“Mayor puerto de esclavos de América”

Río celebra su herencia negra

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Macedo Griot, un descendiente de los africanos llegados a Brasil, posa frente a las ruinas del “Cais de Valongo” el puerto de ingreso para los esclavos traídos desde África. Foto: Agencia DPA

 

Isaac Risco

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DPA

Vestida toda de blanco, Celina Rodrigues lloró tras llegar al Cais do Valongo, el antiguo puerto de esclavos de Río de Janeiro. “Es un momento único para nosotros los negros”, explicó luego la brasileña de 53 años, un día después de que la Unesco designara los restos del muelle donde dos siglos atrás se traficaba con personas como Patrimonio Mundial de la Humanidad.

“Yo soy descendiente de africanos esclavizados que llegaron a este puerto”, contó también emocionada Mari Lúcia da Conceicao Luzia, otra afrobrasileña que acudió al Cais do Valongo.

Unas 200 personas celebraron el lunes por la tarde frente al sitio arqueológico, con discursos y bailes de samba, la decisión tomada por la Unesco el domingo en una reunión celebrada en Polonia. “Para nosotros, los negros de la zona portuaria, es un título muy importante”, comentó Mari Lúcia, de 58 años.

“Es un reconocimiento al lado más oscuro de nuestra historia”, la secundó Mónica da Costa, superintendente en Río del Instituto de Patrimonio Histórico y Artístico Nacional (IPHAN) brasileño, el organismo encargado de preparar la candidatura para la lista de la Unesco durante dos años.

“Estos vestigios arqueológicos constituyen la huella física más importante del arribo forzoso de esclavos de África al continente americano”, explicó la agencia de la ONU sobre su decisión.

Las autoridades brasileñas consideran que hasta un millón de africanos podrían haber llegado a Sudamérica a través de ese puerto durante varias décadas en los siglos XVIII y XIX. Un éxodo masivo. “Dentro de las Américas podría haber sido el mayor puerto de esclavos”, explicó a la agencia dpa Da Costa.

Cuatro millones

A Brasil, según estimaciones históricas, llegaron unos cuatro millones de africanos durante tres siglos, trasladados en condiciones infrahumanas en galeras y barcos negreros. La cifra representa el 40 por ciento de los esclavos que sobrevivieron a la travesía de miles de kilómetros para asentarse a la fuerza en el continente americano.

Un 60 por ciento de los africanos llevados a Brasil entró por Río de Janeiro, entonces la capital de la principal colonia portuguesa. Muchos de los esclavos eran trasladados luego a las plantaciones de café, tabaco y azúcar en otras regiones del vasto país sudamericano.

Desde 1774, la llegada de esclavos se concentró en la zona conocida como la playa de Valongo, donde estaba instalado el mercado para la trata de personas. El “cais”, el muelle, fue construido en 1811. La terminal fue desmantelada 20 años después, cuando se prohibió formalmente el comercio de esclavos, aunque los barcos cargados de africanos siguieron llegando durante un buen tiempo más.

El Cais do Valongo es hoy un área arqueológica de unos 4.000 metros cuadrados enclavada en el centro de Río, a un centenar de metros del océano Atlántico. En el lugar se puede ver el suelo empedrado típico de la época en la que se construyó el muelle, habitual también de varias calles y esquinas en esa zona histórica de la ciudad.

“En esta región está buena parte de la historia de la cultura de brasileña”, comentó Celina Rodrigues. La afrobrasileña es directora de “Pequeña África”, una iniciativa bautizada con el apelativo con el que conocen muchos cariocas ese barrio, y que busca rescatar el acervo de los esclavos.

En las calles vecinas está por ejemplo también la Pedra do Sal, el antiguo desembarcadero de sal, hoy escenario de una de las fiestas callejeras de samba más famosas de la ciudad. En los últimos tiempos, la metrópoli parece haber empezado a cuidar mejor la memoria de sus raíces africanas.

El Cais do Valongo fue redescubierto en 2011, durante los trabajos de excavación para la modernización de la zona portuaria para los Juegos Olímpicos de 2016. En el lugar se encontraron amuletos, pulseras y otros objetos originarios del Congo, Angola y Mozambique.

Río declaró el sitio patrimonio de la ciudad en 2013 y la Unesco lo convirtió ese mismo año en estación de “La Ruta del Esclavo” global.

Muchos descendientes de esclavos esperan ahora que el título de Patrimonio Mundial dé un nuevo impulso a la reivindicación de la herencia africana en un país en el que la mitad de la población es mulata o de raza negra.

“El reconocimiento de la ONU obliga al Gobierno brasileño a revisar muchas posiciones”, cree Macedo Griot, otro descendiente de esclavos que asistió a la conmemoración.

“Lo obliga también a sentarse en la mesa de negociación con la población brasileña que no tienen representación en la gestión política del país”, consideró el afrobrasileño de 57 años.