Rubén del Solar

“La guitarra es mi compañera”

El cantante popular recorrió los momentos más importantes de su vida junto a El Litoral. Entre ellos, la infancia en La Gallareta, su padre, la influencia de Falú, el arribo a Santa Fe, la importancia de la guitarra, y sus cuentas pendientes con la música.

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Del Solar proyecta nuevo material discográfico para 2018 con las participaciones de Peteco Carabajal y Miguel Ángel Morelli. Foto: Mauricio Garín

 

Leonardo Pez

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Rubén del Solar es un guitarrista y compositor ligado estrechamente a Santa Fe. Se define como guitarrómano porque todas sus anécdotas tienen cuerdas. Junto a Julio Migno (quien lo bautizó artísticamente) compuso “La costerita”, un clásico que, con diferentes estilos, interpretaron desde el Coro de Viena hasta Carneviva. A vuelo de pájaro, se puede decir que recibió múltiples distinciones, tocó la guitarra de San Martín, es referido en manuales de músicos populares argentinos y fundó la Asociación de Amigos de la Guitarra. En diálogo con El Litoral, el músico popular desplegó su memoria de los tiempos de La Gallareta sin perder de vista la reconocida frase del “Flaco” Spinetta: “Mañana es mejor”.

La Gallareta

Del Solar recuerda La Gallareta con un dejo de nostalgia. Durante su infancia, cuando lo conocían como José María Aguilar, la localidad del departamento Vera tenía entre cinco mil y seis mil habitantes y un intenso movimiento producto de la presencia de La Forestal. “Teníamos agua corriente, cloaca, luz eléctrica y una vez al año la compañía le pintaba la casa a los empleados”. Los chicos aprovechaban el tiempo libre para jugar a la pelota en el campito. Pero lo que más se hacía era jugar al tenis. “Eso lo habían impuesto los ingleses en el Club Unión”.

“En esa época, eran comunes las serenatas. Vos te despertabas a las dos de la mañana con un tango o un valsecito. Todos los guitarreros del lugar venían a la casa de mi viejo porque sabían que abría la ventana y les daba una botella de vino. Había músicos del instituto que tocaban muy bien la guitarra. Me acuerdo de Lopecito, de Altamirano, un zurdo que cuando llegaban los carnavales, se podía disfrazar de cualquier cosa, pero todos sabían que era él porque tocaba la guitarra con la izquierda. En un año aprendió a tocar con la mano derecha, una cosa increíble. Había un muchacho de apellido Videla. Todos venían a casa, después de trabajar, y tocaban la guitarra. Más vale que no aprendan música, sino los arruinás. Yo me fijaba mucho en lo que hacían en ellos, les copiaba cosas como las posiciones de los dedos”.

En 1963, cerró La Forestal y -lo dice con pena- “la gente joven se fue porque no había secundario ni posibilidad de trabajo”. Así, La Gallareta se fue transformando en un pueblo fantasma.

Falú

Rubén del Solar responsabiliza a Eduardo Falú de su pasión por la guitarra. “Lo escuchaba todos los jueves en Radio El Mundo. Me parecía imposible lo que hacía con la guitarra. Yo pensaba que había dos guitarras ahí”. Su padre, José Aguilar estaba en la comisión del Club Unión de La Gallareta y se le ocurrió llevar a Falú. “Cuando me enteré, casi me muero. Era enfrente de mi casa, pero mi papá no quería que fuera porque era para gente grande. Pero ocurrió que mi abuela materna, Josefina, me encontró llorando en la pieza. ‘Yo te voy a cruzar, a mí no me va a decir nada’, me dijo”. Entonces, “aparecí de la mano de mi abuela en el salón. Te imaginás la cara que puso mi viejo”.

Ese recital reafirmó la admiración que venía sintiendo Rubén. “Mientras Falú cantaba, la guitarra era una orquesta, hacía cosas totalmente independientes de la voz”. Un día tomó impulso y buscó una guitarra que estaba guardada en su casa. “Había que tener coraje en esa época para enfrentarte a tus viejos, eh... Mi papá, que tocaba la guitarra, me pasó los primeros acordes y yo empecé a sacar cosas por mi cuenta. En 1961, me vine a Santa Fe a estudiar en La Salle, y le pedí a mi viejo que me mandara la guitarra. Me dijo que no porque iba a dejar de estudiar. Como saqué muy buenas notas, me mandó la guitarra. Armé un conjunto con trece o catorce años: yo me encargaba de las voces y armonizaba todo. Hacíamos canciones de Los Fronterizos, Los Chalchaleros, Los Cantores del Alba”. Con el cierre de La Forestal, la familia Aguilar se estableció en Santa Fe.

Portafolio

“En esa época, el que no era médico, abogado o contador no era nada. Por eso a mi papá le molestaba que yo tocara la guitarra. Nunca me alentó, era muy crítico conmigo. Yo tocaba cinco mil notas y cuando me equivocaba en una, él me lo marcaba. Cuando mi viejo falleció, mi mamá empezó a revolver cosas y encontró su portafolio. Tenía todos los recortes de diario donde salía algo sobre mí. Ese día lloré”.

Formación

Su primera profesora fue Luisa Stiliano, quien le sugirió en 1972 que estudiara en el Instituto de Música. “Yo no quería disciplinarme y estudiar armonía, contrapunto, historia de la música”. Sin embargo, el paso por el ISM fue importante en la carrera del guitarrista, le sirvió “para tocar obras que sólo de oído no hubiera podido. Aprendí a escribir, a armonizar, a hacer contrapunto. Tengo bastante oído pero llegó un momento en que me sentía limitado”.

La idea de Rubén siempre fue ser un músico popular. O sea, “tocar la música con cierto nivel y que pueda ser captada por el pueblo. Por suerte, tengo las dos vertientes: primero fui músico instintivo, y después de atril. Hay cosas que la partitura no dice y vos tenés que tener adentro”. Entre las referencias nombra a Carlos Moscardini, Ernesto Méndez, Walter Heinze y, claro, Juan Falú (“modelo del trato de la guitarra en la música popular”). También elogia a Jaime Dábalos y Raly Barrionuevo.

Guitarra

“Una mujer parece mi guitarra/ de mi dolor le sé confidenciar/ yo le pregunto y ella me responde/ con voz madura de campo y soledad”. No es casual. Rubén toma prestadas las palabras de Falú para definir a su instrumento. “La relación con la guitarra es muy íntima. Es mi compañera, sobre todo cuando estoy bajoneado. Muy distinto sería un saxofón o un piano. Por empezar, los guitarristas nos llevamos de punta con los pianistas porque decimos que ellos tocan el piano allá (hace un gesto de distancia) y nosotros abrazamos la guitarra contra el pecho” (risas).

Hoy

La vida de Rubén del Solar se caracteriza por el movimiento. Este año participó de la delegación santafesina en el Festival de Cosquín (donde compartió peñas con Los Manseros Santiagueños, Los Cantores del Alba, y Cuti y Roberto Carabajal) y giró por Paraguay y Uruguay (junto a los músicos de Alfredo Zitarrosa). Entre noviembre y diciembre tiene previstos recitales en Ciudad Autónoma de Buenos Aires y en Guandacol, La Rioja.

Para 2018, proyecta la publicación de su sexto álbum, que contará con las participaciones de Peteco Carabajal, en violín, y Miguel Ángel Morelli. “Por primera vez, voy a tener un preproductor: el guitarrista de Rául Barboza, Nardo González. Es un trabajo que va a llevar ocho meses”. Entre otras canciones, el trabajo incluirá dos composiciones propias (“Río sincero”, con letra de Osvaldo Huja; y “Corazón bohemio”, con letra de Andrés Smet), de Falú y obras instrumentales.

 

Improvisación

“Mi materia pendiente es el jazz. Pero no tengo facilidad para la improvisación. En tanto, tengo álbumes completos de Jobim y de Toquinho. Uso muchos de sus arreglos para la música folclórica. Algunos amigos son parte de la Santa Fe Jazz Ensamble. También me gustan mucho Los Beatles, que son de mi generación”. Cuando es consultado por alguna pasión desconocida, del Solar habla de la radio. “Me hace volar la imaginación, sobre todo los programas de la noche que son muy buenos para los insomnes, como yo”.