Sobre “Conversación junto al fuego” (*)

Extender la noche

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Por Mariano Pereyra Esteban (**)

@mletrador

Algunas voces antiguas, que reverberan mejor sin el ruido de las evidencias innecesarias, dicen que la primera narración se forjó junto al fuego. Afirman, esas voces, que aquel acontecimiento remoto transformó al pensamiento y lo despegó de las piedras pulidas y las maderas talladas. Una noche, aquella noche que representa a todas, la palabra dejó de ser una mera herramienta, se desató del presente y se lanzó al tiempo en forma de susurro eterno, sin respetar direcciones.

Se distingue, en las voces, la historia de alguien, quizá un cazador prehistórico con un mal día, que utilizó las palabras para representar algo que no podía mostrar, un fracaso, una excusa, ¿cómo mostrar una jornada de caza fallida?, ¿cómo explicar las manos vacías?, ¿cómo hacer presente una ausencia?

Alrededor de la fogata, al calor del clan, compartiendo las carnes asadas y los frutos recogidos, se narró la primera historia, se mintió una excusa que resultó más atractiva que las pantomimas repetidas y las vivencias imitadas con torpeza. Aquella noche primigenia de los sapiens, cuando se gestó el relato, el mundo se multiplicó hasta hacerse inabarcable. La humanidad descubrió cómo liberarse de la existencia anclada en la repetición rutinaria, esclavizada por la redundancia del subsistir. Junto al fuego, la mentira dejó de ser pretexto para tornarse cuento.

Las voces rebeldes al tiempo animan a las meditaciones de este libro. El lector se encontrará ante una conversación desaforada, que eslabona temas hasta amalgamarlos en un hilo sutil de obsesiones. Existen títulos y segmentos que funcionan como separaciones caprichosas en la página, son necesarios como pausa y espacio de respuesta, pero ante el hipotético ejercicio de omitirlos, se develaría un cuerpo compacto, un recorrido dialógico. En “Conversación junto al fuego” (UNL, 2018) no hay imposiciones formales ni marcos que ciñan al pensamiento. Es una plática generosa, con la ansiedad de los que saben que la ocasión de charla es limitada y la poesía de los que arrojan palabras a las brasas para robarle noche al sueño.

Las meditaciones de Estanislao Giménez Corte (***) entusiasman por su ánimo de convite, son reflexiones que incitan a conversar, por eso no abundan en afirmaciones taxativas que podrían obturar la charla. Son textos que cuentan, escritos por alguien que escucha.

En “Una observación de lo cotidiano” e “Historia universal de una persona”, el autor expone un diario íntimo pensado para el público y compone reflexiones que, nacidas de lo particularísimo, de un sueño o de una vivencia, se elevan, por medio de un mecanismo imperceptible, hasta establecer contacto con preguntas y dudas que persiguen a la humanidad desde su origen.

En “Escrituras” y “Periodismos” aborda, desde distintas perspectivas, ansiedades y búsquedas que conforman al acto de escribir, ya sea como oficio disimulado en periodismo, como necesidad o como aspiración. En estas meditaciones, la literatura es un terreno en el que Estanislao se interna susurrando interrogantes en tono inocente: “¿qué hay antes de la escritura?”, “los periodistas ¿tenemos acaso algo que contar?” o “¿es posible disfrutar una obra sin entenderla cabalmente?”, pero ese tono camufla la intención ladina de enredar al lector en un entrevero filosófico.

“Polémicas y antojos” es una función de malabarismos en la que se mantienen en el aire temas arrancados de la rutina y arrojados a la poesía, sinsentidos de una actualidad artificiosa (principalmente del mundo de la comunicación) y sátiras de buenos modales que atentan contra la vanidad exagerada del mundillo de las letras y el periodismo.

El apartado final, “Artes y partes”, se compone de reseñas sin tiempo, de una saludable arbitrariedad. Los retratos, reivindicaciones y homenajes no responden a ninguna agenda cultural, son temas estrictamente casuales, de esos que pueden surgir luego de un brindis, una asociación libre, o una coincidencia. Estanislao rescata recuerdos y facetas que van desde Klaus Kinski, Louis-Ferdinand Céline y Silvio Rodríguez hasta Mansilla, García Márquez o el mítico grupo santafesino Carneviva. Como en todas las meditaciones de la antología, cada reseña es una excusa para extender la conversación y volver a empezar. Así se renueva la charla y la lectura, la literatura, la música y el cine, vuelven a conformar entresijos inflamables que mantienen encendido el fuego.

El carácter ensayístico enmarca a toda la antología y se hace explícito en cada disgregación furtiva. Estanislao vuelca temas sobre la mesa, como buen anfitrión, pero separa y sazona aquellas porciones que inquietan a su pensamiento o conforman sus obsesiones. Hay generosidad en “Conversación...” porque es un libro que no impone restricciones para ningún lector, no existe la pretensión de hallar respuestas. La búsqueda es otra, apunta al intercambio fraterno, a la risa dislocada que genera el absurdo expresado con seriedad, o a la melancolía colectiva anclada a recuerdos inventados.

El propósito aparente de este libro no difiere mucho del que tuvo aquel rudimentario relator de la humanidad inmemorial. Palabras inciertas, historias para mentir, para extender la noche. Quizá la literatura siempre fue eso, fantasías para enmascarar ausencias, excusas reconfortantes para interrumpir una existencia circular.

(*) “Conversación junto al fuego” de Estanislao Giménez Corte. El libro se publicará este año por Editorial Universidad Nacional del Litoral (UNL). Este texto aparecerá como prólogo en la edición correspondiente.

(**) Escritor. Publicó en España la novela “Escorpio” (Aguaclara Ediciones, 2016), ganadora del XX Premio de Novela Salvador García Aguilar. En 2014, Terracota Editorial, de México, publicó su novela “Catorce nueve”. En 2012, apareció “Los Ferrodontes y otros cuentos”, en Ediciones B, de México. En 2009, recibió el Premio Juan Rulfo de París, por su cuento “El metro llano”.

(***) Web del autor: http://blogs.ellitoral.com/ocio_trabajado/.