ADIÓS AL MAESTRO

Coronda despidió a Enrique Núñez

César Bisso/Alfredo Ceballos

[email protected]

La última semana falleció el profesor Enrique “Quique” Núñez, a los 72 años de edad. Eximio guitarrista, ex director y fundador del Coro Polifónico de Coronda, docente en los Institutos de Música de Santa Fe y Rosario, de dilatada trayectoria internacional. Honda conmoción en la ciudad de Coronda por el fallecimiento del destacado artista.

El poeta corondino radicado en Buenos Aires, César Edgardo Bisso se expresa así con una breve semblanza sobre tan distinguida personalidad: La música nace en la tensión del creador, por eso siempre está ligada a la alegría o al dolor. Desde ese lugar de los afectos, la música se expande y alcanza dimensiones impredecibles. Los pueblos la incorporan para gestar una identidad y un reconocimiento que exprese el cuerpo y el alma de su gente. Y para que ello ocurra surgen los maestros, personajes que adquieren un talento especial para aprehender y desarrollar su propia sabiduría musical, para luego volcarla hacia los otros. Coronda descubrió en Enrique Núñez esa fuente de inspiración necesaria para saberse reconocida en la sociedad de la cultura. También avizoró un guitarrista excepcional, que llevó su arte y su obra a distintos rincones del mundo. Y reveló un hacedor de voces, que supo asociarlas para formar grupos corales de trascendencia. Porque “Quique” ha sido un magnífico arreglador musical y un brillante director. Los alumnos que pasaron por el Instituto Superior de Música de las ciudades de Santa Fe y de Rosario lo pudieron experimentar. Como también los muchachos de Cantoral y otros intérpretes que se acercaron para recibir su consejo. Y quien haya escuchado al Coro Municipal de Coronda, en todas sus formaciones y en diferentes momentos, reconocerá en cada una de sus participaciones la solvencia musical y la armonía de voces que supieron alcanzar a través del esfuerzo común. Una maravillosa aventura impulsada desde ese diapasón mágico, imprescindible.

Pero también quiero recordar en esta semblanza al amigo. En casi todas las presentaciones de mis libros en la Biblioteca Popular le pedí a “Quique” que estuviera presente con su coro. Para mí era un regocijo escucharlos. También compartí con él y otros extraordinarios musicólogos, como Florencio López y Lárazo Flury, el jurado de los certámenes Pre Cosquín que se realizaban en la costanera corondina. Mi presencia en ese lugar sólo tenía que ver con las letras de las canciones, ya que al estar junto a semejantes maestros, apenas me animé a rescatar de ellos el vasto conocimiento que tenían de cada una de las interpretaciones que escuchaban y de los géneros musicales que se exponían. Una enseñanza increíble.

Otro momento emotivo que compartí con “Quique” fue cuando nos entregaron en el año 1991 el Premio Corindio, un reconocimiento al mérito que otorgaba la comunidad. Nada más grato que estar al lado del músico talentoso y del ciudadano gentil. Pero lo que nunca pudimos hacer juntos fue disfrutar de un chupín en la Litoraleña, ese rincón bohemio que había edificado frente al río. La dicha de estar allí, al lado del caldero, entregados al sabor del pescado, del buen vino y la riqueza de tantas anécdotas e historias que sabía contar.

La última vez que lo vi fue hace un año atrás cuando presenté en nuestro pueblo el libro “Un niño en la orilla”. Llegó al salón con sus últimas fuerzas y su ancha sonrisa. Nos dimos un abrazo enorme y nos deseamos la paz que siempre genera el deseo de vivir.

Días atrás me llamaron al teléfono para darme la triste noticia. Imaginé al querido “Quique” aferrado a su guitarra, frente a uno de sus coros o recorriendo los recovecos de las islas. Y de pronto, la sorpresa de la muerte, que al decir del poeta “cuando llega, llega como es”. Tan misteriosa como el milagro del arte.