Estrategias para aprender a manejarla

Ansiedad: el drama de vivir preocupado, apurado y anticipando eventos negativos

La psiquiatra Mónica Abdala advierte que la dificultad para ponerle un límite a la preocupación excesiva afecta los vínculos personales, el cuerpo y puede desencadenar trastornos severos. 

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Abdala es médica psiquiatra, especialista en psicoterapia cognitiva e integrante de la Asociación Argentina de Trastornos de Ansiedad.

Foto: Mauricio Garín

 

Gastón Neffen

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En la era de la hiperconectividad, “los problemas saben, siempre, dónde estás”, canta el Indio Solari en la canción “Veneno paciente” (Porco Rex, 2007). No está hablando de la ansiedad pero la frase resume un desafío de época: la necesidad de aprender a manejar una emoción delicada, que pone a la mente y al cuerpo en alerta para lidiar con las amenazas y peligros que nos acechan.

Es un monólogo interior que el homo sapiens tiene desde que dormía en las cavernas, pero que ahora tiene que gestionar en el entorno de una comunicación y exposición constante y en el que pasó a ser relevante preguntarse cómo administrar la tecnología -sobre todo el celular- para no profundizar la ansiedad disfuncional, que te hace comer apurado, dormir mal, ser irritable y vivir pensando que la peor pesadilla se va a concretar.

Son los temas en los que la psiquiatra Mónica Abdala trabaja desde hace más de 20 años. En una entrevista con El Litoral, planteó que hay estrategias sencillas para modelar los niveles de ansiedad.

—¿Qué síntomas tiene una persona ansiosa?

—Hay cosas que pasan desapercibidas, como la alteración de nuestro ritmo de respiración. Cuando hay ansiedad se produce una hiperventilación y eso genera un aumento del oxígeno en la sangre y una disminución del dióxido de carbono. Esta situación genera síntomas que después llevan a mucho peregrinaje médico. Me refiero a mareos, inestabilidad, sensación de falta de aire. La ansiedad también genera tensión muscular, agotamiento de los músculos y contracturas que producen dolor.

—¿Cuándo hay que consultar al médico?

—Cuando hay dificultades persistentes para dormir, sensación de bolo en la boca del estómago, colon irritable, entre muchos otros síntomas que deben ser analizados por un médico para descartar otras patologías. Además hay una relación entre la ansiedad crónica, las enfermedades cardíacas y la tensión arterial. También se trabaja el tema de la ansiedad en el tratamiento de pacientes hipertensos, ya que suele descender la presión arterial y se puede ajustar el tratamiento farmacológico. Cuando la ansiedad es disfuncional provoca una inhibición en el desarrollo de la vida cotidiana, del proyecto de vida y también la afectación en las relaciones interpersonales y en el propio pensamiento, por una situación de preocupación constante y excesiva en el monólogo interior, que genera angustia, irritabilidad y enojo.

—¿El estilo de vida moderno, la hiperconectividad, ha profundizado los problemas en el manejo de la ansiedad?

—Absolutamente. Todo lo que es dispersión de actividades y de la atención; es decir, encarar muchas cosas juntas aumenta los niveles de ansiedad. Si vos estás al mismo tiempo hablando con una persona, chequeando una página de Internet en la computadora y respondiendo un WhatsApp,tu sistema nervioso está potenciado. El avance tecnológico está bueno,pero tenemos que aprender a administrarlo. ¿Quién dirige tu vida? No debería ser el celular, que en forma permanente te envía información. No mirar el teléfono antes de dormir, por ejemplo, es una estrategia sencilla que tiene una influencia positiva en el manejo de la ansiedad, porque evita que un mensaje o cualquier otra información afecte el espacio del sueño. Lo mismo cuando uno está hablando con una persona. Uno puede decidir que el celular esté en silencio y mirando para abajo, porque si no las notificaciones que llegan, y que iluminan la pantalla, te distraen de la conversación. Hay que hacer una cosa a la vez.

—¿Los ansiosos se hacen cargo?

—En general sucede que culpamos al trabajo, al vínculo de pareja y a las responsabilidades cotidianas, sin preguntarnos qué parte de responsabilidad tengo yo en esto que me está pasando. Es importante interrogarse sobre si estamos todo el tiempo preocupados por las cosas que percibimos como amenazas, o elegimos en qué momento pensarlas y analizar cuáles son las alternativas para solucionarlas. La preocupación permanente y excesiva, y la dificultad para ponerle un límite es ansiedad. Es importante no estar anticipando siempre eventos negativos. Hay que aprender a lidiar con la incertidumbre, lo que no podemos saber, lo que no podemos controlar, que es una parte de la condición del ser humano.

—¿El deporte sirve como estrategia de manejo?

—Sí. Pero si estás enfocado en lo que estás haciendo. Hay gente que se va a correr por la Costanera, llegó al Faro y todavía no miró ni una sola vez el agua. Estuvo todo el tiempo pensando en los mismos problemas que lo angustiaron durante el día. La actividad física está buena siempre y cuando no entre en el circuito del debería, cuando es por placer y para descargar tensión. En cambio si se toma como una obligación, con rutinas y objetivos estrictos puede potenciar la ansiedad. En los gimnasios ves gente que entra enloquecida y que se pelea hasta por la bicicleta fija. Otro aspecto positivo es que aumenta la endorfina, que es una sustancia natural del cuerpo que mejora el ánimo.

—¿Cuál es la causa de un trastorno de ansiedad?

—Las emociones tienen un sustrato neurobiológico. Hay un cerebro emocional y lóbulos prefrontales, que están formados por neuronas y sustancias. El origen de un trastorno de ansiedad es multifactorial. Hay un factor de vulnerabilidad, hay ciertas predisposiciones que se heredan. Luego tenés, imposible no pensarlo, la historia de vida y las situaciones traumáticas que la persona puede haber atravesado y a eso hay que sumar factores sociales y del entorno. En los últimos años han avanzado mucho los estudios de las emociones en el cerebro. Con las tomografías por emisión de positrones, por ejemplo, podés ver el flujo sanguíneo cerebral cuando una persona está triste, cuando está alegre, cuando tiene miedo. Hasta el asco tiene un correlato neurológico. Por muchos años, el cerebro fue como una caja negra hasta que empezaron a conocerse la funcionalidad del cerebro en relación con las emociones.