Tres descendientes argentinos de Lope y Violante

missing image filemissing image file

Lope de Vega, poeta y dramaturgo clásico del Siglo de Oro español; y Alberto Vacarezza, dramaturgo, letrista de tango y poeta argentino. Máximo exponente del sainete porteño.

Foto: ARCHIVO.

Por Fernando Sorrentino (*)

El soneto que mandó hacer Violante

Parece una verdad ya irrebatible que “Fuenteovejuna” (1618) es el drama arquetípico de Lope de Vega: es el que con más frecuencia se enseña en los colegios y en las universidades, es el que más estudios académicos ha merecido, y es el que primero acude a los labios del lector no especializado cuando de nombrar una obra del prolífico autor se trata.

Un año antes (1617) Lope había estrenado una comedia sin duda menor, titulada “La niña de plata”, la cual es ignorada, en general, por los puntillosos índices de la mayoría de las historias de la literatura española. Sin embargo, esta obra casi olvidada incluye uno de los sonetos más célebres del autor, el soneto que —a modo de juego— se va explicando a sí mismo mientras se desarrolla, hasta coronar su exitoso final:

“Un soneto me manda hacer Violante

que en mi vida me he visto en tal aprieto;

catorce versos dicen que es soneto;

burla burlando van los tres delante.

Yo pensé que no hallara consonante,

y estoy a la mitad de otro cuarteto;

mas, si me veo en el primer terceto,

no hay cosa en los cuartetos que me espante.

Por el primer terceto voy entrando,

y parece que entré con pie derecho,

pues fin con este verso le voy dando.

Ya estoy en el segundo y aun sospecho

que voy los trece versos acabando;

contad si son catorce, y está hecho”.

Primer descendiente (1929): Baldomero Fernández Moreno

Ni el real Lope ni su ficticia Violante tuvieron modo de sospechar que, en fecha tan lejana como trescientos veintidós años más tarde y en lugar tan remoto como la llanura bonaerense, el razonable médico y distinguidísimo poeta Baldomero Fernández Moreno (1886-1950) se diera a conjeturar sobre cuál habría sido la reacción de la dama ante el ostentoso virtuosismo técnico exhibido por el poeta.

En el número 37 (abril de 1939) de la revista “Nosotros” Baldomero publicó el “Epílogo al soneto de Violante”. Más tarde, tras haber introducido modificaciones en cuatro versos, el poema —en versión definitiva— pasó a integrar el libro Parva (1949). El autor nos explica que el soneto, lejos de halagar a la dama, había despertado la

“Cólera de Violante

Cuando Violante vio que en un segundo

Lope de Vega terminó el soneto,

miró al maestro, que sonrió, discreto,

y su pecho quedó meditabundo.

El pecho de Violante, un breve mundo

por un tajo partido en dos, direto,

casi escapó del regalado peto,

elástico como era y furibundo.

Porque ella no quería la acrobacia

de que dio muestras el de la perilla

y la guedeja montañesa y lacia.

Ella soñó el soneto maravilla,

el que hiciera inmortal toda su gracia

de ricahembra y marisabidilla”.

Acaso el segundo cuarteto y el primer terceto sean de construcción algo engorrosa. Sin embargo, los tres últimos versos (al describir la femenina frustración de Violante —ricahembra y marisabidilla—, que esperaba elogios hacia su persona y sólo encontró la prestidigitación verbal de un Lope que se ufana de su destreza) constituyen un prodigio de precisión expresiva y de acierto psicológico.

Segundo descendiente (1944): Alberto Vacarezza

Alberto Vacarezza nació en Buenos Aires en 1888 y falleció en la misma ciudad en 1959. Escribió las letras de más de un tango meritorio (“¡Padre nuestro!”, “¡Araca, corazón...!”, “El carrerito”, “Botines viejos”, “La copa del olvido”, “No le digas que la quiero”, “Otario que andás penando”) y, como hombre de teatro, compuso dramas y comedias, de vena más popular que elitista. Pero, sobre todo, se destacó en el bien o mal llamado “género chico”, para el que escribió una considerable cantidad de sainetes que, casi sin excepción, obtuvieron el éxito del público. Entre ellos, el más célebre es “El conventillo de la Paloma”, que la compañía de Pascual Carcavallo estrenó en el Teatro Nacional de Buenos Aires el 5 de abril de 1929.

Pues bien, don Alberto había encontrado la fórmula más eficaz para escribir sainetes y lo cierto es que, con las modificaciones del caso, cada uno de ellos no difiere demasiado de los demás. La escena suele ser el patio de un conventillo de Buenos Aires y, entre los personajes, son infaltables los compadritos porteños, la bella muchacha con más de un pretendiente, el italiano y el español (y, en ocasiones, también representantes de otras corrientes inmigratorias). Los argumentos son más bien endebles (y, a veces, encadenamientos de pretextos para el lucimiento de tal o cual actor o cantante) pero las situaciones —aceptados los convencionalismos e inverosimilitudes de rigor— suelen ser muy graciosas.

Lejos de toda solemnidad, Vacarezza se tomó el pelo a sí mismo al declarar cuál era su receta para componer sainetes. Tomando como punto de partida el primer verso del soneto de Lope, escribió (“Cantos de la vida y de la tierra”, 1944):

“Un sainete en un soneto

Un soneto me manda hacer Castillo

y yo, para zafarme de tal brete,

en lugar de un soneto haré un sainete,

que para mí es trabajo más sencillo.

La escena representa un conventillo.

Personajes: un grébano amarrete,

un gallego que en todo se entromete,

dos guapos, una paica y un vivillo.

Se levanta el telón. Una disputa

se entabla entre el gallego y el goruta,

de la que saca el vivo su completo.

El guapo que pretende a la garaba

se arremanga al final, viene la biaba

y aquí acaba el sainete y el soneto”.

El Castillo que menciona Vacarezza es su amigo el dramaturgo y compositor José González Castillo (1885-1937), autor del sainete “Entre bueyes no hay cornadas” y de tangos tan famosos como “Organito de la tarde”; “Sobre el pucho”, “Silbando”, “Griseta”, “El aguacero”.

Escrito el soneto en un moderadísimo, aunque arcaico, lunfardo, para el lector argentino más joven será suficiente con aclarar el significado de cuatro vocablos: grébano y goruta son términos despectivos que señalan al italiano (sobre todo, al de pocas luces); paica y garaba constituyen formas afectuosas para “muchacha” (se supone que agraciada).

Tercer descendiente (1986): Luis Alposta

El también médico Luis Alposta (Buenos Aires, 1937) es miembro de la Academia Porteña del Lunfardo desde el año 1968 y de la Academia Nacional del Tango desde el 2000. Como estudioso de ambas disciplinas, ha publicado, entre otros libros, “El lunfardo y el tango en la medicina” (1986) y “El tango en Japón” (1987).

Uno de sus libros de poemas (“Con un cacho de nada”, 1986) registra un soneto, ligeramente lunfardesco, cuyos dos primeros versos son paráfrasis del de Lope y cuya general intención lúdica es exactamente la misma que animara al poeta español:

“Un soneto me pide el amor propio

y en mi vida me he visto en tal apuro.

Si cuatro versos ya me dan laburo,

antes de los catorce será un opio.

De las formas no quiero ser esclavo.

Además, sobre el tema ya se ha escrito.

En el séptimo verso lo medito

y no sé si plantarme en el octavo.

¿Seguir o no seguir? Ésa es mi duda.

Pues la cosa se me hace peliaguda

al tratarse de historia tan junada.

Pero ya falta poco, y lo importante

es ahora encontrar la consonante

y dar esta cuestión por terminada.

Nótese cómo, en el segundo cuarteto, Alposta encuentra la manera de disculparse por la heterodoxia que implica el cambio de rima. También, la humorística alusión a Hamlet en el noveno verso.

Otros sonetos similares

No ignoro que el afortunado poema de Lope ha tenido, tanto en España como en América, otros descendientes. En el caso del presente artículo, sólo quise referirme a los tres émulos argentinos que, gracias al azar de las lecturas, he tenido el gusto de conocer.

(*) Escritor. Profesor de Lengua y Literatura. Sus últimos libros de cuentos son “El centro de la telaraña” (2008), “Paraguas, supersticiones y cocodrilos” (2013), “Problema resuelto / Problem gelöst” (edición bilingüe español/alemán, 2014), “Los reyes de la fiesta y otros cuentos con cierto humor” (2015).

Más información en: www.fernandosorrentino.com