Tribuna de opinión

Matar para conservar: una ironía inaceptable

Por: María Valeria Berros y Natalia Barrilis (*)

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@CapibaraNDS

Desde la Asociación Civil “Capibara. Naturaleza, Derecho y Sociedad” queremos manifestar nuestro más profundo rechazo a la Nota publicada el día viernes 02 de junio en el Diario El Litoral bajo el título “Conservación Cinegética”.

En dicho artículo se presenta a la caza de trofeos (entendida como actividad en donde se mata un animal para conservar una parte normalmente su cabeza- como trofeo) como una “forma de aprovechamiento sostenible” de los recursos naturales, siendo esta actividad la “más eficaz en términos de conservación, ya que genera altos ingresos con baja infraestructura y nula contaminación”.

Menciona también que “la ecuación que propone la caza sostenible es simple, y se integra con tres pilares fundamentales, que son la Conciencia Ecológica Colectiva, el Interés Económico puesto al servicio de la conservación, y el Valor otorgado a la fauna.”

Según el autor, quienes organizan y lucran con este tipo de actividades contribuyen a la conservación de las especies porque impiden la depredación y la caza furtiva, y porque protegen el ecosistema en el que ellas viven, evitando la tala de los montes nativos.

Si bien el autor se esfuerza por justificar la caza de trofeos presentándola -casi- como un favor que los empresarios le hacen a la naturaleza, la realidad es que ellos son los únicos que obtienen beneficios de esa actividad.

Resulta inadmisible enarbolar la bandera de la conservación teniendo como fundamento que los empresarios necesitan del ecosistema y los animales para poder tener mayores ganancias.

Bajo una concepción totalmente antropocéntrica y mercantilista se afirma, por ejemplo, que sin montes nativos a los dueños de los cotos de caza de trofeos se les termina el negocio (que, claramente, les llena los bolsillos). Y que es por esa razón que a ellos les preocupa su conservación e invierten en ella.

¿Es decir que como sociedad deberíamos legitimar el sacrificio de animales, con fines exclusivamente recreativos, para que una persona cuelgue su cabeza en una pared porque, de ese modo, ayudamos a los empresarios a cuidar el ecosistema? Claramente no.

Todo lo que el autor afirma como “beneficios” de la caza de trofeos se puede alcanzar con presencia del Estado, a través de políticas activas en materia de tutela de la diversidad biológica y el patrimonio natural, como prevé nuestra Constitución Nacional en su artículo 41; y de la implementación de mecanismos eficaces de control y sanción, combatiendo la depredación, la caza furtiva, los desmontes, etc.

No necesitamos un empresario millonario a quien económicamente le convenga conservar la especie o el ecosistema, porque el día que eso no le sirva más a su negocio, entonces estaremos en serios problemas.

Pero esos argumentos, además de que pretenden disfrazar una actividad aberrante como si fuera inofensiva, encierran una cosmovisión que ya está siendo reemplazada a nivel mundial por otras que intentan alejarse del antropocentrismo y la mercantilización de la naturaleza. Son posturas que se encuentran en la antítesis de la frase que cierra esa nota, en la que se expresa que “si la fauna silvestre no se explota, porque no se le otorga valor económico, o porque se prohibe su explotación, el resultado es que tarde o temprano la misma desaparece”.

Por último, el autor coloca como ejemplo países africanos. Nos preguntamos, ¿sería posible trasladar esas experiencias, cuyo éxito además se encuentra controvertido, a otras latitudes? ¿O, tal vez, sería necesario mirar lo que comenzó a suceder en nuestra región y que hoy se replica y circula en otros lugares?

En Latinoamérica existen países como Ecuador y Bolivia que han adecuado sus sistemas jurídicos a la idea de que la naturaleza (y eso incluye los animales no humanos) posee derechos. Esto quiere decir que no interesa si económicamente conviene o no matar un animal. El centro de la cuestión es que ese animal no humano tiene derecho a vivir y a su integridad como parte de la Pachamama, de la Madre Tierra; y que se le debe respeto por su sola existencia.

Ese “valor otorgado a la fauna” del que habla el autor no se debe observar sólo desde la óptica de quien hace negocios con ella, sino desde la mirada que le reconoce su valor intrínseco por formar parte del mundo en que vivimos.

Desde Capibara NDS entendemos que como sociedad debemos avanzar en la conquista de derechos de la naturaleza, aunque en el camino algunos pierdan los (enormes) beneficios económicos que vienen teniendo a costa de ella, escondiendo sus verdaderas intenciones bajo discursos progresistas, como el de esta nota de opinión. No podemos conformarnos con pensar que el argumento económico es el único que se puede aportar en relación al enorme y grave proceso de extinción de la fauna.

Siendo nosotros, los humanos, una especie que ha creado tanto, ¿es posible que no podamos elaborar otras soluciones más apropiadas para el Siglo que atravesamos? Deberemos evolucionar en nuestro pensamiento y dejar de lado posturas regresivas como la que rechazamos en esta nota.

(*) Asociación Civil CAPIBARA. Naturaleza, Derecho y Sociedad Facebook: Capibara. Naturaleza, Derecho y SociedadWEB: https://capibarands.wordpress.com/

Todo lo que el autor afirma como “beneficios” de la caza de trofeos se puede alcanzar con presencia del Estado, a través de políticas activas en materia de tutela de la diversidad biológica y el patrimonio natural, como prevé nuestra Constitución Nacional en su artículo 41; y de la implementación de mecanismos eficaces de control y sanción.