En medio de la represión y persecución estatal

Francisco llega mañana a Myanmar con consejos de no mencionar a los rohingyas

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El Papa se quedará hasta el 2 de diciembre en la región y tiene previsto reunirse con el jefe del Ejército, el general Min Aung Hlaing y, por separado, con la consejera de Estado y líder de facto del país, Aung San Suu Kyi. Foto: Archivo

 

Redacción El Litoral

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Télam

El Papa Francisco llegará mañana a Myanmar en un momento de especial tensión en el país de mayoría budista, acusado por organismos internacionales de llevar a cabo una “limpieza étnica” contra la minoría musulmana rohingya del oeste del país.

El pontífice tiene planeado visitar también Bangladesh, país en el que se han refugiado más de 600.000 miembros de la minoría para huir de la persecución de las autoridades de Myanmar (ex Birmania), que no los reconocen como ciudadanos y los consideran apátridas. La organización humanitaria Amnistía Internacional (AI) ha denunciado que los rohingyas están siendo objeto de torturas, violaciones, desplazamiento forzosos y asesinatos, acusaciones que el Ejército birmano niega.

El Papa, que llegará mañana y se quedará hasta el sábado 2 de diciembre en la región, tiene previsto reunirse con el jefe del Ejército, el general Min Aung Hlaing y, por separado, con la consejera de Estado y líder de facto del país, Aung San Suu Kyi.

Además, en la segunda parte de su viaje, en Bangladesh, encabezará una gran misa y dos actos interreligiosos, y posteriormente se reunirá con refugiados rohingyas.

Preocupación en la Iglesia

La llegada de Francisco a la región preocupa a algunos sectores de la Iglesia, que le recomendaron no usar la palabra rohingya por temor a desencadenar un conflicto diplomático que vuelque al gobierno y al Ejército en contra de la minoría cristiana que vive en el país.Le piden que si es necesario se refiera a la expresión de grupo étnico de religión islámica que vive en el Estado de Rakhine, en el oeste del país. El arzobispo de Rangún, Charles Maung Bo, nombrado cardenal en 2015 por el propio Bergoglio, explicó que “no es prudente que el Papa pronuncie la palabra rohingya porque podría causar reacciones entre los grupos nacionalistas budistas del país”, según la agencia de noticias EFE.

El padre Bernardo Cervellera, director de la agencia Asianews, del Pontifico Instituto para las Misiones, explicó en un encuentro con medios en Roma que el Papa debería hacer referencia además a la situación del resto de minorías, entre ellas también cristianas. Los aproximadamente 550.000 cristianos en Myanmar, que no llegan al 1% de la población, no forman parte de la etnia birmana sino de las cerca de 131 minorías existentes en el país. Más allá de las recomendaciones, se espera que el Papa, que ha clamado en innumerables ocasiones por el diálogo entre religiones y la integración y respeto de las minorías, reitere su mensaje en Myanmar.

Piden “Estado de Derecho”

Por su parte, el jefe de la Federación Internacional de la Cruz Roja (IFRC) en Myanmar, Joy Singhal, pidió “el restablecimiento urgente del Estado de Derecho” para los integrantes de la minoría musulmana rohingya, que huyen de ese país al vecino Bangladesh frente a la represión del Ejército y la persecución estatal.

En declaraciones a Télam luego de que Myanmar firmara un pacto con Bangladesh para el retorno de los refugiados, Singhal instó a “garantizar a las organizaciones humanitarias un acceso seguro (a los rohingyas) y que las familias que huyeron puedan regresar y reiniciar sus vidas”.

Más de 620.000 rohingyas han abandonado sus poblados en la provincia costera de Rakhine, en el oeste de Myanmar -la ex Birmania-, y cruzado al vecino Bangladesh escapando de una mortífera operación de tierra arrasada lanzada por el Ejército birmano el 25 de agosto pasado.

Myanmar, un país mayoritariamente budista, dice que las acciones militares respondieron ataques de rebeldes rohingyas que dejaron decenas de muertos, pero la ONU denunció que la campaña fue premeditada y parte de un plan sistemático para expulsarlos y, sobre todo, impedirles regresar. Aunque, bajo presión internacional, Myanmar firmó esta semana un acuerdo con Bangladesh para aceptar su retorno, pero no está claro cuántos podrán volver ni bajo qué condiciones.

Organizaciones humanitarias han puesto en duda la viabilidad del pacto, dada la hostilidad hacia los rohingyas en Myanmar -donde ni siquiera se los considera birmanos- o ante el hecho de que muchos aún cruzan a diario montañas, arrozales o el fronterizo río Naf para llegar a Bangladesh y salvar sus vidas. “Es un movimiento poblacional de proporciones inmensas” y es muy difícil “llegar a todas las personas afectadas” por las operaciones militares contra los rohingyas en Rakhine, se lamentó Singhal en conversación telefónica.

La desazón y la desprotección para los cientos de voluntarios de la Cruz Roja que trabajan en Rakhine son las sensaciones más recurrentes. “Nuestro principal obstáculo es la falta de seguridad”, admitió.

Los relatos que llegan son escalofriantes: masacres, asesinatos -inclusive de bebés y niños-, violaciones grupales masivas, golpizas y desapariciones por parte del ejército de Myanmar.

Repercusión internacional

Estados Unidos se expidió esta semana con dureza: lo que sucede es “limpieza étnica”. Amnistía Internacional (AI) denunció la represión como “un crimen contra la humanidad” y el mundo se enfocó en las atrocidades militares bajo el gobierno de la premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi. La ONU suspendió sus operaciones en Myanmar ante las insinuaciones del gobierno de que había apoyado a los insurgentes rohingyas. Se fueron todos, menos la Cruz Roja, que quedó sola con el peso de la ayuda humanitaria. El gobierno de Myanmar pidió al IFRC “ampliar la respuesta en el norte de Rakhine” debido a las relaciones y redes con personas y comunidades que ya ha generado allí. El IFRC aceptó; “siempre honrando nuestros principios de neutralidad, imparcialidad e independencia”, aclaró Singhal.

La Cruz Roja opera hace varios décadas en Rakhine ayudando “a todas las personas afectadas por la violencia, independientemente de su religión, raza, nacionalidad o religión”, prosiguió. “Incluso -sostuvo- antes de que estallara la violencia más reciente, la pobreza era generalizada en todas las comunidades en Rakhine, que son propensas a ciclones e inundaciones, y donde la gente luchó durante años contra los bajos niveles de desarrollo económico y el acceso deficiente a servicios básicos”. Pero, admitió Singhal, “las más visibles son las comunidades desplazadas, que huyeron de sus hogares, sin medios de subsistencia, sin alimentos ni agua potable ni saneamiento”. En el terreno, sostuvo, “las necesidades de los grupos vulnerables son enormes y no podemos llegar a todos. Trágica e inevitablemente, mujeres y niños, están entre aquellos que no reciben la ayuda que necesitan de manera desesperada”.

El trabajo de Cruz Roja

Las operaciones de la Cruz Roja se centran en entregar alimentos, agua, subsidios, abrigos, mantas y mosquiteros. “Queremos llegar a 180.000 personas para fin de año. Ya entregamos alimentos y agua a casi 120.000 personas desde agosto. Pero aún quedan grandes demandas. Se necesita aún más ayuda”, dijo Singhal. Entre las dificultades y “preocupaciones” de los voluntarios destaca “la falta de seguridad”, pero además “mucha de la gente más necesitada está en áreas remotas, difíciles de acceder. Hay daños en las rutas y puentes por las temporadas de monzones y lluvias que obstaculizan los esfuerzos”.