A 200 años de su nacimiento

El profeta de la crisis: el regreso de Karl Marx

  • Al día de hoy, el teórico alemán sigue despertando un enorme interés y se le sigue rindiendo culto. Crónica de un viaje a su tumba.
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Visitantes fotografían en Londres, Reino Unido, la tumba de Karl Marx. Foto: dpa

 

Christoph Driessen

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El camino que conduce a la tumba de Karl Marx pasa por delante de muchos capitalistas. La entrada al cementerio londinense de Highgate, en la acomodada zona residencial del mismo nombre, cuesta cuatro libras (4,60 euros/5,60 dólares). A cambio, los visitantes reciben un plano con la ubicación de los sepulcros más importantes. Solo uno de ellos está marcado en rojo: “Marx”.

Ya desde lejos se ve asomar la enorme maraña de pelo entre los árboles. Se trata de la cabeza de bronce que mandó elaborar el Partido Comunista británico en honor a Karl Marx en 1956. Si la lápida no tuviera la inscripción “workers of all lands unite” (¡Proletarios de todos los países, únanse!), se podría pensar que aquí en realidad está enterrado Papá Noel.

Doscientos años después de su nacimiento en la ciudad alemana de Tréveris, el 5 de mayo de 1818, y 29 tras la caída del muro de Berlín, Marx sigue despertando un enorme interés y se le sigue rindiendo culto. Cada dos minutos alguien quiere fotografiarse o hacerse un “selfie” frente a la tumba, sobre la que hay flores, velas y hasta una piña fresca. El flujo de visitantes no para. La mayoría de ellos son jóvenes que vienen desde todos los lugares del mundo.

De moda

Desde la crisis financiera de 2008 Marx vuelve a estar de moda. Esto también tiene que ver con el hecho de que el filósofo y economista alemán ha sido descubierto por una nueva generación que no vivió la Guerra Fría. Para ellos el intelectual alemán no es ni el mesías ni el demonio Mefistófeles, sino un relevante filósofo.

En el “Manifiesto Comunista” hay varias partes cuyo significado podría resultar enigmático para los contemporáneos de Marx pero no para los lectores del siglo XXI: “Una revolución continua en la producción, una incesante conmoción de todas las condiciones sociales”, pronosticó Marx ya en 1848, cuando la industrialización ni siquiera había tenido lugar en tierras alemanas.

“Mediante la explotación del mercado mundial, la burguesía ha dado un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países”, dijo también, algo que suena como una predicción de la globalización.

Desde entonces se confirmó la sospecha de Marx de que el capitalismo tiende a la concentración para el desarrollo de algunas pocas empresas globales. Sus teorías sobre la crisis siguen teniendo plena vigencia a día de hoy, dice el antiguo director del Instituto de Investigaciones Económicas de Múnich (IFO), Hans-Werner Sinn.

Marx no sólo previó desarrollos económicos, sino también la unión cultural: “La producción espiritual de los países individuales se convertirá en patrimonio público”. Estaba convencido de ello mucho antes de la existencia de Hollywood, Madonna o los Pitufos.

Subestimar al capitalismo

Probablemente, el mayor error de Marx fue haber subestimado la capacidad de adaptación del capitalismo. Fue precisamente la “clase poseedora” la que en torno a 1900 y por temor a las revoluciones comunistas, hizo concesiones a los trabajadores incluyéndolos en el sistema capitalista: amplió el derecho de sufragio y las reformas sociales. Pero la esperada revolución de Marx nunca llegó a Occidente.

Hoy Marx replicaría que el sector de salarios baratos sólo se ha trasladado a países fuera de Europa. “La acumulación de riquezas en un polo es, por lo tanto y al mismo tiempo, la acumulación de miseria, agonía de trabajo duro, esclavitud, ignorancia, brutalidad y degradación mental, en el polo opuesto”, escribió en “El Capital”.

A ello se añade que en muchos países occidentales el Estado social se ha retirado. Un motivo para el interés que vuelve a suscitar Marx podría ser la creciente brecha entre ricos y pobres. Desde 1930 hasta 1980 esta relación se ha mantenido más o menos estable, describe el economista francés Thomas Piketty en su bestseller “El capital en el siglo XXI” (2014).

Para competir con el bloque comunista del este casi todos los estados capitalistas llevaron a cabo una redistribución activa: “¿Quién sabe a día de hoy que en los años 50 del siglo pasado el tipo máximo del impuesto sobre la renta se situaba por encima del 90 por ciento en Estados Unidos y en casi el 100 por cien en Reino Unido, a pesar de que con esos importes nadie lo pagaba finalmente?”, se pregunta el escritor alemán Jurgen Neffe en su nueva biografía de Marx.

Políticos como el ex presidente de Estados Unidos, Ronald Reagan, y la ex primera ministra británica, Margaret Thatcher, llevaron a cabo un giro de vuelta al “capitalismo puro del siglo 19”, como lo expresa Piketty.

Las tesis de Piketty son controvertidas pero hay algo que se puede comprobar en cualquier caso: la pregunta que preocupó a Marx durante toda su vida -cómo se pueden repartir de forma justa los recursos disponibles- sigue siendo tan actual como en el punto álgido de la industrialización en el siglo XIX.

El líder teórico del socialismo fue una persona muy contradictoria. Tenía un cerebro privilegiado para la ciencia económica pero no sabía manejarse con el dinero: la mayor parte del tiempo dependía de la ayuda de su amigo Friedrich Engels. Echaba pestes sobre la doble moral religiosa pero mantuvo en secreto al hijo ilegítimo que tuvo con su ama de llaves, Helene Demuth.

Ideó un programa político para acabar con la burguesía pero él mismo le daba mucho valor al estatus burgués, que incluía criados, vacaciones en el mar y clases de piano para los niños. Ideó la dictadura del proletariado, pero apenas tuvo contacto con trabajadores: los escasos encuentros que tuvo con ellos casi siempre acababan en fiasco, como una vez en la que quiso intervenir en una pelea callejera y los trabajadores se abalanzaron sobre él tirándole de la barba.

¿Quién fue Karl Marx? Seguramente cada generación tendrá una respuesta distinta a esta pregunta. Lo que sigue vigente son las palabras de Engels durante su entierro en el cementerio de Highgate en 1883: “¡Su nombre vivirá a través de los siglos, y con él su obra!”