIVO.

Por Rogelio Alaniz

El “compañero” Macri

Si como dijera el filósofo Miguel Ángel Pichetto, el peronismo real es el de los sindicatos y los gobernadores; en el reciente conflicto por el denominado impuesto a las Ganancias quien brindó una lección de peronismo de alta escuela fue el señor Mauricio Macri, acordando precisamente con los gobernadores y la CGT. Como era de prever, hecho el acuerdo a Massa y a los otros caudillos políticos del peronismo no les quedó otra alternativa que aprobar, callar o mirar para otro lado, rezando en su fuero íntimo para que nadie se acuerde que alguna vez se abrazaron con Kicillof. Si lo que querían los peronistas era poner al gobierno contra las cuerdas o presentarlo como un engendro a favor de los ricos, el tiro les salió por la culata o directamente no les salió. Que el Congreso de la Nación haya dejado de ser una escribanía del poder es uno de los grandes aciertos de la gestión de Macri. O, tal vez, para ser más preciso, lo sucedido es la consecuencia más o menos previsible del singular campo de relaciones de fuerzas abierto en la presente coyuntura histórica, coyuntura caracterizada por el hecho de que nadie puede cortarse solo, todos dependen de todos y, para bien o para mal, los grandes temas de la política nacional deben expresarse públicamente, lo que obliga a los legisladores a hacerse cargo de sus palabras y de sus actos. Democracia deliberativa, calificaría O’Donnell o Habermas a esta realidad en la que las decisiones se toman como consecuencia del debate y el acuerdo, en oposición el decisionismo autoritario típico de los regímenes populistas.

Milagro Sala, María Julia y José Pedraza

Es probable que Milagro Sala sea algo así como la María Julia Alsogaray del kirchnerismo. El peronismo es capaz de producir la asombrosa alquimia de unir en un parecido destino histórico a la “niña” María Julia con la india jujeña. Cosas que pasan, magia de la Argentina populista donde en nombre de la misma fuerza política se gobierna para las María Julia y las Milagro, aunque a decir verdad, cuando llega la hora de las rendiciones de cuentas, los que pagan los platos rotos y cumplen las funciones objetivas de chivos expiatorios son esta suerte de lúmenes y tránsfugas de clase. El menemismo concluye su ciclo histórico con notable impunidad. Carlos Saúl vegeta en las orillas de una banca a la que se aferra para no ir preso. Seguramente, el kirchnerismo en su fuero íntimo desea un destino semejante. A todo esto, la semana pasada pregunté por qué estaba presa Milagro Sala y no Cristina Elisabeth, ya que si el argumento que justifica la detención preventiva de la líder piquetera es que aprovechándose de su libertad podría interferir en el juicio, esa razón valdría mucho más para “La que te dije”. La otra pregunta que podríamos permitirnos hacer, sería por qué el dirigente ferroviario José Pedraza está preso mientras que nadie -o muy pocos- dicen una palabra respecto de las responsabilidad real, efectiva, de Milagro Sala en la muerte del dirigente social jujeño Luis Condori, ocurrida en la localidad de Humahuaca el 5 de septiembre de 2012. Condori murió en una balacera promovida por uno de los laderos de Milagro Sala, el compañero Marco Antonio Guerra, e iniciada como consecuencia de la disputa por la ocupación de tierras. Guerra era algo así como la mano derecha de Sala; su imagen la podemos recuperar mirando los videos en los que la agrupación de Sala celebra sus actos. Repasemos. A Pedraza lo encarcelaron por la muerte de Mariano Ferreyra. Pedraza no lo mató, pero sí lo hicieron matones que él pagaba. No hay constancia de que Pedraza haya ordenado esa muerte, pero se entendió que el hombre debía hacerse cargo de las actividades mafiosas de sus sicarios. Perfecto. ¿Por qué lo que vale para Pedraza no vale para la “compañera” Milagro Sala? ¿Por qué los justos reclamos por la muerte de Ferreyra por parte de los organismos de derechos humanos, no se hicieron extensivos al caso de Condori? Creer o reventar: también en el campo de los derechos humanos hay ciudadanos de primera y segunda clase.

La cleptocracia kirchnerista en acción

Los hechos se repiten o se reiteran con una exasperante monotonía y regularidad. La semana pasada, el tema fueron los pasajes en avión y las giras turísticas de Cristina Elisabeth y su séquito por el mundo. Las diferencias en plata eran multimillonarias, algo así como cien millones de pesos, de todos modos una bagatela para la voracidad kirchnerista. Esta semana salta a la luz pública lo de Odebrecht, la empresa brasileña cuyo principal titular está entre rejas por sus prácticas corruptas, muchas de ellas desarrolladas durante los gobiernos de los compañeros Lula y Dilma. Marcelo Odebrecht, nieto del fundador de esta poderosa empresa constructora y petroquímica, está condenado por el juez Moro a diecinueve años de prisión, un dato que importa mencionar porque en la Argentina hasta el día de hoy sabemos mucho acerca de los funcionarios y políticos involucrados en la gran piñata kirchnerista, pero hasta el momento -salvo el caso del compañero Báez que por méritos propios merece un capítulo aparte- no sabemos nada o casi nada de los empresarios “nacionales” que participaron y se beneficiaron de los negociados promovidos por la cleptocracia dirigida por los compañeros Néstor Carlos y Cristina Elisabeth. Ahora salta lo de Odebrecht y otra vez los mismos nombres, las mismas inmobiliarias, los mismos operadores. Ya es aburrido. Aburrido y previsible, porque efectivamente el rasgo distintivo de una cleptocracia es el de un comportamiento similar al de las bandas: los mismos cómplices, los mismos secuaces y compinches, los mismos familiares y la misa trama de poder.

El “compañero” Milani y la causa nacional

El compañero y general César Milani no puede explicar de dónde sacó la plata para comprarse una casa en el distinguido barrio La Horqueta de San Isidro que vale cerca de un millón de dólares y se levanta sobre una superficie de más de mil metros cuadrados, cuando sus ingresos apenas alcanzarían para disponer de un departamento de dos ambientes y cien metros cuadrados en un barrio de clase media porteña. Maravillas de la movilización social ascendente de la causa nacional y popular. Como para que ninguna perla falte en el collar populista, el garante económico y moral de Milani es el señor Ernesto Barreiro. Sí, Barreiro, el conocido jefe carapintada cuyo nombre de batalla es “Nabo”. El compañero general Milani tampoco pudo explicar qué pasó con su asistente, el conscripto riojano y estudiante de Historia, Alberto Agapito Ledo, desaparecido en Tucumán durante los años de plomo en circunstancias en las que la responsabilidad del compañero Milani era más que evidente. Asimismo, las que tampoco pueden explicar por qué tanto silencio y complicidad con el tema son las Madres de Plaza de Mayo y Abuelas de Plaza de Mayo, devenidas en sostenes éticos del compañero general. Notable. Al señor Darío Lopérfido casi lo linchan porque se atrevió a decir que el número de treinta mil desaparecidos -que propagandizan con fervor de fanáticas y especulación de mercaderes- es un embuste evidente, pero mientras tanto, las señoras Bonafini y Carlotto hacen arrumacos con Milani mientras con los pañuelos blancos se secan las lágrimas que derraman por la muerte de Fidel Castro. Milani no sólo es un represor, un corrupto y un socio de Guillermo Moreno con quien recorren la provincia de Buenos Aires pregonando futuras catástrofes, sino que puede jactarse de ser a partir de 1983 el primer militar convocado por un gobierno civil a restablecer la alianza histórica entre fuerzas armadas y peronismo. Y después se enojan cuando algún republicano de la guardia vieja osa decirles fascistas.