Con cara de afiche

Las estrategias proselitistas se basan en un marketing desaforado que abusa de la vacuidad, pero también en el endurecimiento de discursos, potenciando las diferencias que antes se pretendía soslayar.

Emerio Agretti

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El lanzamiento oficial de etapa proselitista de la campaña electoral otorgó textos de anclaje a los gigantescos afiches que empapelan las ciudades santafesinas con rostros sonrientes, entre (re) conocidos y completamente ignotos. Ahora se puede poner para qué es candidato cada uno, y añadir referencias para establecer focos de interés en las respectivas propuestas, o marcar diferencias con las del cartel aledaño. Mensajes que se acomodan trabajosamente a la tiránica brevedad del eslogan -o se amparan en ella- y difícilmente consiguen proyectar mayor profundidad que la de esa misma imagen achatada.

Así, las aspiraciones de llegar al electorado se cifran en la identificación, en la sonoridad y resonancia de términos estratégicos, en el señalamiento de ejes sensibles y certeros -aunque no por eso menos ambivalentes-, en la chicana más o menos indirecta y en el afán de penetración, por efecto de la presencia reiterada y sostenida. Que a la vez busca sumar respaldos y remolcar postulaciones con el desfile de figuras encumbradas o emblemáticas; o acercar a los candidatos a “la gente”, a través del contacto directo, o la humanización mediante la divulgación de apodos simpáticos e impensados.

Nada de esto es novedoso ni sorprendente. Y tampoco lo es que la campaña permee ya de manera ostensible y apremiante cada secuencia de la vida política, los actos de gestión y los posicionamientos públicos.

La cuestión quedó clara en el acto convocado por el gobernador para anunciar la propuesta que llevará a la Nación para cobrarle la deuda por coparticipación (como se analiza en la columna vecina). Pero también en la crítica, ahora desatada, del candidato socialista a las políticas del gobierno central. Y en los reiterados embates que los funcionarios nacionales dirigen a la gestión Lifschitz en cada una de las frecuentes visitas que hacen a territorio santafesino.

El punto de inflexión también se advierte claramente en los discursos emitidos desde la gestión municipal, con José Corral a la cabeza, y el mandatario provincial y sus principales colaboradores. La armonía forzada y la pretendida comunión de intereses que siguió presidiendo los respectivos discursos hasta hace poco, y aún cuando la confrontación electoral ya era ineludible, trocó a una sorda conflagración, civilizada y cautelosa, pero no por eso menos contundente. Si en sus declaraciones públicas los funcionarios pretendían ponerse por encima de la rivalidad política y hacer de cuenta que podían coexistir el enfrentamiento en las urnas y la unidad de paso en la gestión, ahora se esfuerzan más por marcar las diferencias, a veces exacerbándolas incluso en asuntos en los que no deberían ser tantas.

No es para menos. Los resultados de las Paso y de las generales serán determinantes para mensurar debilidades y fortalezas, funcionarán como un test de relevancia para operar sobre futuras decisiones y estrategias, y se proyectarán necesariamente sobre las respectivas gestiones.

No es novedoso que la campaña permee de manera ostensible y apremiante cada secuencia de la vida política, los actos de gestión y los posicionamientos públicos.