De un partido que era accesible a prácticamente regalarlo...

Colón y los errores de los que no se equivocan

A medida que pasaron las horas, seguramente la bronca por lo que pasó y lo que debió pasar se habrá intensificado en todos.

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Así metió Fritzler, en la foto rodeado por jugadores rivales. La salida del volante (expulsado sobre el cierre del primer tiempo) fue clave en el desarrollo del partido.

Foto: Flavio Raina

 

Enrique Cruz (h)

“Lo perdimos nosotros, tenemos que hacernos cargo y dar vuelta la página rápidamente”, dijo Alan Ruiz después del partido. Y no hay muchas explicaciones que buscarle a la derrota sabalera ante el juvenil Lanús. Llama la atención porque no es algo habitual en un equipo como el de Domínguez. Y eso que, desde esta modesta tribuna de análisis, uno no comulga con muchas de las cuestiones que hace y elige el entrenador. Pero lo del viernes no fue sólo de él —que también se equivocó— sino una cadena de errores que, sumado a algo de mérito del rival, lo llevaron a perder un partido que se estaba presentando muy accesible para ganarlo y cómodamente, cosa que a Colón muchas veces le cuesta.

Hace una semana, desde Bahía Blanca, hablábamos de la importancia de tener un arquero que ataja pelotas clave. Si Alexander Domínguez no hubiese sido oportuno, la historia del partido con Olimpo hubiese cambiado. Pero el viernes, el ecuatoriano la “canchereó”. Salió a buscar un centro para bajarlo con una mano y le dejó servido el primer gol a Lanús. Se equivocó porque hizo lo contrario a una de las grandes virtudes que se le reconocen: su sobriedad. Dejó de serlo en esa jugada y la fue a buscar adentro.

Después está lo del penal. Se cambia de ejecutante cuando el primero falla y no se tiene confianza, pero no cuando lo convierte. Es cierto que Correa venía muy “dulce” y de hecho es el goleador del equipo, pero todavía los hinchas de Colón se preguntan el porqué no lo volvió a patear Alan Ruiz. Correa marró y no se pudo recuperar por el resto del partido. Pasó, con él, algo parecido a lo que ocurrió con Alexander Domínguez y también con Fritzler: se equivocaron los que habitualmente no se equivocan.

Ya que nombramos, vamos al tercer protagonista de esta historia: Matías Fritzler. Se pasó de revoluciones y fue expulsado en el cierre del primer tiempo. Acá debió aparecer también la mano del técnico para reordenar el equipo. Pero cuidado, que hay algo a favor de Domínguez: en el arranque del segundo tiempo, Colón pudo concretar lo que había fallado por la vía del penal y, de ocurrir, estaríamos hablando de una cosa totalmente diferente. Pero la realidad es que sin el “5” de marca y equilibrio y con el otro “5” que empezó a sentir el lógico cansancio de sus 39 años —que los lleva impecables—, amonestado y sin compañía, Colón cedió y se encontró con un 1-2 que no pudo remontar cuando en el final se emparejó el partido (cuando lo echaron a García Guerreño) y los sabaleros empezaron a tirar centros y más centros sobre el área de Andrada.

Conclusión: Colón pasó, en un corto lapso de tiempo, de tener todo servido para ganar y por una diferencia tranquilizadora, a perder el partido. A diferencia de lo que ocurrió en otros partidos, no hubo seguridad defensiva ni tampoco la contundencia que, por ejemplo, identificó al equipo en el segundo tiempo del partido en Bahía Blanca.

Se equivocaron los que casi nunca se equivocan, no reaccionó a tiempo el técnico, no se dio cuenta de cómo tenía que jugar, en lo estratégico, un partido que era accesible pero que se le complicaba por errores propios y tampoco había armado un banco de suplentes en el que pudiera encontrar soluciones (por ejemplo, con un jugador como Facundo Silva para que le diera una mano a Bastía). Colón se encontró con un partido que ganaba y de local, es cierto, pero tenía un bloque defensivo, poca contención en el medio y un bloque ofensivo (Correa, Chancalay, Ruiz y Bernardi), de los que por más voluntad que le pongan, era escaso el apoyo que se le podía dar al resto para que el partido no cambie de dominador.