La experiencia de un santafesino en Médicos Sin Fronteras

“El dolor del otro siempre duele”

El bioquímico Diego Mendicino acaba de volver de una misión en el Cuerno de África, donde el hambre acecha a millones de personas por una severa sequía. La desnutrición y la tuberculosis son dos problemas graves, pero también la falta de “visibilidad” en los medios de esta verdadera crisis humanitaria.

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Marzo de 2017. Mendicino en su última misión con Médicos Sin Fronteras en Etiopía, donde visitó cuatro localidades: Gambela, Degabur, Libén y Fiq.

Foto: Gentileza Diego Mendicino

 

Gastón Neffen

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Twitter: @gneffen

¿Cómo llegó un bioquímico del Hospital de Niños de Santa Fe a recorrer laboratorios en Gambela, Degabur, Libén y Fiq en Etiopía, en el marco de una misión de Médicos Sin Fronteras? ¿Qué lo impulsó a mirar de cerca el hambre e intentar ayudar a miles de personas que tuvieron que desplazarse cientos de kilómetros porque no llueve una sola gota de agua y se les mueren las cabras y camellos -los animales que sustentan sus vidas- en el corazón del Cuerno de África? Es una larga historia.

El único integrante que tiene Médicos Sin Fronteras (MSF) en el área metropolitana de Santa Fe vive en Santo Tomé y se llama Diego Mendicino. Es un bioquímico de 46 años, que lleva cinco misiones con una ONG que recibió el Premio Nobel de la Paz en 1999, por llevar asistencia médica a donde más se la necesita, sin discriminar por raza, religión o ideología.

Acaba de volver de una misión en Etiopía, uno de los países en crisis por la gravísima sequía en el noreste del continente africano, pero de chico era un pibe más de Santo Tomé en el barrio Adelina Este. Fue a la escuela Juan de Garay en la primaria y al Comercial en la secundaria. El punto de quiebre llegó cuando estudiaba Bioquímica en la Universidad Nacional del Litoral (UNL) y se profundizó la necesidad de hacer algo por el otro, de usar la profesión como una herramienta para ayudar, en combo con las ganas de viajar y conocer otras personas y otras culturas.

“En esos años me fui al impenetrable en Chaco, para trabajar en el tema del Chagas, y con el Tren Alma estuve en Jujuy. En el 2009 decidí aplicar para Médicos Sin Fronteras”, recordó Mendicino, en una entrevista con El Litoral.

En abril de 2010, lo aceptaron en la organización y se empezó a preparar para su primer destino: viajó a Paraguay 6 meses para continuar investigando el tema del chagas (en la actualidad también trabaja en el centro de Chagas y Epidemiología de la Facultad de Bioquímica de la UNL). Después viajó a Etiopía -tres veces- y también a Guinea Bisáu, en la costa oeste de África.

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Hospital. La demanda de atención en los centros médicos es muy importante y requiere un gran esfuerzo de parte de los profesionales de MSF. Foto: Gentileza Diego Mendicino

El desierto del hambre

La primera vez que estuvo en Etiopía viajó a Degabur, en el desierto de Ogaden. “Había una crisis nutricional muy grave y estaban en guerra. En esta zona, la población es somalí y se producen migraciones masivas cuando hay conflictos y sequías”, contó Mendicino.

La desnutrición y la tuberculosis eran los problemas más graves. En el medio del desierto, en donde la electricidad depende de paneles solares y un generador, la organización instaló una máquina para hacer análisis con biología molecular, “como en un hospital de Europa o Estados Unidos”.

La desnutrición era el problema más grave -como ahora- y también la tuberculosis. “Tratamos de hacer la mejor medicina posible, adaptándonos a las condiciones de lugares que a veces no tienen electricidad o agua segura. Tenés que ingeniártelas porque todo suele ser muy limitado”, reconoció.

También hay que enfrentar barreras culturales. “Nos pasó con un mujer que tenía sangrado ginecológico y el médico recomendaba una histerectomía (una operación para extirpar el útero). Es muy difícil que ellos lo acepten, porque en su cultura el rol de la mujer es dar muchos hijos y si no pueden hacerlo sus propias familias no las aceptan”, advirtió Mendicino. Las donaciones de sangre son otro punto delicado, cuando provienen de una persona que pertenece a una etnia diferente a la del paciente.

El trabajo de Mendicino, además de hacer análisis, es capacitar a los recursos locales, conseguir instrumental y recomendar cambios para mejorar las instalaciones de los laboratorios, entre muchas otras tareas.

La seguridad es un punto clave, sobre todo cuando hay conflictos armados. “Estamos muy cuidados y tenemos protocolos estrictos -destacó-. En Degabur, por ejemplo, cuando caminaba hacia el hospital, que estaba a sólo 100 metros del sector donde dormía y se veía desde la oficina, tenía que informar por radio que había llegado. En los casos que hay toque de queda, no podemos salir de las instalaciones médicas y los dormitorios”.

Las camionetas de la organización y otros equipos pueden ser un blanco codiciado. “Las guerras son crueles y el objetivo es ganar. En el desierto los vehículos son fundamentales y te pueden robar la camioneta. Hay que manejarse con mucho cuidado”, reconoció Mendicino.

¿Por qué nadie lo cuenta?

Las normas de seguridad son claves, pero quizás lo más difícil es manejar el proceso emocional. “En esta última sequía, en el campamento al principio se hacían análisis para determinar el grado de desnutrición en los adultos y niños que llegaban. Ahora, se asume que todos están desnutridos, porque la situación es muy grave. La verdad es que el dolor del otro siempre duele, sobre todo de los chicos, sean de Etiopía, Guinea Bisáu o de Santa Fe”, reconoció el bioquímico de MSF.

Mendicino sabe que al menos, desde su profesión, está aportando algo para que esos chicos estén mejor pero a veces siente que estos temas no logran visibilizarse en toda su dimensión social y humanitaria.

“Ahora el mundo está hablando de la guerra en Siria, que es gravísima. Pero hay muchos otros conflictos terribles que la gente no conoce, porque no llegan a los medios. Como pasa con la sequía en el Cuerno de África, que está sucediendo ahora. En una misión, hay veces que nos miramos entre los integrantes de MSF y nos preguntamos cómo puede ser que nadie esté contando esto”, admitió. Es que cuando una crisis humanitaria ingresa en la agenda global de los medios, la ayuda llega mucho más rápido y hay más recursos para salvar vidas.

 
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Catástrofe. En los últimos años, las severas sequías en el Cuerno de África provocaron graves crisis en la región. Aquí, un grupo de chicos hace cola para recibir comida en Somalía. Foto: EFE / DAI KUROKAWA

¿Cómo se financian las misiones de MSF?

El bioquímico Diego Mendicino, integrante de MSF, contó que el 85% de los recursos de la organización provienen de personas particulares (la página web es: www.msf.org.ar) y también hay aportes de gobiernos -que no estén involucrados en conflictos armados- y determinadas empresas (no pueden estar vinculadas a la fabricación de armas y tampoco laboratorios farmacéuticos, para evitar condicionamientos o conflictos de interés, entre otros requisitos).

Cuando viaja a una misión, un integrante recibe viáticos. “Son en moneda local y te alcanzan para comer y llamar una vez por semana a tu familia. También te depositan un salario en tu cuenta -entre 700 y 1.000 euros mensuales-, que es menos de lo que recibe un profesional en un hospital público”, explicó Mendicino.

La idea es que el trabajo sea vocacional pero no “ad honoren”, porque si no es muy difícil que una persona pueda participar de varias misiones y se pierden recursos profesionales y humanos que están formados para asistir en crisis humanitarias.

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Ahora el mundo está hablando de la guerra en Siria, que es gravísima. Pero hay muchos otros conflictos terribles que la gente no conoce, porque no llegan a los medios. Como pasa con la sequía en el Cuerno de África, que está sucediendo ahora. Hay veces que nos miramos entre los integrantes de MSF en una misión y nos preguntamos cómo puede ser que nadie esté contando esto”.

Diego Mendicino

Integrante de Médicos Sin Fronteras

 
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Postal, en la arena. En el desierto de Ogaden, las condiciones de vida son muy duras. Aquí, Mendicino asistió a refugiados en Degabur.

Foto: Gentileza Diego Mendicino

El dato

¿Qué es Médicos Sin Fronteras?

Es un grupo de médicos y periodistas que se fundó en París en 1971. En la actualidad cuenta con más de 20 oficinas, 32.500 trabajadores en el terreno y el apoyo de 5 millones de socios y colaboradores en los cinco continentes. “Somos una de las mayores organizaciones médico-humanitarias independientes del mundo, pero nuestra misión sigue siendo la misma: dar asistencia a poblaciones en situaciones de crisis, sin discriminación por raza, religión o ideología política”, indica la ONG en su página web. En 1999, la organización recibió el Premio Nobel de La Paz.