ENTREVISTA CON CÉSAR CARLI

“El hombre es un hecho que debe ser interpretado”

Por Estanislao Giménez Corte

@EstanislaoGC

—¿Es incansable?

—No, estoy al pedo (risas).

—Hay gente que está al pedo y no hace nada...

—Sí, pero se amargan. La persona que cree que el mundo lo ignora (...) que lo único que aporta es la plata, vive mal. He tenido compañeros del secundario, de la universidad, que se aflojaron y fue como una especie de muerte. Hay que buscar.

Qué sé yo. Hay que empujar. Yo no nací para ser el mejor, nací para poner el lomo. Soy un trabajador, un tipo que se ha roto.

En su carácter de humanista todoterreno y personaje multifacético, César Carli (82) se muestra apasionado en la conversación, con múltiples proyectos en curso, amén de la reciente presentación de su obra “La Casa, el espacio y la distancia (nuevas teorías)”. “Es el libro número 40... y un poco más”, dice. La entrevista se inicia con una larga diatriba sobre el estado actual de lo que Carli llama “el hombre sin importancia”, pero en la edición de este texto considero, no sé con qué rigor, que puede anteponerse el aspecto personal al aspecto profesional del sujeto en cuestión. Hay papeles y libros por doquier en el amplio espacio que, a modo de living, funciona en la casa de calle General Paz. Carli nos entrega algunos de sus libros y se abre, al final de una extensa conversación, a una suerte de tono confesional. Convida café y tortas y me agradece, generoso, por proponer ese camino.

—¿Cómo se hace para mantener la pasión, las ganas, el interés?

—Y bueh, yo soy un viejo medio loco. Soy un apasionado, medio extemporáneo. Sigo siendo profesor, a esta provecta edad y me encanta, porque me rejuvenece. Los miro a los ojos (a los jóvenes) y me dan ganas (de hacer cosas). Le quiero mostrar los trabajos que hacen los chicos como tesis. Son espectaculares y me embronca muchísimo que el Concejo y los políticos no vayan a escuchar eso. Qué cosa más fecunda que el cerebro juvenil (...) es necesario que los chicos encuentren su vocación. ¿Y yo? mirá vos este viejo... no es rico, no es pobre, laburó toda la vida y todavía sigue teniendo ganas. A los jóvenes me gustaría mostrarles un espíritu. Eso es lo que me lleva. Le doy un dato: siempre fui profesor de los últimos años (de la carrera de Arquitectura). Yo creé la facultad en UNL. A los jóvenes les digo: hay que empujar. La historia mía se concentra en lo siguiente: hice muchas casas, con Escandel. Tuve miles de chicos (en mis clases), ¿sabe a cuántos aplacé?: a ninguno, nunca, ¿sabe por qué? Porque una vez leí que a Einstein, gran físico y epistemólogo, lo rechazaron por no saber Física en la universidad de no sé qué... en Alemania. Digo: esos profesores tienen que pegarse un tiro acá y otro acá...

—¿Cómo es un día de trabajo? ¿Tiene métodos, rutinas de trabajo, horarios?

—Soy muy irregular. Leo hasta los boletos del ómnibus. La arquitectura la tomé porque la decidió mi padre, mi hermano y un vecino. Cuando terminé el secundario tenía dos evidentes vocaciones, la matemática y el dibujo. Ellos analizando mi conducta, me dijeron: “Como matemático, vas a ser profesor y te vas a cagar de hambre; como dibujante, te vas a meter en un universo tan complicado que tampoco te lo aconsejo, nosotros te aconsejamos que sigas arquitectura” (...) entonces fui a Rosario (...). Tuve la gran fortuna de encontrar a tres profesores que fueron los mejores, Jorge Enrique Hardoy, Juan Manuel Borthagaray, César Benetti Aprosio (...) por eso quiero influir en los chicos. En mi caso, ya tengo otro libro, sobre la inteligencia artificial en arquitectura, veremos...

“El hombre sin importancia”

Carli propone una suerte de teoría que llama “El hombre sin importancia”. Lo explica así: “Me interesa que no se le haya encontrado una solución en el mundo que modifique el concepto del hombre (...) han acaecido fenómenos inéditos, por ejemplo, el aumento de la longevidad, la pirámide demográfica se ha modificado (...) el problema es qué hacer con los viejos. Los viejos costamos caro (...) Otro tema es la robotización, que está reemplazando a 3, 4 ó 5 personas, de modo que esas personas no encuentran trabajo. Otro aspecto importante es el referido a las hordas migratorias. En Alemania y otros lugares, por ejemplo (...). Frente a estos problemas aparecen soluciones: una es la inteligencia artificial. La inteligencia humana está quedando atrás (...), los científicos se enfrentan por primera vez a un universo que nuestros científicos simplemente no están preparados para poder entender. Otro problema es el desborde de la comunicación: se desborda a diario. Estos problemas abarcan a todo el mundo (...)”.

—¿En qué lugar entra aquí la arquitectura?

—Ahora bien, qué podemos decir de la arquitectura y en urbanismo. La aplicación de los algoritmos (...) nos permiten cuantificar, casi sin error, las necesidades de los seres humanos con respecto al hábitat. Se trata de un método de selección de los datos para comprender la aplicación de instrumentos (...). Las estructuras de los departamentos actuales son rígidas; son especulaciones financieras. Esta especie de injusticia muestra que los algoritmos pueden ser usados desde otra óptica. No se piensa en las personas que van a vivir allí. Los algoritmos pueden ser usados en una especie de búsqueda óntica u ontológica de tipo humano. Uno se pregunta después de ver los diagramas ¿cuántas cosas no pudimos hacer o tuvimos que abandonar al hacer este o aquel departamento? Esta especie de adocenamiento de los elementos que ofrece el mercado inmobiliario de ninguna manera soluciona problemas los profundos del hombre; y éste es uno de los temas fundamentales para esta cuestión que yo llamo el “hombre sin importancia”: es decir que el hombre no importa sólo lo económico: es una especie de estereotipo que ignora la esencia del ser humano. Ante la ignorancia de las verdaderas soluciones que busca el ser humano, proponemos la arquitectura nueva, una en la que el hombre participe.

—Como explica, esta posición incluye una nueva reflexión sobre la vivienda...

—(En los últimos años) Ha cambiado todo y la vivienda no. Permanece estática, como hace cien años. A mí esto me entristece, porque la ciudad se está inundando de estos elementos rígidos que no tienen en cuenta que el hombre es un hecho que debe ser interpretado en función de la sociedad, que tampoco es interpretada. Con nuestra teoría todas las personas son arquitectos; desde el principio comienza a intervenir el ser humano, la gente, que es quien realmente usa el elemento arquitectónico. En síntesis, pensamos que la arquitectura nueva, la que debe venir, sobre la cual debemos trabajar, no es una cuestión estética, porque ésta ha incurrido en dos problemas que pueden ser gravísimos: el primero es que la única preocupación es la estética morfológica en los sectores económicamente poderosos; lo segundo, lo económico, lo financiero. El arquitecto es un instrumento absolutamente secundario de la estructura económica financiera (...) del mundo. Lo económico no es todo: dado un cierto estatus y estandar al ser humano debe comenzar a despegar y a pensar por sí mismo.

La conversación de César Carli, un monólogo o un soliloquio por largos pasajes, continúa y se ramifica en la tarde lluviosa. Con pasión y vigor, el arquitecto convida al periodista con libros e ideas que exceden por mucho los límites de esta página. Son las derivas de un profesional experimentado, que desde la arquitectura piensa al hombre y a la sociedad y que, lejos del descanso o del retiro, sigue imaginando, proponiendo y ejecutando proyectos y posibilidades para una mejor experiencia de vida en las ciudades.