La vuelta al mundo

Brasil y el rufianismo político

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Por: Rogelio Alaniz

Es muy probable que Temer no siga siendo presidente y hasta hay motivos para pensar que en realidad nunca debería haber ocupado ese cargo. Sabemos que la fórmula Dilma Roussef- Michel Temer no nació con los mejores auspicios. Los acuerdos entre tahúres suelen tener esos problemas. El entendimiento dura hasta que alguien decide traicionar. Podría haber sido Dilma, pero Temer le ganó de mano. Admitamos que para esas faenas el político del PMBD tenía más oficio y mejores reflejos. En el camino, Michel y Dilma se defendieron espalda contra espalda. Los cronistas recuerdan al respecto cuando la oposición objetó la fórmula que se presentaba como “nacional y antiimperialista” y Dilma salió con las uñas filosas a defender a su compañero de causa.

El dato merece recordarse, porque atendiendo a lo que luego sucedió, para los dirigentes del PT y nuestros kirchneristas locales pareciera que Temer fue un invento del Espíritu Santo o, ¿por qué no?, una designación perversa de Macri, fiel a su objetivo de impulsar la restauración conservadora y neoliberal a lo largo y a lo ancho de América Latina.

A los tahúres se los distingue no solo porque hacen trampa, sino porque viven de la trampa, lo que traducido al lenguaje político quiere decir que viven de la corrupción. Y así fue en el caso que nos ocupa. Michel y Dilma se unieron para hacer negocios y los negocios los distanciaron. Cuando a Temer se le presentó la oportunidad asestó la célebre “puñalada por la espalda”. La víctima fue Dilma que perdió la presidencia de la Nación. Pero solo en ese punto fue víctima, porque no se puede pretender ocupar ese rol cuando, si las circunstancias hubieran sido otras, Dilma habría sacrificado a Temer sin que se le moviera un pelo.

La señorita Corrupción

Para sacar el tema de las cuestiones personales, digamos que el protagonista central de este culebrón político es la señorita Corrupción. Y en ese punto la responsabilidad del Partido de los Trabajadores (PT) es insoslayable, como lo demuestran las detenciones y procesos de sus principales dirigentes, todos enchastrados hasta las cejas con coimas, saqueos y enriquecimientos. En este punto, a la pareja Temer y Dilma hay que sumarle al señor Lula que, como muy bien dijera Fernando Henrique Cardoso, es el principal responsable del proceso de corrupción que asfixia a Brasil.

Las cifras de este proceso son estremecedoras. Y lo que hay que decir es que la responsabilidad incluye a políticos, pero también a empresarios. La observación es necesaria porque para cierto sentido común empresario subsiste un prejuicio gracias al cual el empresario que soborna a políticos no es corrupto. Incluso se ha llegado a decir que los empresarios siempre están justificados de hacer lo que hacen porque, supuestamente, el sistema estatal es opresivo con sus leyes, impuestos y trabas jurídicas que impedirían el desarrollo de una economía libre. O no dejarían otra alternativa que pagar coimas para poder desarrollarse

Lo que ocurre en Brasil en ese sentido es aleccionador. Las empresas más poderosas de una de las economías más fuertes del mundo están comprometidas con la corrupción hasta las pestañas. Es el caso de Odebrecht de quien se dice que en sobornos habrían pagado cifras multimillonarias en dólares. O el caso de la compañía procesadora de carnes JBS. Los ejemplos pueden extenderse en todas las direcciones porque cuando un régimen se corrompe se cruzan todas las fronteras y se abaten todos los escrúpulos.

La cuestión de fondo -o por lo menos uno de los temas centrales de este debate- es cómo se financia la actividad política. O cómo se impide que se fortalezca un régimen o un sistema en el que empresarios y políticos corruptos establecen una suerte de asociación ilícita en el que ambos obtienen beneficios a costa de la sociedad, una observación que conviene destacar porque estos procesos corruptos no salen gratis. La alianza “mafiosa” de políticos y empresarios necesita degradar las instituciones con otra consecuencia: la pésima calidad de los servicios que se prestan, un desenlace previsible porque si el objetivo es el saqueo está claro que todo lo que se pueda hacer al margen de la ley para maximizar las ganancias, se hace. Cualquier duda consultar con Gildo Insfran en Formosa o con Alicia Kirhner en Santa Cruz.

Volviendo a Brasil, importa decir que el PT no inventó la corrupción, pero en las ultimas décadas fue el que la llevó a su máxima expresión.Con un añadido que merece tenerse en cuenta: este partido se presentó ante al sociedad como una suerte de redentor social, como el partido que venía a poner fin a las injusticias de todos los tiempos, como el promotor de un orden social justo y humano. Esas esperanzas o esas ilusiones nunca las alentó Temer, por lo que el sentimiento de defraudación con el PT fue más intenso.

Simpatizantes de esta fuerza política admiten en voz baja que, efectivamente. la corrupción del PT es indefendible. Consideran algo así que la resolución de este “drama” es como una asignatura pendiente por parte de los partidos populares. La evaluación es benigna pero apunta al corazón del problema.

En definitiva, la pregunta a hacer es cómo puede ser que dirigentes que cuentan con una historia de luchas, persecuciones, exilios e incluso torturas, se hayan encharcado de la peor manera con lo que supuestamente querían combatir; cómo es posible que declarados luchadores contra el capitalismo hayan sido devorados por uno de los rostros mas abyectos del capitalismo.

No hay una exclusiva respuesta a un problema que está -por ejemplo- presente en Nicaragua, en Venezuela y de alguna manera en la Argentina, y digo de “alguna manera” porque nuestro populismo criollo no fue liderado por luchadores sociales precisamente, salvo que alguien quiera asignarles esa lugar a los Kirchner y a su corte de favoritos.

El problema en Brasil es que la corrupción no es una anécdota o un episodio menor, sino una protagonista central de la política. Si esto es así, algún diagnóstico es necesario hacer acerca de una realidad que amenaza transformarse en una constante y hasta en un rasgo distintivo de los populismos latinoamericanos del siglo XXI. ¿Las debilidades del corazón? ¿El pecado original? ¿Las tentaciones de Lucifer? ¿O la lógica inevitable del poder?

Sobre cualquiera de estos interrogantes hay bastante literatura escrita, pero estimo que lo que amerita un análisis más de fondo es el que intenta explicar lo sucedido a partir de la lógica interna del poder.

Y sobre todo, la incapacidad o la exposición a la que se ven sometidos los dirigentes cuando deben lidiar con el poder sin estar preparados para ello. Raro. Aprendieron a resistir, aprendieron a luchar, incluso a jugarse la vida, pero no aprendieron, no supieron o no quisieron capacitarse acerca de las celadas que tiende el poder. Es raro e interesante. Muchos de ellos estaban ejercitados incluso para resistir la tortura, pero no estaban ejercitados para resistir la seducción de un “cañonazo de un millón de dólares”.

¿Hay salida para Brasil? No sé si la hay, pero está claro que hay que esforzarse para que la haya. Dejemos el pesimismo para la poesía o para la reflexión teórica y admitamos que en política el optimismo es la única opción práctica posible. Además, en Brasil hay causas reales que alientan ese optimismo. La justicia por ejemplo. A diferencia de la Argentina -tal vez porque en Brasil el sistema legal sea más justo- los jueces no vacilan en meter presos a los políticos y a los empresarios corruptos. Precisamente, una de las alternativas posibles para destrabar la crisis es avanzar en el juicio contra la fórmula que en su momento conformaron Roussef y Temer, juicio iniciado mucho antes de esta crisis. Si esto ocurriera, y Temer dejara de ser presidente, podría ser posible una convocatoria electoral, la primera respuesta que se debe dar para empezar a salir de la crisis. La otra posibilidad es que acosado por las críticas y los repudios, el señor Temer se digne a renunciar, algo que parece que no se decide hacer, porque este truhan de la política, este mediocre consumado en pequeñas y miserables rufianerías, reclama garantías para volver al llano y que la justicia no lo moleste.

Lo que hay que decir es que la responsabilidad incluye a políticos, pero también a empresarios. La observación es necesaria porque para cierto sentido común empresario subsiste un prejuicio gracias al cual el empresario que soborna a políticos no es corrupto.

Aprendieron a resistir, aprendieron a luchar, incluso a jugarse la vida, pero no aprendieron, no supieron o no quisieron capacitarse acerca de las celadas que tiende el poder. Es raro e interesante. Muchos de ellos estaban ejercitados incluso para resistir la tortura, pero no estaban ejercitados para resistir la seducción de un “cañonazo de un millón de dólares”.