Entrevista con Pablo Deiros

La vigencia de un legado

MARCELO MATALONI (*)

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Pablo Deiros, doctor en Teología, profesor de historia, pastor evangélico, docente, escritor y conferencista, estuvo en Santa Fe y dio una charla en la Iglesia Bautista Nordeste Hay Vida en Jesús, a propósito de los 50 años del asesinato de Martin Luther King. A continuación, transcribimos una breve entrevista, en la que sintetizó los principales puntos de su exposición.

—Dr. Deiros, ¿quién fue Martin Luther King y por qué lo recordamos?

—Martin Luther King nació en 1929 en el sur de los Estados Unidos. Como un típico afroamericano vivió en condiciones de discriminación y segregación, pero tuvo la fortuna de poder recibir una buena educación, ya que además de sus estudios teológicos básicos logró obtener un doctorado en la Universidad de Boston. En su época de estudiante y desde su tarea pastoral (la que comenzó siendo muy joven), consciente de la situación de marginalidad y de opresión en que se encontraban los suyos, no a pesar de su fe sino a causa de su fe comenzó a movilizarse y a identificarse con movimientos que pugnaban por los derechos civiles de los afroamericanos en ese país. Esto lo llevó a convertirse en un líder comunitario y a encabezar movimientos locales, como la Marcha de Washington, que reunió a más de 250.000 personas y donde él pronunció su famoso discurso “Tengo un sueño”, dejando frases increíbles que hoy se recuerdan como modelos de disciplina y arenga por la justicia. Lamentablemente, fue vergonzosa y cruelmente asesinado a los 39 años, y aunque logró ver algunos frutos de su lucha, probablemente no imaginó nunca que un afroamericano podría llegar a ser presidente, como fue el caso de Barack Obama. Pero eso ocurrió, y de alguna manera fue por sus años de lucha.

—En la conferencia usted mencionó, si bien hay muchos más, cuatro valores intrínsecos al trabajo de Luther King: la libertad, la verdad, la justicia y la paz. ¿Cómo ve en la actualidad que se viven estos valores?

—Creo que estamos en una situación muy diferente a la de Estados Unidos en los años sesenta, pero el sueño es el mismo: un país donde haya una verdadera libertad, donde se hable y se viva la verdad, donde la justicia no sea un discurso sino una realidad y donde la paz sea un hecho. Estos valores siguen siendo aspiraciones por las que luchar y trabajar para que se concreten. De hecho, a estos valores no los inventó Luther King: él los repitió y los predicó a partir de su lectura de la Biblia, así que deberíamos reconsiderarlos pero desde el contexto en que fueron pronunciados por primera vez: el contexto bíblico.

Por eso, el peligro que corremos hoy es que se muestren en términos meramente humanos. Cuando se hace ese proceso de secularización, estos valores pierden vigencia, porque se presentan descarnados de su esencia divina. Las mejores aspiraciones se desvalorizan cuando corremos a Dios del escenario y nos ponemos nosotros como autores de estos principios. Sobre la paz, Jesús le dijo una vez a sus discípulos: “La paz les dejo, la paz les doy, pero no se las doy como la da el mundo, sino que les doy mi paz. No tengan miedo, no se avergüencen, no se asusten; les doy mi paz”. Esa es la paz que necesitamos, la que viene de Dios.

—¿Necesitamos hoy más predicadores humanistas de estos valores?

—No, de esos ya tenemos de sobra, y sus discursos son de factura humana, frecuentemente acompañados por la pésima conducta de quienes los predican. Lo que necesitamos es que Dios nos hable, y Dios nos habla por su Palabra: verdades eternas, justicia que vale la pena seguir, paz que es duradera y una libertad que es absoluta.

—Desde la Biblia como Palabra de Dios, ¿qué es lo que Dios mismo está esperando de los cristianos en este tiempo? ¿Cómo afectar nuestra sociedad con los valores del Reino de los Cielos?

—La pregunta es muy oportuna, ya que hay cristianos que insisten en que debemos tener un monumento a la Biblia, que debemos tener las tablas de la ley en el frente del Congreso, que todos los funcionarios públicos y gobernantes tienen que jurar sobre los Evangelios... pero en realidad lo que hace falta no es sólo leer, sino obedecer mejor la Biblia; y en la medida en que obedezcamos lo que es la voluntad revelada de Dios y registrada en ella, las cosas nos van a ir mejor. Quienes nos declaramos cristianos y seguidores de las enseñanzas de la Biblia, primero debemos vivirla y obedecerla nosotros para tener autoridad frente a quienes no la leen o no creen en Dios y decirles: “Este es el camino que yo estoy siguiendo, y es bueno para mí, para mi familia y para mi comunidad de fe, y creo que puede ser bueno para la sociedad en la que vivo”. Cuando los cristianos vivamos lo que dice la Biblia, vamos a tener autoridad para invitar a otros a unirse a esos principios. No a hacerse cristianos, sino a unirse a esos principios que nacen de la Biblia, la Palabra de Dios.

(*) Diseñador gráfico, docente, integrante del grupo editor e625 (ministerio internacional cristiano), miembro de la Iglesia Bautista Nordeste.