La política en foco

Paso a paso

La voluntad de concurrir a las internas con lista única -una contradicción en sus propios términos- rigió las estrategias de los principales partidos. Pero no funcionó.

Emerio Agretti

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Todo el mundo está de acuerdo -y así lo dice- con el actual sistema de internas para dirimir candidaturas. En el plano formal, las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias constituyen el paso previo y necesario para arribar a la confección de las boletas definitivas que competirán en las elecciones generales. Desde el punto de vista institucional, configuran una instancia apropiada para que sea la propia ciudadanía la que efectúe esa selección, más allá y por encima de las estrategias de cada fuerza política y las especulaciones, negociaciones y relaciones de poder que las rigen. En el aspecto estrictamente político, la instancia habilita la coexistencia de propuestas e incluso ambiciones -legítimas, pero necesariamente incompatibles, o acaso riesgosas- y la posibilidad de medirlas y ponerlas a prueba en esa compulsa previa, destinada a zanjar diferencias y unir a todo el partido para la campaña del triunfador.

Todo el mundo está de acuerdo en eso. Sin embargo, las bondades del mecanismo parecen reservadas al espacio de las ideas y los discursos. En la práctica, las estructuras partidarias hacen todo lo posible para evitar las internas, y quienes desafían ese mandato asumen el rol de díscolos y hasta de indeseables. Los argumentos varían: no es oportuno, es necesario concentrar las fuerzas en derrotar al adversario, conviene evitar el desgaste de la interna. Lo mejor es mostrar hacia afuera una imagen de fortaleza monolítica y sin resquebrajamientos.

En Santa Fe, para las elecciones de diputados nacionales, las principales fuerzas políticas hicieron todo lo posible para evitar las internas y alcanzar el Santo Grial de la lista única. No pudieron. Sin el intendente José Corral a la cabeza, como hubiese preferido Mauricio Macri, la alianza Cambiemos apostó a mostrar una “renovación de caras”, con Albor Cantad como la principal, que -como toda novedad- conlleva la dificultad de promover candidatos con muy escaso conocimiento en el electorado; déficit que intentará suplir con una activa participación en la campaña de figuras nacionales de mayor fulgor, como Elisa Carrió y el propio presidente de la Nación. Pero ni el esfuerzo puesto en la composición de la nómina -que refleja la composición de la coalición-, ni el empeño puesto por el jefe de Gabinete pudieron impedir que el rosarino Jorge Boasso mantuviera su ya anticipada voluntad de lanzarse con lista propia, y lo hiciera con fuertes cuestionamientos al presidente de la UCR.

En el peronismo hay menor virulencia explícita, pero el nivel de convulsión interna no se queda atrás. Mientras desde el grupo de poder compuesto por los senadores se impulsó una lista “de unidad” encabezada por la ex jueza rosarina Alejandra Rodenas, Agustín Rossi sostiene la propuesta de cuño kirchnerista y el cegetista Juan Carlos Schmid, que al final declinó su candidatura, también se desmarcó de ambas estrategias. Nada de esto fue pacífico. En el proceso llovieron las críticas a Omar Perotti y entre tales desajustes climáticos también cayó la gota que rebasó el vaso y produjo la renuncia de Ricardo Olivera a la presidencia del partido.

En el sacudido Frente Progresista, el Partido Socialista no usó la carta fuerte de Antonio Bonfatti y decidió jugar con el ministro Luis Contigiani, el funcionario provincial con el discurso más crítico contra las políticas del gobierno nacional; tanto que debió regularlo por su rol institucional, aunque seguramente ahora lo desplegará como candidato. En la nómina coexisten las demás fuerzas integrantes del oficialismo provincial, y el radicalismo no alineado a Cambiemos, cuya condición mayoritaria o remanente es motivo de recurrentes y contrapuestas evaluaciones. Con o sin confrontación de boletas, al Frente ya bastante complicado le resulta lidiar con las internas permanentes entre los sectores que lo componen, por fuera y por dentro de cada uno de los partidos aliados.

En este contexto, el objetivo de la lista única sí se cumple en el Frente Renovador, e incluso en las propuestas de izquierda, que exhiben en este caso como un valor haber superado divisiones atomizantes.

Así, todos están de acuerdo con las Paso, aunque entre los postulados de apertura y participación que las sustentan, preferirían optar por otros igual de biensonantes, como unidad y consenso. Pero no siempre se puede elegir.

Los argumentos varían: no es oportuno, es necesario concentrar las fuerzas en derrotar al adversario, conviene evitar el desgaste de la interna, lo mejor es mostrar hacia afuera una imagen de fortaleza monolítica y sin resquebrajamientos.