Una redacción fría quedó “hirviendo”

Darío Pignata

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El 11 de enero de 1993 empezaba mis vacaciones en el diario El Litoral. No había celulares. Sonó el fijo en mi casa de Barranquitas, atendí. “Se mató Hugo García, el técnico de Colón, viniendo a la pretemporada en la autopista”. Tenía 23 años, me temblaron las piernas. Salimos con Guille Di Salvatore (fotógrafo) en auto para la cobertura del diario. Llegamos de madrugada. Cuando lo vi a Hugo, tirado en la morgue, me temblaban las piernas, el cuerpo y el corazón.

Ese mismo año comento, de casualidad, Unión-Gimnasia y Tiro para LT 9, un viernes en la calurosa y hermosa Salta: después del partido fuimos a comer empanadas, tomar vino en jarra, con la gola de Daniel Toro y el recitado del “Cuchi” Leguizamón.

El lunes siguiente, Ricardo Porta (el más grande de todos los tiempos), le pidió al Sapo Caputto (dueño de LT 9) que me llevara de comentarista. Todo de golpe, a los 23 años. A esa edad, no hay miedos, pensás que sos Gardel, Lepera y todos los guitarristas.

El laburar juntos con Nacho Pettinari -venía del año 89 en Radio Nacional- con el mejor equipo que integré en mi vida. No éramos buenos periodistas, pero éramos todos amigos.

Un 8 de enero de 1995, con mil grados, llegamos con Nacho a buscar el Fiat 147 (blanco, con el logo amarillo y negro pintado en la puerta) a 4 de Enero. Con el VHF, para no gastar línea, íbamos a transmitir Colón-Patronato poniendo el auto al lado del alambrado en el Grella.

Suena el teléfono en 4 de Enero y era Graciela Riera, compañera de laburo, que estaba en los piletones de UPCN: “Chicos, acá dicen que se mató Carlos Monzón”. Era tener la bomba del gordito coreano en las manos. Dos años más: 25, poquitos en la profesión y casi nada para contarle a Santa Fe que se había matado el más grande boxeador de todos los tiempos.

Un día entero adelante del micrófono. No me olvido más. Y ese vértigo de juventud para pelearme al aire con Julio Ernesto Vila, porque trató de borracho a un tipo que, con todos sus errores terrenales a cuestas como el “Negro” Carlos Monzón, se había muerto hacía media hora.

El 24 de junio de 2006 era viernes, un viernes más, no pasaba nada. Ya había celulares. Suena el mío. Del otro lado Sergio Torres: “Dari, te busco en una hora, vamos a tocar al cumple número 20 de Lionel Messi en Rosario. Llevá fotógrafo y camarógrafo, le pedí que te diera una nota y me dijo que sí”.

Era un boliche en el puerto viejo de Rosario. Nos fuimos afuera en medio del festejo, hacía frío en la Chicago Argentina. De golpe, apoyados en una barcaza, quedamos solos: Messi, el “Negro” Torres, “Cucho” Pierpauli y yo. Era el mejor jugador del mundo, el que no daba notas en la Argentina por su timidez. “Dale, preguntá lo que quieras”.

Pasaron siete años y la foto se vuelve a repetir, esta vez en noviembre de 2013 en Barcelona, cuando recibe el Botín de Oro. Es tan íntimo el mano a mano con Messi, que le pregunto cuánto pesa y me lo da en la mano después de un “tomá, agarralo”. Pongo la foto colgada en la pared. Tengo tres con Maradona y una con Pelé. Con otra de “La Pulga”. Combo feliz.

En ese mismo viaje, un frío y lluvioso domingo de noviembre en Londres, recibo un email que me parece imposible. Fabián Pedacchio, secretario personal de Jorge Bergoglio, me dice en pocas líneas: “Este viernes, Su Santidad lo recibirá en una misa privada en el Vaticano. Son diez religiosos y diez civiles incluido usted, en Santa Marta. Después, tendrá de diez a quince minutos para fotografiarse con el Papa Francisco”. No pegué un ojo. Otra vez, me temblaban las piernas.

El almanaque llega hasta abril de 2014. El auto desanda los kilómetros que separan Las Vegas de Los Angeles en medio del desierto. Carlitos Fertonani maneja, yo pongo cumbia santafesina para no dormirnos. En el medio del trayecto llega el mensaje: “Floyd aceptó la nota”.

Era el intento mil, juntando los tres viajes a Las Vegas, para entrevistar a Mayweather, el mejor boxeador libra por libra de la historia, después de Monzón. Son 15 minutos, en la oscuridad de un boliche, traductor de por medio. Nunca le había dado una nota a un medio argentino. Se la da a El Litoral de Santa Fe. ¿Hace falta explicar que las piernas temblaron otra vez, por más que el almanque marcara 43 años?

Llegaron años de tranquilidad, algo así como una menopausia periodística. Hasta que Fabián (Tavella) me pide que vuelva a hacer radio. Ocho años en el taller, coche viejo, motor parado, chapa abollada.

Esta radio y este programa “ADN Gol” me devolvieron años de vida en la profesión. Ayer, perseguíamos un solo objetivo: poder darles a ustedes la primicia de la venta de Lucas Alario al Leverkusen. Hicimos, todo este grupo, lo posible e imposible. Hasta que Aldave salió al aire con Gustavo López. Ya está, la primicia era nuestra. Así se siente esta profesión: si no vibrás así, dedicate a otra cosa. De onda, chicos.

No hace falta que explique que después de Maradona, Pelé, Messi, Mayweather y el Papa Francisco, todos mano a mano, el periodista siempre quiere más.

En la cumbre de Puerto Madero de ayer participaron menos de diez personas: Aldave, Vignatti, Alario, los alemanes, traductores, abogados y contadores.

A las 14.32 me llega al celu la primera foto con la camiseta de “Pipa”, toda negra con el número 13 y la palabra Alario en el dorsal. A las 14.44 me llega la segunda camiseta del Leverkusen, cuando la amplío a la foto de esa blusa roja veo que dice arriba Alario, el 13 en el medio y abajo la leyenda Bayer 04.

A las 15.05 me llega la foto de Pipa Alario posando. No la tiene nadie. Ningún periodista, ningún medio. Mi celular y yo. Es una bomba, pienso. Habló solo o con los dos labradores en el living de casa. Ni llego a escuchar lo que me dicen los chicos.

La publicamos en la web de El Litoral, está Fede Cioni online. Cierro el celu, necesito ir al baño, hacer de padre, hablar con mi esposa, pasar de mi vieja a tomar unos matecitos debajo de la llovizna.

“Explotó Dado, explotó”. La retuitean todos los medios locales, nacionales e internacionales. “Ya está en la nube papi”, me dice mi hijo Bauti.

Me llaman de TN, de TyC, de Olé, de Clarín, de Alemania. Preguntan lo último que se le puede preguntar a un periodista: ¿de dónde la sacaste?

Las redes sociales explotan, todas arroban a la cuenta de El Litoral de Santa Fe. Pedro Aldave, representante de Alario, atormentado y acorralado por los grandes medios porteños que no soportan perder con un diario chiquito del interior (así como River perdió con Colón), dice que la foto es “robada”. Después la quiere acomodar diciendo que “es real pero sin consentimiento”. Mariano Closs, enojado, dice que es trucha.

Se termina un martes interminable. Imagino las tapas de hoy en la edición impresa de cada medio nacional. “Lo que se ve no se pregunta”, leí alguna vez de Juan Gabriel. Hago el copy-rigth para esta ocasión.

Tengo 46 años, el cosquilleo es el mismo de aquellos jóvenes 23, con Hugo García. O con Monzón, Maradona, Pelé, Messi, Mayweather y el Papa Francisco.

Intento encontrar un porqué. No me salen las palabras. Pero como todo animal de redacción y de diario, encuentro un título... apenas un solo título... “PERIODISMO”. De eso se trata, de hacer PERIODISMO, el laburo más lindo del Planeta Tierra. El mejor oficio del mundo, como inmortalizó “Gabo”, desde esa Cartagena de Indias mágica que visité dos veces... gracias a esta profesión.

El mejor oficio del mundo (Gabriel García Márquez)