Espacios verdes, medio ambiente y resiliencia

Santo Tomé frente a la posibilidad de tener un gran parque natural

Actualmente, la localidad no cuenta con un “pulmón verde” al estilo del parque Juan de Garay o el Federal de Santa Fe. La idea de concretar un proyecto de esta naturaleza está ligada, por ahora, a la realización de la segunda etapa de la defensa costera. O bien, a poder cristalizarlo en algún momento en el oeste de la ciudad, con financiamiento internacional.

12_A_SEGUNDA ETAPA DE LA COSTANERA.jpg

Costanera completa. La continuidad de la obra de contención costera, hacia el norte del actual Paseo del Salado, fortalecerá la relación de la ciudad con el paisaje ribereño que tanto la caracteriza y disminuirá, a la vez, el riesgo hídrico. Foto: Manuel Fabatia

 

Sergio Ferrer

[email protected]

Entre los temas abarcados por la intendenta Daniela Qüesta en su mensaje al Concejo Municipal de Santo Tomé, hubo uno que quizás haya pasado inadvertido o sin haber generado la repercusión que realmente merece, fundamentalmente por su importancia a futuro y por la cantidad de aspectos que lo comprenden. Se trata de la confirmación de gestiones y tareas relacionadas con la obra de la segunda etapa de la defensa costera, incluyendo la actualización del proyecto original (en el marco del Acuerdo Capital, la Universidad Tecnológica Nacional estuvo realizando tareas de medición, por ejemplo).

Este emprendimiento servirá para cubrir el tramo de costanera que va desde el club El Julepe, al lado del anfiteatro Martín Miguel de Güemes, hasta el camino sur del complejo El Paso, sumada a la protección del barrio Costa Azul. La obra, que implicaría un presupuesto hoy en día estimado en 250 millones de pesos, ha sido pensada para contribuir al resguardo de la localidad contra las crecidas del Salado (con una viga de coronamiento que prolongue la que fue inaugurada en 2011) y también para dar continuidad al paseo costanero santotomesino. Ello dotará al sector de un espacio público renovado y de dimensiones importantes, distinto a cualquier otro del distrito. A esto último es bueno destacarlo, porque Santo Tomé no cuenta en la actualidad, como sí ocurre en Santa Fe, con un predio de las características del parque Federal, el Juan de Garay o el General Manuel Belgrano, más conocido como Parque del Sur.

Para saber cómo está la ciudad en materia de espacios verdes y si existe la posibilidad de proyectar un gran parque al estilo de los citados, El Litoral dialogó con Sergio Trevisani, secretario municipal de Obras y Servicios Públicos. En tal sentido, el funcionario explicó que, si bien la ciudad no tiene materializado o proyectado un espacio verde de esa magnitud, existen “más de 60 espacios, entre plazas, parques y plazoletas, en los que el municipio realiza una rutina de mantenimiento y puesta en valor constante”. Todos esos espacios, remarcó, engloban unas 46 hectáreas, aproximadamente, que tienen tratamiento de conservación dentro de las áreas urbanizadas de la localidad.

Ciudad resiliente

A esos lugares, hay que sumarles los sitios que se van generando a través de los loteos y las urbanizaciones, en función de lo que requiere la normativa vigente, la ordenanza Nº 1.067 de 1983. El artículo 2.5.1 de dicha norma establece que en toda urbanización que se inicie, los propietarios están obligados a donar con destino a espacio verde una superficie de terreno equivalente al 10% del total del área a urbanizar, sin deducción de las calles. No obstante ello, Trevisani cree que, al margen de esa cantidad de áreas que componen la red de plazas y plazoletas, en la zona oeste estaría haciendo falta “un gran espacio convocante”, con características de “parque reserva natural”, al que se podría acceder procurando financiamiento internacional, que existe para iniciativas como ésta.

Para el sector centro este y noreste, agregó, “existe el proyecto de continuar el paseo de la costanera como complemento de la defensa costera y ésta ha sido pensada en tres etapas, para cubrir desde el Carretero hasta el puente de la autopista en el norte de la ciudad”. Paralelamente, explicó que la planificación en espacios verdes debe resguardar no sólo tareas de mantenimiento, sino la puesta en valor de todas aquellas áreas que tuvieron que ser readecuadas de manera integral, luego de los efectos climáticos del fenómeno del Niño y sus largos meses de permanencia.

Lo anterior tiene que ver con un aspecto hasta no hace mucho no considerado, la resiliencia de la ciudad. “Santo Tomé participa en los talleres de Gestión de Riesgo y Resiliencia, que forman parte de la iniciativa conocida como Ciudades Resilientes al Clima en América Latina; son encuentros de intercambio donde se nutre de distintas experiencias y de toda la capacitación al respecto”, aclaró el funcionario. Ésta es la forma, resumió, de seguir el camino de gestionar “en el ámbito que sea necesario” la posibilidad de fortalecer y mejorar las condiciones de vida de todos los ciudadanos.

U_12_B_DSC_7633.jpg

Sergio Trevisani. El secretario de Obras y Servicios Públicos de Santo Tomé entiende que la ciudad de futuro deberá tener respeto por lo ambiental, lo nativo, la naturaleza y lo autóctono. Foto: Archivo El Litoral

El “trío” bravo

La resiliencia, en términos de sociedad y medio ambiente, es la capacidad de las comunidades y ecosistemas para absorber perturbaciones en su estructura e infraestructura, sin alterar gravemente sus características y funcionalidad, pudiendo regresar a su estado original una vez que aquélla se supera. Santo Tomé ha tenido que superar periódicos inconvenientes de esta clase, como ser las inundaciones de 2003 (que fue de origen fluvial) y 2007 (pluvial), así como los temporales y tormentas de los últimos dos años.

Al hablar sobre este tema, Sergio Trevisani recordó que en la temporada 2015/2016, cuando se sufrieron las consecuencias del fenómeno El Niño, se dieron tres condiciones que complicaron bastante y destruyeron muchísimo la red vial circulatoria: río alto (con las compuertas cerradas), muchas lluvias (volumen importante de precipitaciones) y excedente de las napas. Sobre ese “trío”, dijo el funcionario, hay que mantener una estricta observancia y actitud preventiva, porque con el tiempo generalmente “se repiten, vuelven”.

Destino de reserva ecológica

El sureste del distrito santotomesino configura lo que alguna vez, desde estas mismas páginas, hemos llamado “verdadero paraíso milenario”, por la belleza del lugar y por la existencia de un rico pasado precolombino por redescubrir y resguardar. Para este sector existe una propuesta, justamente, por medio de la cual se crearía el Área Natural Protegida Reserva Ecológica de Santo Tomé. Allí, entre otras cosas, los santotomesinos verían materializado su derecho a un medio ambiente saludable y sostenible. Son las tierras que forman parte de la margen oeste del valle aluvional del río Salado y la margen norte del río Corondá, un sector que históricamente se ha conocido como Las Cuatro Bocas.

Nos referimos a una zona que tiene una longitud aproximada de 8.500 metros sobre el primero de estos cursos de agua y 3.100 sobre el segundo, haciendo un total de 11.600 metros de frente al río, con un ancho variable que en algunos sitios alcanza los 450 metros. En total, abarca unas 300 hectáreas que forman parte del valle de inundación del Paraná y sus afluentes, e implican un vasto humedal. En ella, puede observarse una interesante variedad de especies forestales y flora nativas: aromos, curupíes, timbúes blancos y colorados, cina cinas, sauces criollos, laureles del río, sangre de drago, ceibos, alisos, cortaderas, distintos tipos de enredaderas y gran variedad de gramíneas, además de camalotes, canutillos, repollitos y otras especies acuáticas en las lagunas.